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Valeriano Gutiérrez Pérez nació un 5 de julio de 1942 en Villagutiérrez, un pueblo de la provincia de Burgos, a unos 20 kilómetros de la ciudad. De familia agropecuaria que ya estaba montada en las nuevas tecnologías.

Ha pasado por muchos lugares en España, también por la República Dominicana, o Venezuela. Todo ello, antes de llegar a Valladolid. En la actualidad lleva las iglesias de Geria y de Villán de Tordesillas, aunque reconoce que piensa ya en la retirada.

Charlamos con el que es el párroco diocesano más longevo de la provincia de Valladolid, confirmado por el Arzobispado, en esta entrevista con EL ESPAÑOL de Castilla y León.

Sus inicios

A los once años se me impuso la decisión de seguir trabajando con los míos o salir a estudiar cómo me proponía el maestro de la escuela. En este caso, yo ya tenía el camino abierto y no había mucho más. Era ir al seminario diocesano o a los frailes. Lo mío era ir a los frailes porque allí tenía un sacerdote en San Vicente de Paul”, nos explica nuestro entrevistado.

Valeriano añade que después del examen de “mente y espíritu” al que le sometieron dichos frailes, ingresó en el Colegio Apostólico de los Padres Paúles de Tardajos. Era el año 1954 y es cuando nuestro protagonista completó sus cinco años de latín que daban inicio a su carrera sacerdotal.

“A mis 16 años, pasé al noviciado de dos años en Madrid. Aquí es cuando fui consciente de lo que estaba viviendo y comenzó mi planteamiento de vida de fe y mi futuro social. También hice los tres años de Filosofía en la capital de España para partir a Salamanca y completar los cuatro años de Teología”, nos cuenta.

Fue ordenado por el obispo como sacerdote el 23 de junio de 1967, año que pasó en Londres trabajando con los emigrantes españoles en las parroquias católicas de la capital británica.

Valeriano antes de impartir misa en una iglesia de Valladolid Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León

Fue al año siguiente cuando le dan su primer destino. Casualidades de la vida, en el mismo Colegio Apostólico en el que se había formado siendo adolescente. Con miras superiores se planteó el futuro porque sabía que “ese destino no sería para siempre”.

De la República Dominicana a Valladolid

“Fiel a mis principios de hacer para ser yo mismo me presté para ir a descubrir el nuevo mundo allá por los años 1970. Primero estuve en la República Dominicana y luego en Venezuela. Pasados unos años comencé con la enseñanza y la pastoral de forma simultánea”, añade.

Así pasó, asegura, los cinco años que estuvo viviendo “satisfecho” en estos sitios pobres de América hasta que una enfermedad le fue deteriorando y los médicos le aconsejaron volver a España.

“Volví a pasar por el Colegio Apostólico de mis amores, después me destinaron a una parroquia en Madrid. Pasé un año en Almería donde mi salud se resintió y tuve que ser hospitalizado para refugiarme, definitivamente en Valladolid donde, primero, pasé siete años en la parroquia de la Milagrosa de Las Delicias”, explica nuestro protagonista.

Fue después de esto cuando se plantea convertirse en sacerdote diocesano. Se lo propuso al arzobispo José Delicado que le incardinó en la Diócesis de Valladolid.

“Él me destinó primero de coadjutor en la Parroquia de Nuestra Señora de la Victoria donde pasé cuatro años con mi doble ocupación alternando, como de costumbre, la parroquia con las clases de religión”, añade nuestro entrevistado.

Como párroco en pueblos de Valladolid

Su primer destino como cura-párroco también se lo dio José Delicado en Trigueros, Quintanilla de Trigueros y Cubillas de Santa Marta, allá por 1995 y doce años después pasó, también como párroco, a presidir Geria, Matilla de los Caños y Velilla durante otros 17.

“A mis 82 años Luis Argüello me dice que me quede, hasta que llegue mi jubilación, únicamente con la parroquia de Geria y la de Villán de Tordesillas. No olvidaré que también, ese año, me he hecho cargo de la residencia de ancianos ‘Las Raíces’ para prestar mis servicios religiosos. Me llena de satisfacción y alegría por ser, también novedoso para mí y provechoso como experiencia pastoral”, explica Valeriano.

En la actualidad vive en la ciudad del Pisuerga. En concreto, en el barrio de Parquesol, en una vivienda cercana al instituto donde daba clases de religión y no muy lejos de los pueblos que le toca atender.

Lo hace con la fuerza que le caracteriza y es muy querido en todos los pueblos por los que ha pasado.

Valeriano posando Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León

Un hombre agradecido

Siempre he sido un hombre optimista. Agradeceré siempre a Dios todas las cosas buenas que ha puesto en mis manos para realizarme como sacerdote. Desde el principio me centré en los más pobres. Siempre han estado presentes en mi realización como persona”, asegura Valeriano.

Nuestro protagonista asegura que “esta parece ser también la actitud en la iglesia después de la hermosa acción del gobierno del Papa Francisco y de la programática del nuevo Papa”.

Asegura que, a pesar de su salud “debilitada” siempre ha tenido en cuenta el dicho de “mente sana en cuerpo sano” y ha practicado deporte, en especial fútbol y frontenis, además de todo tipo de juegos de mesa. Ahora practica gimnasia y anda para mantenerse en forma.

“Estoy muy agradecido también por la buena relación que me une a mi familia que me ha apoyado en todo momento. Esto también es un motivo grande de alegría y orgullo, ver a una familia de tres hermanos luchadores como autónomos y con su práctica religiosa cumpliendo su compromiso como cristianos. Así se lo inculcan a los 13 resobrinos que, cariñosamente, me llaman tío-abuelo”, apunta nuestro protagonista.

Su futuro

El Arzobispado de Valladolid confirmó a EL ESPAÑOL de Castilla y León que Valeriano era el “párroco diocesano más longevo de la provincia de Valladolid”, en algo que le sorprendió hasta a nuestro propio entrevistado.

“Acepté, desde el primer momento, gozoso, la noticia. Por una parte, me siento como rejuvenecido y contento de haber llegado hasta aquí. Pero, por otra parte, creo que no vamos a estar mucho tiempo más en el cargo. Pensamos ya en la retirada”, añade Valeriano.

Consciente de que “la fe mueve montañas” siempre ha tratado de vivirla en “la persona divina y humana de Jesucristo” y apunta que, para él “vivir es Cristo” el resucitado que está presente y actúa en el “cuerpo místico del pueblo de Dios”.

“No hay que preocuparse por el futuro de la Iglesia en España. Dejemos todo en manos del espíritu santo que soplará en la mejor dirección de los intereses de nuestros pueblos como ha ocurrido con León XIV. Claramente se ha puesto de manifiesto que el espíritu de Dios está presente en la Iglesia”, finaliza.