Son muchas las personas que deciden abandonar el mundanal ruido de las grandes ciudades para recalar en el entorno rural. En pueblos en los que la tranquilidad, el silencio y otra forma de vida reinan.
Uno de ellos es Rubén Valbuena Barrenechea, que nació en Sabadell y que pasó por diferentes ciudades como Sao Paulo, también por la República Dominicana e incluso en Francia, pero, en 2009, llegó a Ramiro, un pequeño pueblecito de la provincia de Valladolid.
Ramiro es un lugar que se ubica a 57 kilómetros de Valladolid y pasa por ser un remanso de paz para pasear con vetustas casas de adobe que se conservan en la localidad y que dan testimonio del paso de los años.
En el lugar, que, en la actualidad, y según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), cuenta con 46 habitantes destaca la recoleta iglesia en la Plaza Mayor dedicada a San Miguel y que destaca por su sobriedad en la decoración, que cubre con madera el lateral de su nave central.
Allí, nuestro entrevistado decidió, en el año 2011 abrir la Quesería Cantagrullas. Un pequeño e innovador obrador en el que se elaboran quesos, leches fermentadas y mantequilla.
Imagen de la quesería
Transforman la leche de las ovejas de raza castellana de la explotación familiar y hoy constituye una de las queserías de referencia a nivel nacional, tanto por sus singulares elaboraciones como, también por la estrategia de ventas y comunicación apoyada en una estrecha relación con decenas de restaurantes reconocidos con una o varias estrellas Michelin.
Conocemos la historia de Rubén y también la de un negocio de éxito en la provincia de Valladolid.
Nacimiento, estudios y primer contacto con la ganadería
“Nací en Sabadell, en Barcelona, junto a mi hermana. Mis padres eran profesores y fue uno de sus primeros destinos. Al aprobar la oposición tuvo allí su primer trabajo, pero después nos volvimos a Valladolid”, asegura, en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León, Rubén.
Nuestro protagonista se crio en Laguna de Duero. Por aquel entonces, la localidad vallisoletana contaba con solo 3.000 habitantes. Muy lejos de los 20.000 con los que cuenta ahora.
“Me formé en Valladolid, en Geografía. Ahí conocí a la que es mi mujer, Asela Álvarez, con la que tengo cuatro hijos. Al terminar la licenciatura hice un máster en Turismo e inicié mi doctorado. Una beca de la Unión Europea me llevó a hacer un trabajo de investigación en Brasil con el programa de ecotutela y también el doble doctorado por la Universidad de Valladolid y Brasilia. Esto me permitió avanzar en el trabajo que me motivaba y rematar ese doctorado en Geografía, Urbanismo y Ordenación del Territorio”, asegura Rubén.
Entre tanto, nuestro protagonista trabajó como profesor asociado y estuvo en un programa de Naciones Unidas para el desarrollo de un proyecto de cooperación en la República Dominicana, para la alerta temprana en la detección de huracanes.
Tras su paso por Brasil, República Dominicana y Francia, su mujer consiguió un trabajo como profesora en un liceo francés.
“Yo, mientras tanto, remato el doctorado. Vivíamos en el medio rural, en la Bretaña francesa, y allí tengo los primeros contactos con el mundo de la ganadería y la quesería. Aprendo con tres ganaderos queseros que me enseñan, de forma generosa, todo lo que saben y me apasiono en la transformación de la leche”, asegura.
Ese fue el germen para que Rubén, y su mujer, desembarcaran en Ramiro.
Llegada a Ramiro y apertura de la quesería
“En un momento ponemos en marcha un proyecto de quesería en Valladolid. Mi hermana se casó con un ganadero de ovino y surgió la idea de usar la lecha que producía su rebaño y hacer cosas diferentes a las que se veían en Castilla y León”, añade nuestro entrevistado.
Eligieron Ramiro, el pequeño pueblo que se encuentra al sur de la provincia cerca a dos núcleos rurales de mayor importancia como son Medina del Campo, Olmedo o Ataquines, allá por el año 2009.
Un trabajador de la quesería con las elaboraciones
“Elegimos Ramiro. Allí había una finca a la venta con unas actitudes agrícolas limitadas. La adquirimos y pusimos en marcha nuestro proyecto. Estamos en medio del campo. A un kilómetro de Ramiro. Vivo, junto a mi mujer y nuestros cuatro hijos en una finca cercana a la fábrica de quesos. Es un proyecto familiar y humilde que arrancó en 2011”, asegura el que tuvo la idea.
Vivir en el campo y con un negocio propio. Una idea que marcó su futuro y su vida… y la de la familia al completo.
Vivir en el campo
“Aquí la vida es mejor. Nos gusta el campo y el medio rural. Queríamos una vida tranquila y muy ligada al campo. Los niños, a nuestra llegada, eran pequeños. Tenemos cuatro. Cuando llegamos uno de ellos acababa de nacer. Han sido años complicados, no por el hecho de vivir aquí sino por lo difícil de poner en marcha una actividad económica para la que dedicamos mucho dinero”, añade nuestro protagonista.
Añade que el planteamiento del negocio fue también difícil por la coyuntura económica que se vivía en 2011, lo que complicó los inicios de un negocio que, sin embargo, ahora se ha convertido en un referente a nivel nacional.
“La vida en el campo es una gran satisfacción. No hay inconvenientes. Para nosotros y las miles de personas que viven en el campo vivir en el medio rural es una gran satisfacción. Hemos vivido en Brasilia, Sao Paolo, Francia… pero esto es lo que nos llena”, añade Rubén satisfecho.
Un negocio que marcha viento en popa
Granja Cantagrullas pasa por ser el proyecto que Rubén y Asela ponen en marcha en 2011 que busca agregar valor a la leche de oveja de raza castellana de la explotación familiar. Todas las elaboraciones que se llevan a cabo en el lugar están fundadas en la leche cruda y en afinados en los que la flora de superficie adquiere gran protagonismo.
Los quesos de Cantagrullas
En la actualidad elaboran muchos quesos con diferentes tecnologías diferentes, lo que hace del espacio, un obrador innovador. Cuenta también con cámaras de afinado para los quesos de Quesería Cultivo que se reciben de diferentes obradores de distintas regiones de España y que reciben cuidados diferentes para conseguir algunas de las referencias que hacer su catálogo más singular.
“En 2014 iniciamos un proyecto de puntos de venta en Madrid. Tenemos tres tiendas especializadas que se llaman Quesería Cultivo. Un año después, iniciamos otro proyecto con un centro de distribución que hacemos llegar no solo de Cantagrullas, sino de 50 y 60 queserías artesanas a tiendas especializadas y restaurantes”, añade.
Un proyecto de quilates en el mundo rural vallisoletano.