Definir lo que son las altas capacidades no es algo sencillo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) un “superdotado” —concepto con el que lo expresa el organismo— es aquel cuyo coeficiente intelectual es igual o superior a 130.
Ahora bien, los test con los que se determina el grado de inteligencia no son precisos, lo cual hace que determinar una franja exacta para enmarcar las altas capacidades sea una tarea compleja. Algo que, usualmente, acaba por repercutir en aquellos que disponen de esta cualidad.
Ese fue el caso de la hija mayor de Javier y Laura, pareja vallisoletana, que con siete años tuvo que pasar por el cribado que realizan las escuelas para detectar esta clase de particularidades. La pequeña “no había pasado el corte por uno o dos puntos”, lo que provocaba que, de cara al centro de estudios y a las instituciones, la niña no fuera considerada como de altas capacidades.
Algo que choca frontalmente con la realidad. Puesto que, como explica Javier a EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León, “en el test de comportamiento que nos realizaron a los padres quedó fuera del corte por dos puntos. Pongamos que lo normal en el test es 100 y el corte está en 120, pues nos quedó en 118”.
El desmarcarse de la denominación de altas capacidades es algo que para el centro de estudios resultaba muy beneficioso, por lo que “el colegio quería desentenderse, debido a que el centro no quería trabajar con niños de altas capacidades, porque es mucho más trabajo para ellos”, critica.
Tras una incesante disputa para conocer el resultado del cribado, los padres decidieron acudir a realizar las pruebas a través de un centro privado, de forma que pudieron tener la certeza de que su hija, efectivamente, tiene altas capacidades.
De por medio, se crea una etapa de incertidumbre por la cual “no sabes qué le pasa a tu hijo, si tiene un problema, si realmente es de altas capacidades o hay otras cosas”.
Aunque apenas hace un año de su diagnóstico oficial, ambos progenitores coinciden en que notaban desde el nacimiento de su primera hija algunos rasgos particulares. A pesar “no tienes una referencia clara”, en comparación con otros niños de su edad, “ves que empieza a hablar o a caminar muy pronto”.
A su vez, apuntan que “desde que salimos del hospital levantaba la cabeza e intentaba moverse, nos decían las enfermeras que no empieza a gatear porque no tiene fuerza”. A pesar de ello, “en ese momento no le das importancia”.
Por su parte, Silvia, madre de un niño de cinco años con altas capacidades, también apunta a la precocidad de su hijo, del cual menciona, era “muy activo, muy despierto y tenía muchísima curiosidad. Quería investigarlo todo y empezó a hablar muy pronto, excesivamente diría yo. Desde que empezó a hablar, buscaba la conversación con los adultos”.
Leer con dos años
Silvia apunta a cómo “con dos años de edad, mi hijo empezó a leer de forma autodidacta”, algo que hizo que le saltaran todas las alarmas. Narra con ternura una anécdota por la cual “una vez, pasando frente a un escaparate, dijo rebajas”.
La situación no quedó en algo puntual, posteriormente comenzó a leer “nombres de bares y de tiendas” y no tardó en “memorizar matrículas y saberse todas las marcas de los coches”.
Con tan solo tres años para cuatro, “le hicieron una valoración en un gabinete psicológico especializado en altas capacidades”, apunta Silvia. Desde ese momento se cercioran de que “tenía altas capacidades junto con alta sensibilidad”.
Cambios de centro
La certificación de que sus respectivos hijos eran, efectivamente, altas capacidades abrió en ambos casos una nueva etapa en la educación de los pequeños. Viéndose incentivados a buscar un centro en el que se pudieran desarrollar de forma correcta.
En el caso de Silvia, esta decidió comenzar la educación de su primogénito en un centro público, el cual se publicitaba como “un colegio que apostaba por la diversidad”.
El cual ha querido calificar de “fraude absoluto”, haciendo hincapié en que “tienen respeto hacia la diversidad, pero en ciertos colectivos, desde luego una apertura mental hacia las altas capacidades, no tienen”.
Es por ello que, de cara a tercero de Infantil, “lo ha comenzado en un colegio mucho más preparado para la atención a alumnos con altas capacidades. Con una apertura real hacia la diversidad”. Algo que reprocha “en el anterior colegio en absoluto”.
Por su parte, volviendo a Laura y Javier, se vieron forzados a realizar el cambio de centro ante la mala experiencia vivida en el colegio al que acudía su hija. Allí “cuanto más desbordada estaba, más la reñían y la castigaban, lo que le generaba ansiedad y se acabó haciendo una bola”.
Ante dicha situación, “fuimos a hablar con dirección porque vimos que empezaba a ser un problema grave”. Desde allí, les remitieron a orientación, quien diagnosticó que su “hija es nerviosa”, por lo que les recomendaron “que vaya a un psiquiatra, y que le den una medicación para que se relaje”.
Ambos progenitores quedaron perplejos ante la solución: “¡¿pero cómo puedes pedir que a una niña de 7 años le den una medicación?!”
El hecho supuso un punto de inflexión, tras lo que decidieron cambiar de centro educativo, apostando por un colegio en el cual existe una mayor diversidad y un trabajo más exhaustivo en torno a las altas capacidades.
En el colegio escogido, desde el departamento de orientación ponen en marcha actividades por las cuales trabajan semanalmente de forma conjunta con los niños con altas capacidades. De forma que estos puedan desarrollarse de forma correcta y con el apoyo de compañeros con sus mismas necesidades intelectuales.
Este apoyo acabó por repercutir de forma directa en la vida de la pequeña, que, como explican Javier y Laura, pasó de “costarle dormirse 2-3 horas a en 10 minutos caer dormida”.
Respecto a esto, mencionan como “cuando ya notas ese cambio a nivel emocional, el resto viene mucho más fácil”.
Evitar el bullying
Ambas familias reflexionan acerca de la importancia de los centros educativos y su diversidad a la hora de evitar situaciones de acoso, discriminación o Bullying.
Laura menciona como un familiar suyo, no ha sido diagnosticado hasta los 40 años, lo cual a lo largo de su vida le ha causado sufrir bullying. Algo que se podría haber evitado con la detección a tiempo de la situación.
Menciona a su vez la importancia de que el centro en el que se encuentran actualmente esté especializado no tan solo en altas capacidades, sino también en otras particularidades. “Están con niños con autismo y otras neurodivergencias, con discapacidades, etc., con lo que no se sienten como los raros”.
Afirma, que “es algo que hemos valorado mucho”. Que “se sienten que son diferentes, pero de forma similar a que uno es alto y el otro es bajo”. De esta forma también puedan comprender como “no es nada malo, simplemente su cabeza funciona de otra manera”.
Por su parte, Silvia resalta como las personas con altas capacidades “en general, tienen un porcentaje mucho más alto de posibilidades de sufrir acoso escolar, además de que son mucho más vulnerables que los menores neurotípicos”.
Es por ello que “este tema me preocupa especialmente y creo que no se le da la relevancia que tiene”. Por lo que “se le debería poner muchísima importancia en la prevención del bullying en el caso de los niños con altas capacidades, más si tienen alta sensibilidad”.
Silvia considera que “muchos colegios, fundamentalmente en el que mi hijo fue en primero y en segundo de infantil, no están para nada sensibilizados” y agradece que en el colegio en el que está actualmente “sí que se le da la importancia y lo tienen en cuenta”.
Lamenta que “a nivel general no se considera ni se le da el valor”, a mayores señala que si bien su hijo “no es que haya llegado a tener dificultades serias” estás se podrían haber producido de no haberle quitado de lo que considera “un entorno tóxico para él”.
El no entender sus necesidades y no tratarlas como es debido, en su opinión, “si se mantiene en el tiempo había sido el caldo de cultivo perfecto para el Bullying”. Señalando a su vez como “no es algo asilado” sino que “es algo muy extendido en niños y niñas que tienen altas capacidades”.
Exigencias intelectuales
Mención aparte merecen las exigencias y estímulos intelectuales que los pequeños requieren. La necesidad de los niños de investigar y aprender más allá de lo que les brinda la educación reglamentaria hace que los padres tengan que estar en una constante actualización y búsqueda de contenidos con los que dar respuesta a los pequeños.
En palabras de Silvia, “siempre tengo que estar actualizando libros, proporcionándole muchísimo material y juguetes educativos”. Esto, unido a que su hijo es, según apunta, “muy activo”, causa que la crianza le exija mucho.
Por su parte, Javier y Laura mencionan cómo se trata de adaptarte a la forma de ser de la pequeña. De forma que saber cómo acercarla esos conocimientos.
Mencionan que su hija mayor es una apasionada pianista, una actividad para la cual necesita unas pautas personalizadas: “si le pongo un método de piano en el que le digo que me toque algo una y otra vez me dice que no”.
En cambio, buscan “ejercitar ciertas cosas de otra forma” como a través de canciones de artistas que le apasionan. De esta forma, se siente más motivada. “Se trata de buscar en cada niño la clave”, sentenciaban.
Estigma social
Que tu hijo sea de altas capacidades también conlleva una carga social añadida. Como explican Javier y Laura, “la gente tiene el ideal de que como tu hijo es de altas capacidades, todo viene rodado”.
El desconocimiento en torno a la psicología de estos perfiles hace que se asuma que “los exámenes los aprueban solos, no tienen ningún problema en clase y hacen todos los deberes sin que te tengas que sentar con ellos”, explican ambos progenitores.
A la hora de la verdad, como explican los padres no es así, “no entienden por qué tienen que sentarse a hacer los deberes si ya se lo saben”.
A este desconocimiento, se le suma que en diversos ámbitos sociales, como reconocen Laura y Javier, mencionar que sus hijos son altas capacidades supone un estigma.
Puesto que se acusa de presumir, cuando realmente se trata de una condición. Como menciona Laura, “si soy celiaca puedo decir que lo soy, con las altas capacidades, lo mismo”
Respecto a esto, Silvia menciona que “desgraciadamente estamos en una sociedad que no respeta la diversidad”. A lo que añade “mucho menos si la diversidad es de niños con altas capacidades”.
En su opinión, “cuando se trata de altas capacidades no se entiende su condición y, por tanto, no se respeta”. Asegura, a su vez, que “existen mitos, estigmas y un trasfondo de cierta envidia que puede hacer daño”. Por lo que “hay que estar muy preparados para protegerse y para priorizarse”.