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El Real Valladolid cosechó un punto en un partido en el que jugó contra 10 desde el minuto 29 de partido tras la expulsión de McKenna en un partido marcado por las protestas contra la gestión de Ronaldo.

Los de Álvaro Rubio comenzaron nerviosos el encuentro en un juego igualado y sin alardes por parte de ambos equipos. Acercamientos tímidos y ataques inofensivos por turnos.

Se reclamó un penalti por parte del conjunto canario en una de las primeras acciones y en el 22’ del choque llegó el gol de Las Palmas con un disparo de Sandro desde la frontal tocó en un defensor y se coló en la portería.

Había que reaccionar a ese golpe, a ese mal inicio. Y fue capaz de hacerlo el equipo de Álvaro Rubio, el equipo de toda Valladolid. En el 25' llegó el primer gol anulado local, por fuera de juego en un remate de Anuar, y en el 29' el propio canterano sufrió una terrible acción que acabó con cartulina roja directa para McKenna. A partir de ahí se abrió un nuevo partido.

Insistir, sin acierto La posesión se volvió blanquivioleta. Las ocasiones, el empuje, las llegadas. Todo era para los pucelanos. Salvo el esquivo gol, de nuevo privado por un ajustado fuera de juego en otro remate de Anuar en el minuto 45. Candela, al final de los seis de descuento, también pudo marcar pero un inorportuno resbalón lo impidió.

En la segunda parte el Real Valladolid no encontró la frecuencia y pronto Álvaro Rubio activó cuatro cambios para buscar la remontada. Acertó con la tecla porque el Pucela aceleró para pasar a monopolizar el juego. El empate estaba muy cerca, la tuvo Latasa en el 59' y concretó el delantero en el 64'.

Esta vez sí, un centro al segundo palo prolongado por Marcos André para que el futbolista rematase con rabia al fondo de la red, para volver a celebrar juntos un gol, para traer la esperanza que debe acompañar hasta la última gota de sudor y esfuerzo.

Con el 1-1 el Real Valladolid fue mucho mejor que su rival, arrinconado, jugando a que el tiempo pasara sin jugarse coqueteando con los límites del reglamento. Moro y Aznou fueron dos alfiles amenazando jaque de manera constante, Iván Sánchez encontraba los huecos una y otra vez, Javi Sánchez era, por muchos momentos, un delantero más. El equipo elegía creer.

Y el gol era un espejismo que se veía tan nítido... En cada acción la pelota se escapaba de una manera difícil de explicar. Fueron muchas, muchas, las llegadas claras del Pucela. Pero o bien el portero, o bien unos pocos centímetros, cercenaban la remontada. 

En el escaso tiempo añadido para las constantes pérdidas vividas, seis minutos agónicos, se continuó con la dinámica. Pero no llegó la alegría. Un punto que sabe escaso. Un punto que sirve, eso sí, para volver a sumar mes y medio después, tras seis derrotas consecutivas. El Pucela ha vislumbrado el camino, y debe demostrarlo en Mestalla el próximo sábado 8 de marzo, a partir de las 18.30 horas.