Pregonar la Semana Santa de Valladolid es dar un aldabonazo en las conciencias cumplido el tiempo. Un tiempo que se pasa y que se para al presenciar el milagro de ver un Cristo vivo, que ayer estaba muerto y de unas vírgenes que se hacen carne en la madera. En Valladolid, cada primavera, forman procesión hasta las columnas de los soportales porque la Semana Santa, la de Juni, Gregorio Fernández o Francisco del Rincón, se convierte en milagro novedosísimo que ha cambiado poco desde 1923 y eso dice mucho a favor de Valladolid.
Si cada uno tiene un ángel de la guarda, los vallisoletanos tienen también un obispo en la plaza de San Pedro, que trabaja cerca del Papa en muchas de las decisiones que se adoptan entre los muros del Vaticano a diario. Es él, Aurelio García Macías –Valladolid, 1965–, quien en esta ocasión se encargará de ponerle voz y doctrina a la Semana Santa de la ciudad del Pisuerga, que cada año se renueva con un pregón para ser idénticamente la misma.
“Son días complicados”, empieza señalando Aurelio.
P.– Ese refrán tan popular de que todos los caminos llevan a Roma… Cómo acaba un sacerdote de Valladolid ente los muros del Vaticano.
R.– Eso es lo que me pregunto yo también. Porque es lo último que me podía esperar, especialmente en aquel tiempo. Después de los estudios en el Seminario de Valladolid, el arzobispo don José Delicado Baeza quiso que yo siguiera más mi formación porque según él hacía falta que alguien completara los estudios de liturgia, en la diócesis nunca nadie lo había hecho. Él me pidió que fuera a estudiar a Roma. Curiosamente yo no quería porque ya había completado los estudios de Filosofía pura en la universidad civil. Pero al final el decidió y yo vine a estudiar a Roma, aquí a San Anselmo. Ese fue mi primer contacto con la Ciudad Eterna, en el Anselmiano y en el Colegio Pontificio Español, que es donde yo vivía e hice muchas amistades. Ese fue el primer hito.
Después volví y me dieron como parroquias La Mudarra y Villalba de los Alcores y ya conoces mi periplo por allí. Además de mi vida pastoral he tenido esta misión que me han dado los obispos de la liturgia. Eso llevó a que el Papa Benedicto XVI me nombrara consultor de la Congregación para el Culto Divino. Cuando lo hizo, yo era párroco del Salvador y de Santiago, fue para algunas cuestiones que tenían que estudiar o consultar y pedían opiniones diferentes a gente de todo el mundo. Pues entré a formar parte de esa nómina de consultores que no se si en total llegaba a diez personas. Ese fue otro hito, claro. Y les debió de gustar lo que mandaba o cómo lo hacía porque en 2015 solicitaron que viniera a trabajar a Roma. Por entonces era rector del Seminario de Valladolid. Al principio el arzobispo don Ricardo no lo veía demasiado y yo le manifesté mi absoluta libertad: “Lo que usted decida para mí va a estar bien. Si quiere que yo me quede, me quedo”. Para él era difícil esa decisión, buscar un rector para el Seminario nunca es sencillo. Al final concluyó que yo viniera a Roma.
P.– Fue de esos párrocos que deja huella entre los feligreses, muchos aún lo tienen presente.
R.– La verdad es que siempre me he sentido pastor. Donde voy procuro entregarme y olvidarme de todo lo demás. Así que supongo que tiene que ver con que vivo la vocación de ser sacerdote y entregarme allá donde he ido. Me he sentido muy pastor, a eso me han enseñado tanto los pueblos como la ciudad, a dedicarme a la gente para llevarles a Cristo.
Aurelio García Macías, junto a Ricardo Blázquez y Luis Argüello en el día de su ordenación episcopal
P.– Para un vallisoletano ser pregonero de la Semana Santa más importante de España, junto con la de Sevilla, es uno de los grandes honores que cabe en la vida.
R.– Para mí fue una sorpresa. Me sondearon un poco antes y yo sólo dije que a ver si conseguía cuadrarlo en el calendario porque mi agenda no es mía, me la imponen por mi servicio. Pero para mí es un honor y un reto. He asistido muchos años en Valladolid al pregón de la Semana Santa como un espectador más y este año me toca el desafío de ponerme ante vosotros. Así que diré que es una llamada a la responsabilidad de nuestra ciudad para hacerlo lo mejor posible en mis circunstancias personales y transmitir mi experiencia, como seminarista, como sacerdote, como obispo, de la bellísima Semana Santa de la que somos depositarios.
P.– Ha habido muchos tipos de pregones en Valladolid, casi tantos como pregoneros: Literarios, académicos, teológicos, políticos… ¿Qué hechuras va a tener el suyo?
R.– He leído casi todos los pregones precedentes, los hay con matices artísticos, otros históricos, literarios… El mío en primer lugar va a ser el pregón de un vallisoletano, pero no sólo de un vallisoletano de la ciudad, sino de la provincia, porque es el pregón de un chico que ha corrido por las calles de un pequeño pueblo de la diócesis que se llama Pollos, que después ha sido unos años seminarista, que más tarde fue párroco como tu bien sabes en diversos lugares de los montes Torozos y de la diócesis y que ahora es obispo en Roma. La objetividad de la Semana Santa que nos une a todos los católicos en el mundo vista a la luz de la subjetividad de uno de Valladolid que ha pasado por este peregrinar y que hoy en día es obispo. Así que será la Semana Santa que yo he vivido con los ojos de uno que ahora es obispo en la catolicidad de la Iglesia.
P.– Precisamente hablando de esa catolicidad universal, la Semana Santa es la mayor fiesta de todas en la Iglesia y se celebra de forma muy viva en todos los países con raíces cristianas, pero tiene distintas manifestaciones. Tal vez esos días de Pasión, Muerte y Resurrección contrarreformista, con el esplendor de todas las imágenes de bulto en las calles, sean algo tremendamente singular en unas coordenadas muy concretas. ¿Cómo se ve desde Roma?
Pues con admiración por su espectacularidad. Lo que la Semana Santa está transmitiendo es un misterio; un misterio de fe. Sin esa clave nadie lo va a entender. Lo que vemos es un misterio de fe cristiana, de Cristo. Es también la belleza de la espectacularidad artística, como muchos de los pregones han dicho: Es un museo en la calle –hallazgo lúcido de Ángel de Pablos–. El poder admirar no sólo obras maestras del siglo XVI y XVII e incluso modernas porque las hay preciosas. Y en tercer lugar la expresividad emotiva. Es decir, mientras en Sevilla explota hacia fuera, en Valladolid eclosiona dentro. Es reflejo del alma castellana, que por otro lado también han cantado muchos de los pregones pronunciados durante estos años. Fíjate, si en Andalucía es una explosión de fe hacia fuera, en nuestra tierra es una suma expresividad interior.
Monseñor Aurelio García (dcha.) y otros representantes de la delegación que presento la Semana Santa de Valladolid al Papa Francisco en 2022
P.– Entre estas características concretas de las que habla, ¿incluye el silencio?
R.– Exacto, por eso muchos de los que me precedieron han cantado el silencio. Un silencio que hoy en día se está descuidando y no se valora lo suficiente. Así que yo reclamaré la profundidad del silencio en el alma de la Semana Santa vallisoletana. Reclamar que es algo propio. No digo que otras cosas no estén bien, todo lo contrario, pero que el silencio forma parte de nuestra semana de Pasión, Muerte y Resurrección. No tenemos que tener miedo al silencio, ni huir de él.
P.– ¿Se echa de menos el silencio, no sólo en la Semana Santa, sino también en esta sociedad que parece saturada de ruido?
R.– Estas son las consecuencias: que no nos escuchamos. Si una persona no hace silencio, no escucha, si no escucha, se impone. Así que la Semana Santa sirve en sí misma para pararnos, para procesionar, para escuchar. Yo lo he vivido: cofrades que llegan corriendo, se visten, con el corazón acelerado de las prisas y ves como la procesión te va metiendo, te incorpora, te va calmando y ves como algunos se van llorando, arrodillándose, implorando… Creo que eso sólo lo logra la Semana Santa.
P.– Si ha estado releyendo el histórico de pregones, este texto es también una crónica social de cada época en la que se pronunció. Son un testimonio de su tiempo e inquietudes. Su año es convulso, Aurelio. ¿En su pregón va a haber alguna certeza?
R.– Todos los pregones reflejan su momento histórico. Exacto, se podría hacer una lectura de la sociedad vallisoletana a través de los pregones y sería muy interesante. Por ejemplo, desde los primeros de Cossío, Martín Abril, Félix Antonio, Martín Descalzo, Tere Iñigo de Toro, Godofredo Garabito, Ángel de Pablos o Corral Castanedo hasta los más actuales. Yo también haré algún reflejo del momento presente, es inevitable ya lo hice en el Sermón de las Siete Palabras. Godofredo lo señalaba en el prólogo que me hizo para el Sermón. Él apuntaba a cómo había hablado de los políticos de aquel momento. Pero también en 2006 denuncié la situación de los sacerdotes, catequistas y demás fieles que estaban presos en las cárceles chinas y allí delante estaba el embajador chino. Siempre he tenido esa actitud, también con los emigrantes que entonces empezaban a llegar de África. Siempre hay matices que constatan la realidad actual, también los habrá este año.
P.– Usted está hoy en Roma, hay fieles orando a diario en la plaza de San Pedro por la salud del Santo Padre. ¿Qué ambiente hay de la Plaza de San Pedro hacia dentro?
R.– Nosotros los estamos viviendo con preocupación porque se trata del obispo de Roma y del Papa. Así que sí, reina una cierta preocupación. Y por otro lado estamos todos dedicados a afrontar el trabajo que él ha delegado en nosotros lo mejor posible, sabiendo que en última instancia hay cosas que sólo él puede decidir. Por último haré una gran llamada a la oración para que el Señor disponga lo mejor para el Papa en este momento. Ahora vamos por las noches a la Plaza de San Pedro y eso es lo que yo vivo desde dentro, junto con una preocupación evidente.