Como si de un tesoro se tratara, las cafeterías son esos espacios que albergan la vida de las ciudades donde habitan. Lugares de encuentros culturales, sociales y de negocios que entre sus paredes dan cobijo a miles, y con miedo a quedarse corto, de recuerdos y momentos de la historia. Nadie en Valladolid puede presumir tanto como el Café del Norte, que vio la luz por primera vez allá por el 1861, hace 162 años que, como no puede ser de otra manera, dan para mucho. Precisamente, uno de estos tantos clientes que ha disfrutado del atronador sonido de las cafeteras y el bullicio propio de un punto neurálgico de una urbe ha sido el escrito José Zorrilla, quien se enamoró aquí de un pintoresco club de debate.

“La historia es la historia de un establecimiento que ha estado al lado de la gente de Valladolid”, resume Carlos Castro Sinde, uno de los propietarios junto sus hermanos Francisco y Fernando, en una entrevista con EL ESPAÑOL – Noticias de Castilla y León. Esta familia no fue la primera en regentar este negocio, sino que fueron los Gómez-Sigler quienes dieron vida en primera instancia al Café del Norte. José Gómez y Juana Sigler abrieron las puertas en el citado año 1861, para ser posteriormente recogido el testigo por sus hijos José, Leopoldo, Micaela, Laurentino, Carmen y Vicente.

Años después, en 1940, entraría en la partida Aureliano Castro, abuelo de Carlos y quien cogió las riendas, venido desde Gijón, aunque natural de Salamanca, del Café del Norte. Luego pasó a las manos, como es natural, de su hijo Fernando, que hizo lo propio después para que llegase hasta los tres hermanos en cuestión. El primer establecimiento estuvo en la calle Santiago, lo que hoy en día es la Farmacia Pastor, pero en 1870 un segundo local abrió sus puertas en el número 11 de la Plaza Mayor, que es lo que sobrevive en nuestros días. Estas dos instalaciones convivieron durante unas cuantas decenas de años, hasta que los años 50 del siglo XX el primigenio fue cerrado, cuando ya Aureliano regentaba el negocio.

Entrada del Café del Norte.

Personajes ilustres

José Zorrilla, Francisco Umbral, Paco Martínez Soria o Martí y Monsó son algunos de los personajes ilustres que eligieron sentarse entre las paredes del Café del Norte para degustar un café, disfrutar de un encuentro entre amigos o, simplemente, desinhibirse de la ajetreada vida artística. Precisamente, en el caso del último, el pintor es autor de unas pinturas que adornaron el lugar en su época. Precisamente, tal y como explica Carlos Castro a este periódico, incluso en la Real Academia de la Historia aparece en su bibliografía la referencia a este hecho. Su obra fue descubierta en el año 2011, en una profunda reforma del local, “la más importante o de las más importantes de su historia”.

El caso del primero, uno de los granes escritores que ha dado Valladolid, es curiosa la forma de la que se enamoró de este emblemático lugar. Y es que a finales de los 80 del siglo XIX, nació el Pisto-Club de la mano de unos jóvenes que comenzaron a usar como lugar de reuniones el Café del Norte, donde mantenían “animadas, pintorescas y sanas” discusiones, tal y como reflejan en su web oficial. El nombre venía dado por la variedad que formaban estos intensos debates, a los cuales fue invitado José Zorrilla, que en un primer momento se negó y, con posterioridad, acudió y quedó enamorado, haciendo que su presencia estuviera garantizada en sucesivas ocasiones.

El Café del Norte en la antigüedad. Colección Familia Castro Sinde

Pero por si algo se caracteriza el Café del Norte, son sus raíces y la esencia de la historia. “Lo que es la planta del edificio lleva siendo la misma desde hace muchísimos años, independientemente de todas las reformas que se han acometido. “Por ejemplo, las arcadas, que son los cuatro arcos que daban al callejón de torneros, los conservamos”, relata Carlos. También es el caso de las rejas, que fueron recuperadas precisamente por estos tres hermanos después de que su abuelo las ocultase en su momento en una de las intervenciones. “También mantenemos una de las mesas históricas de la cafetería y nuestra máquina registradora, una national, que lleva unida al establecimiento desde hace más de 100 años”, enumera el encargado del negocio.

Pequeños vestigios que resisten a borrarse de la historia y que han ido adaptándose a los nuevos tiempos. “Lo que es la reforma actual hemos pretendido, con un toque moderno, es recuperar el banco corrido que había antiguamente, obviamente con mobiliario de ahora, pero algunas cosas en esencia, modernizándolas las hemos querido conservar”, admite Carlos. Y ese es uno de los ingredientes del éxito para poder presumir durante 162 años, el saber adaptarse a los gustos temporales del momento.

El Café del Norte hace unos años. Colección Familia Castro Sinde

La clave del éxito

Para Carlos, el Café del Norte todavía mantiene viva la llama porque “nos hemos ido adaptando a los gustos y a la gente”. “Cada 10, 15 o 20 años ha habido que reformar el establecimiento y adaptarnos a esos nuevos gustos y a esas nuevas corrientes de la hostelería para poder encontrarnos a día de hoy con un local tan antiguo”, subraya el gerente.

Precisamente, una de las “más importantes” fue la última, que se acometió entre noviembre de 2010 y junio de 2011. “Nos encontramos con una cebolla, nos quedamos con lo que eran los huesos. Fuimos quitando capas de todas esas intervenciones anteriores porque muchas veces se hacía sobre la que ya existía”, relata Carlos, que recuerda el descubrimiento de las pinturas de Martí y Monsó anteriormente mencionadas.

El Café del Norte en la antigüedad. Colección Familia Castro Sinde

El gerente del Café del Norte admite que ”fue complicado” restaurarlas por el “estado en el que se encontraban”, aunque sí que han logrado guardar algún trozo. “Hay algunas cosas que se han vuelto a tapar y ha habido otras que han desaparecido para poder sanear el local y poder disfrutarlo como lo tenemos ahora, a pleno rendimiento y como se merecía después de tantos años sin hacer una reforma de este calado”, reconoce.

Difícil escoger el rincón más especial

En un lugar de tanta historia se hace difícil poder elegir el rincón más especial, y así lo constata Carlos, que afirma no poder escoger uno. “Yo entro y me acuerdo de muchas cosas, no solo de lo que es el local, sino que es lo que había antiguamente. Por ejemplo, en la zona del club 150, antiguamente había una serie de almacenes y ahí cuando éramos pequeños guardábamos las bicis, las cogíamos, salíamos a dar una vuelta por la Plaza Mayor y las volvíamos a guardar. Hay muchos recuerdos, todo está conectado y no sabría decirte uno en especial”, relata el gerente.

Otra de las anécdotas de este histórico local, fue una relacionada con la foto colgada junto a la cafetera, que es del día que se empezó a vender Pepsi en Valladolid. “Una clienta que vino al poco de reformar en el año 2011, estaba sentada en la barra y nos comentó que creía que una de las personas que salía en la foto era su madre. Nos dijo que vivía en Barcelona desde hace muchos años y que vino expresamente al local por eso”, recuerda Carlos Castro.

El Café del Norte también es epicentro de momentos históricos de la ciudad o ha servido como plató para series como Monseñor Quijote, del 1988, o la película Un buen día lo tiene cualquiera, dirigido por Santiago Lorenzo. También fue el lugar donde se constituyó la primera Asamblea ciclista de la ciudad, en 1884, y en donde Jorge María Ledesma y Narciso Alonso Cortés redactaron el primer reglamento para usar la bicicleta en la urbe del Pisuerga.

Una actuación en el Café del Norte hace varios años. Colección Familia Castro Sinde

Más de siglo y medio siendo uno de los lugares preferidos de los vallisoletanos, convirtiéndose en un “lugar de encuentro de manera histórica y recurrente”. “Siempre hemos dado cabida a todo el mundo”, finaliza Carlos Castro, el gerente de la cafetería más famosa de la ciudad y donde José Zorrilla disfrutaba de un pintoresco club de debate.