El arzobispo emérito de Valladolid, Ricardo Blázquez, se despidió hoy de la Diócesis de Valladolid con una eucaristía celebrada en la catedral en la que además de agradecer el trabajo de Luis Argüello, arzobispo electo, y de Patricio Fernández, diácono que le acompañó en buena parte de su carrera, reconoció que se marcha con recuerdos “que se convierten en motivos permanentes de gratitud”.

Blázquez, que repasó toda su trayectoria eclesiástica, también confesó su “honda” alegría por la decisión del Ayuntamiento de otorgarle el título de Hijo Predilecto, un vínculo estrecho que se suma a los recuerdos de doce años como arzobispo. En este sentido recalcó que Valladolid, como sus vinos, es de “solera”. “Tiene una tradición que no lastra sino otorga hondura y arraigo y puede regenerar la esperanza.

Además, el religioso abulense hizo un llamamiento para afrontar el futuro con determinación y sin desánimo y además de respetar la “legítima diversidad que enrique”, reclamó el cuidado en la celebración de la Semana Santa como punto en el que todos “podemos converger” y donde se puede cultivar la “idiosincrasia que nos identifica”.

En su homilía, que cerró reiterando su deseo de ser enterrado en la Catedral de Valladolid, recordó como después de regresar de Roma de cursar estudios de teología, fue el obispo de Ávila el que le encomendó la formación permanente del clero, poniendo en marcha en la entonces ‘Región del Duero’, un programa de cuatro años, pionero en toda España.

Además, también recordó la figura de José Delicado, arzobispo de Valladolid desde 1975 al 2002 y uno de los promotores de Las Edades del Hombre, y su llegada en 1988 a Santiago de Compostela como obispo auxiliar. Después fue obispo de Palencia y Bilbao, desde donde llegó a Valladolid en abril de 2010.

Además, Bláquez también reconoció en la homilía la crisis de vocaciones y aseguró que la situación de las órdenes religiosas, apostólicas y contemplativas, “tan numerosas durante muchos años”, ahora se encuentran al borde del agotamiento. En este sentido, recalcó que está convencido de que no es un problema de relajación, sino de las condiciones de la sociedad y de la Iglesia “en estas latitudes”.