Las lágrimas contienen mucha información. Su análisis puede dar a conocer datos no solo en el caso de problemas oculares, sino también de posibles alteraciones relacionadas, por ejemplo, con enfermedades neurodegenerativas. En este contexto, investigadoras de la Universidad de Valladolid han analizado un amplio panel de moléculas en lágrima para buscar potenciales biomarcadores vinculados con la enfermedad del ojo seco y el dolor crónico ocular, patologías para las cuales hay en la actualidad escasez de medicación eficaz. El estudio recientemente publicado revela que sí existen diferencias significativas en diversos de estos parámetros moleculares. Unos resultados prometedores que señalan nuevas posibles dianas terapéuticas para el desarrollo futuro de nuevos fármacos o terapias más personalizadas para personas que sufren dolor ocular crónico.

Este problema, aparentemente leve, supone realmente un desazón para quienes lo padecen, al no conocer claramente su origen y, sobre todo, al no tener un tratamiento específico que les ayude a paliar el dolor. Por esta razón, el trabajo presentaba la finalidad de encontrar algún dato significativo en cuestiones moleculares referidas a estos problemas y, de esta forma, tratar de encontrar biomarcadores predictivos que permitan saber cuándo alguien tiene una mayor posibilidad de desarrollarlo y, además, poder aplicar medicamentos adecuados para tratarlo.

Para ello, el estudio contó con 180 sujetos que fueron divididos en cuatro grupos. Por un lado, se sometieron a estas pruebas pacientes que padecían dolor crónico ocular y/o enfermedad del ojo seco junto con otros que no lo sufrían para así comparar sus patologías. Y por otro lado, dentro de aquellos afectados por el dolor, también se consideraba importante diferenciar entre aquellos pacientes que presentaban dolor crónico y enfermedad del ojo seco especifícamente tras haber tenido una cirugía refractiva, es decir, aquella orientada a eliminar la necesidad de usar gafas o lentes de contacto.

La bioquímica e investigadora científica del Grupo de Superficie Ocular (GSO) del Instituto de Oftalmobiología Aplicada (Ioba), Dra. Amalia Enríquez de Salamanca, explica que en el estudio recientemente publicado en la revista 'Experimental Eye Research', "se buscaban las denominadas dianas terapeúticas, que son índices sobre los que incidir, pues estando alteradas frente a un sujeto sin patologías, entendemos que tienen relación con el desarrollo de la enfermedad".

A través de las lágrimas

Son muchas las moléculas que se encuentran en nuestros fluidos líquidos. Entre ellas están las denominadas citocinas que son secretadas por las células —principalmente por las inflamatorias— y están implicadas en aquellos procesos en los que existe inflamación, como en la enfermedad del ojo seco. Percibir alteraciones en ellas en las lágrimas supone encontrar indicios relevantes respecto a su relación con el ojo seco e incluso también para el dolor ocular neuropático.

"En el estudio elegimos un panel amplio de 21 moléculas para medirlas en la lágrima y además, otro tipo de moléculas que también están relacionadas con la señalización celular en la transmisión nerviosa del dolor", explica Enríquez de Salamanca. Este fluido es muy accesible y proporciona numerosos datos. Su extracción no es invasiva, es decir, no se necesita, por ejemplo, pinchar o realizar una biopsia a un paciente, y es indolora. La investigadora expone que "la lágrima es una muestra muy rica en información, y que aunque es muy limitada en el volumen que se puede obtener, gracias al desarrollo de tecnología contamos con equipos que nos permiten el análisis simultáneo de muchas moléculas en una cantidad muy pequeña".

La continuación de este proyecto sigue en desarrollo en las líneas de investigación del Grupo de Superficie Ocular (GSO). Años después de haber tomado las muestras a los pacientes, el equipo científico está actualmente desarrollando otro proyecto en el que se está contactando con esos mismos pacientes para ahora comprobar los cambios moleculares tras haber recibido los tratamientos a los que fueron sometidos en su momento y relacionarlos con su evolución clínica.

Con los hallazgos anteriores descubiertos, se pretende observar si ha habido variaciones de correlación y/o niveles entre las moléculas analizadas, que puedan ayudar a determinar aquellas relacionadas con una mejor respuesta terapeútica de los pacientes. "Investigamos para curar mejor", es el lema del Ioba, explica Enríquez de Salamanca, por ello, "uno de los objetivos del futuro es, gracias a la información recogida, poder aplicar tratamientos más adecuados a los afectados". En el Ioba, "hay una unidad especializada en dolor oculofacial (UniDof) tratando también de dar respuesta a pacientes que sufren este problema y que acuden al centro con el fin de ayudar buscar una solución", concluye la investigadora.

Acerca del Grupo de Superficie Ocular

El Grupo de Superficie Ocular (GSO) es uno de los cinco grupos de investigación que integran el Instituto Universitario de Oftalmobiología Aplicada (Ioba dedicado principalmente a ahondar en el conocimiento de enfermedades inflamatorias crónicas de la superficie ocular, principalmente en la patología del Síndrome del Ojo Seco, las alergias crónicas severas, los fracasos de la superficie ocular por deficiencia de células madre y la patología derivada del uso de lentes de contacto.

Las doctoras Amalia Enríquez de Salamanca y María J. González-García se dedican concretamente a la línea de biomarcadores e inflamación y son las investigadoras principales del proyecto 'Biomarcadores de dolor ocular neuropatico en la superficie ocular para la detección de nuevas dianas terapéuticas-Bios-Pain', del que se deriva este estudio, que ha sido financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.

Noticias relacionadas