Chicaleta, Turuleta, Bicicleta, Piruleta y Dorotea. Ese es el nombre de las cinco gallinas con las que cuenta Elena Plaza Martínez, educadora infantil y terapeuta de 40 años, en su casa ubicada en el Pinar de Antequera, en Laguna de Duero.

Los huevos de mis gallinas son de la mejor calidad. Comen cosas naturales, viven libres y están encantadas de la vida, lo que se nota, y mucho, en la calidad de los huevos que ponen a diario”, asegura la pucelana, que confiesa, en declaraciones a NoticiasCyL Valladolid, que consume la mayor parte de los huevos ecológicos que ponen sus gallinas pero que otros los vende, dado el excedente semanal.

Con sus gallinas y en casa, Elena también ejerce de madre de día con un grupo de cuatro pequeños de entre 0 y 3 años, a los que además de cuidar enseña cómo viven los animales, recogen huevos y disfrutan de la naturaleza con ellas.

Madre de día



Las gallinas son parte de mi forma de vida. Ellas son muy importantes en el proyecto que estoy llevando a cabo de madre de día, es decir, una educadora infantil que desarrolla su actividad en su propia casa y se basa en la conexión con la naturaleza y los animales. Estos animales forman parte de nuestra familia multiespecie”, asegura nuestra entrevistada.

Las madres de día son mucho más que canguros, que solo cuidan. La madre de día se encarga, además de de ese cuidado, de la educación, con un programa integral que depende del estado evolutivo de cada niño, para acompañarlo en ese crecimiento y aprendizaje en un ambiente familiar y con esa atención personaliza al ser grupos reducidos.

Por ejemplo y en el caso que nos atañe, Elena cuenta con cuatro peques de entre cero y tres años a los que transmite ese amor por los animales, con las gallinas como protagonistas, y en un entorno natural. Este modelo generalizado en Europa está ganando cada vez más terreno en nuestro país en los últimos tiempos.

Un sabor único 



“A mis gallinas las pongo grano de diferentes cereales y los restos de la comida para que no les falte de nada. Ellas están picoteando por ahí todo el día los insectos, la hierba y las plantas del huerto que también son para ellas. Les encantan las acelgas, por ejemplo. Me conocen de sobra. Les llamo y vienen, se dejan coger pero Dorotea se escapa siempre que puede porque es un espíritu libre”, asegura Elena.

Además de educar, en su labor de madre de día, los huevos de sus gallinas son un manjar para la pucelana. “Estos huevos son de la mejor calidad porque mis animales comen cosas naturales, viven libres y están encantados. Eso se nota muchísimo en los huevos”, asegura.

Elena defiende el huevo ecológico por encima del de jaula y suelo y se queda con los de sus animales que ponen cuatro al día por lo que se junta con varias docenas a la semana.

“Más que huevos de oro son mis gallinitas de oro”



“Los huevos son para consumo propio pero como tengo muchos más de los que puedo comerme, pese a dar alguno a mi familia, fomento también la venta de algunas docenas con el fin de pagar los gastos de manutención y también de los gatos que viven por el barrio y vienen a comer”, señala Elena.

La vallisoletana nos confiesa que vende este excedente a “personas que realmente valoran lo que es un huevo ecológico” y a las que “les importa que las gallinas vivan lo mejor posible” para que disfruten también del mejor sabor de un producto puramente ecológico.

Chicaleta, Turuleta, Bicicleta, Piruleta y Dorotea son parte de la familia. Estoy muy agradecida a ellas de poder alimentarme con sus saludables huevos. Más que huevos de oro yo diría que son mis gallinitas de oro”, finaliza nuestra entrevistada.