Conocí a Julio Mondéjar al poco tiempo de vivir en Valladolid, y ahora nos vemos con frecuencia por algunas localidades de la provincia. Mi amigo y paisano de Villarrobledo (aunque nació en Casa Simarro, Cuenca) cumplirá en noviembre 95 otoños, que se dice bien pronto.

Mondéjar tiene un historial digno de narrar. Y a ello vamos.

Cuando hablamos de nuestro querido Villarrobledo sale a colación mi amigo y paisano Luis Fernando Angosto Madrid, quién en esta ocasión, y a través de otro paisano, José Antonio Castellanos, surgió lo de Julio Mondéjar. Y, casi siempre, con la cosa taurina de por medio.

Pero vamos al asunto. Julio Mondéjar llegó con su familia a Villarrobledo, ya de mozalbete. Venían a vendimiar que, en esas épocas y hasta que se instalaron las máquinas automáticas, era un aluvión de gentes las que se desplazaban a nuestro pueblo para conseguir jornales.

Estamos hablando de la posguerra. Una época durísima donde la gente humilde pasaba auténticas penurias. Tras la vendimia, le ofrecen al padre de Mondéjar un puesto de mayoral en una finca de los Barnuevo.

“Y allá que nos fuimos -nos dice Julio que tiene memoria de elefante-, pero antes volvimos con la galera a Casa Simarro para recoger los cuatro muebles, y de vuelta a la finca que estaba cerca de El Bonillo”.

Con 16 años a Julio le entra el gusanillo del toro. Orequio Montero, “Taconcitos”, “Pajarillo” y “Pamblanco” eran los paisanos de Villarrobledo que jugaban a ser toreros en una época de hambruna y de escasos recursos. Montero es el único compañero de fatigas que le queda a Julio.

“La primera vez que me puse delante de un novillo fue cuando me tiré de espontáneo en un pueblo de Cuenca, y estuve detenido unas horas”, comenta Julio muy ufano. Luego, ya con veintipocos años toreamos juntos “Pajarillo” y yo varios festivales”.

Menudo y enjuto, siempre trajeado y locuaz en la conversación, Julio Mondéjar nos va relatando todo su historial taurino sin dudar nada. “Toreé unas treinta novilladas sin caballos, y al año siguiente iba a debutar con picadores en Albacete, pero la mili me partió por la mitad. Me tiré cuatro años de mili”, nos cuenta un Mondéjar contrariado como si aquello hubiera sido su final.

Tuvo que emplearse de lleno en el trabajo de albañil al regreso de la milicia. Pero decidido, se marcha a Madrid donde un amigo del pueblo le enseña bien el oficio.

Y es en Alcorcón donde empieza a desarrollar su trabajo, pero ya con su propia empresa. En la localidad madrileña se hace con una parcela de 600 metros y edifica su primer proyecto. Era el inicio de una carrera imparable donde el boom de la construcción le pilla de lleno. Y Julio lo aprovecha al máximo.

Pero no todo fue un camino de rosas para este vigoroso personaje, que vio como la construcción le arrebataba parte de lo obtenido en años de bonanza.

Tras un proyecto de Teléfonica que lleva a cabo en Ataquines, aquí establece su nueva residencia y emprende una nueva vida trabajando en reformas de viviendas por los pueblos de la zona.

“En Arévalo –nos comenta un eufórico Julio- me contrata un señor que era abogado para hacer un edificio. Aquello resultó bien y enseguida se corrió la voz para empezar a trabajar de forma continuada. Llegué a tener hasta cinco cuadrillas de albañiles por los trabajos que fueron saliendo”.

Manuel, su hijo menor, nos relata: “lo de Arévalo fue jugarse la vida, porque todo empezó arreglando tejados. Nadie quería subirse a las techumbres por su peligrosidad. Pero él, atado de una cuerda, se subía y acababa las reparaciones, lo que le supuso un plus para seguir facturando y creciendo como empresario de reformas en viviendas”.

Incansable este hombre casi centenario. Activo, vigoroso y dinámico que cada día se anda sus kilómetros en el corralón que tiene en pleno centro de Ataquines. Una zona donde hizo su vivienda y debajo montó un bar. Y en el citado corralón una placita de toros.

“Era mi ilusión. Y en la plaza organizaba tentaderos y fiestas para las gentes del pueblo”. A Julio lo conoce todo Ataquines y está muy bien considerado. Y no es para menos, porque Julio saca su lado generoso cada año y ofrece un cocido multitudinario para los amigos y vecinos de Ataquines.

Mondéjar es un cocinillas, vive sólo y así se arregla desde hace muchos años, -está separado desde los 80- y disfruta con todo lo que hace, según nos cuenta Manuel, uno de sus hijos que vive a caballo entre Valladolid y Arévalo. En la capital de La Moraña gestiona una importante correduría de seguros.

Dos hijos más, varón y hembra, laboran en Madrid en diversas empresas. “Están bien colocados -nos dice Julio tirando de orgullo de padre-, pero mi Manolín es un campeón de los seguros”, recalca para que tomemos buena nota de ello.

Nuestro personaje tiene varios amigos artistas, entre ellos al cantaor Moisés de la Alhambra (el señorío del cante andaluz), según reza en uno de los discos que tiene editado, y Julio Baeza, un cantante romántico de Navas de Oro (Segovia).

Pues bien, Mondéjar -amigo de sus amigos- acompaña a ambos artistas allá donde actúan. Ya conoce el tinglado de los escenarios donde cantan, y no es raro verlo conectando altavoces o aparatos electrónicos para que todo salga con brillantez.

Sigue pensando en el toro, como lo demuestra el hecho de que su bar de Ataquines lo ha convertido en una peña, con las paredes rodeadas de fotografías de toreros. Entre ellas alguna de él vestido de luces. “El local abre sus puertas en las fiestas y se sirve todo con gratuidad para el pueblo”, nos comenta orgulloso su hijo Manuel.

Manuel nos comentó que están preocupados por el maldito virus, ya que Julio está en el grupo de riesgo por su edad. Y además vive sólo. “Cada dos o tres días -nos dice Manuel- un amigo de confianza del pueblo le lleva la fruta y atiende sus demandas para que él no salga de casa”.

Y Julio (genio y figura) contesta cuando le dicen que cuidado en este tiempo con el virus. “Pero hijo, quién me va a hacer algo a mí ahora a mis 95 años”.

Julio Mondéjar no ha fumado, ni bebido alcohol en su vida. Tampoco hace excesivo abuso de comidas, duerme como un lirón tras sus sesiones de boxeo en la tele (es un apasionado de este deporte) y hace ejercicio cada mañana ¿Será eso el motivo de su longevidad?  

Sea como fuere, Julio merece nuestra admiración y respeto. Grande, Mondéjar. Torero siempre.

(Galería de imágenes: fotografías cedidas por Manuel Mondéjar)