Desde el aire, la Vuelta Ciclista a España es otra cosa.
El pelotón parece una serpiente de colores que se desliza por las carreteras charras, pero lo que impresiona no son solo los ciclistas: a su lado, casi invisible para el gran público, rueda otro pelotón.
Es verde, viste uniforme y lleva décadas garantizando que el espectáculo del ciclismo pueda vivirse con tranquilidad.
EL ESPAÑOL de Castilla y León acudió a la Base Aérea de Matacán para subirse al helicóptero de la Guardia Civil.
Desde la cabina, el rugido de las hélices se mezcla con las comunicaciones de radio y la visión es total: cruces controlados, masas de público contenidas, motos abriendo camino y agentes repartidos por puntos estratégicos.
Una coreografía de seguridad que sostiene, sin aplausos, la emoción de cada etapa.
“El helicóptero nos da ojos y voz: vemos lo que ocurre en tierra y servimos de enlace cuando falla la cobertura”, resume el teniente David Rebate, portavoz de la Agrupación de Tráfico.
Teniente David Rebate, portavoz de la Agrupación de Tráfico
Su unidad, creada en los años ochenta en plena amenaza terrorista, cuenta en La Vuelta con 132 agentes, 85 de ellos de tráfico y 59 motoristas que marcan el ritmo del pelotón desde el asfalto.
A ellos se suman 39 efectivos del Grupo de Reserva y Seguridad (GRS) de Valencia, especializados en controlar aglomeraciones y con capacidad antidron para neutralizar vuelos no autorizados.
Guijuelo, blindada para la meta
La etapa 19 llegaba cargada de simbolismo: Guijuelo recibía la Vuelta 35 años después. Y con la expectación de miles de vecinos, la seguridad tenía que estar a la altura.
“El reto era evitar cualquier alteración como las vividas en otras etapas. Por eso reforzamos puntos clave como el alto de Cuatro Calzadas o la travesía de Guijuelo”, explica el capitán Enrique Miguel Vicente.
La Comandancia de Salamanca se apoyó en los GRS para garantizar que la fiesta fuera solo deportiva.
Efectivos del Grupo de Reserva y Seguridad (GRS) en Guijuelo
“La organización eficiente y el estudio previo de los puntos críticos nos permitieron evitar incidentes y ofrecer una etapa completamente normal, disfrutada por todos los espectadores”, detalla.
Y así fue. El pelotón atravesó el centro de la villa chacinera entre aplausos y banderas, hasta llegar al “párking del jamón”, donde Jasper Philipsen se impuso al sprint.
Seguridad que también se enseña
Más allá de la carretera, la Guardia Civil también quiso abrirse a los ciudadanos. En el Parque Vuelta de Guijuelo, vecinos y visitantes descubrieron de cerca el trabajo de unidades que rara vez ven la luz.
“Además de los drones, mostramos equipos de montaña, materiales para rescates o trajes de protección química NRBQ”, detalla el capitán Vicente.
Irene Campanario, teniente de la Guardia Civil en la comarca de Vitigudino, acercando a los más pequeños, la labor del cuerpo
El objetivo no era solo pedagógico. Niños subiéndose a las motos, probándose chalecos o preguntando a los guardias crearon un vínculo distinto, más cercano.
“La seguridad también se basa en confianza. Que nos vean accesibles es parte de nuestro servicio público”, añade el oficial.
El otro sprint
Mientras los ciclistas exprimían las piernas en la recta final de Guijuelo, la Guardia Civil ya había ganado su propio sprint. Uno que no tiene podio ni medallas, pero sí la certeza de que sin él la carrera sería inviable.
“Nuestro trabajo no busca protagonismo. La meta es que todos lleguen sanos y salvos”, concluye el teniente Rebate desde la cabina del helicóptero.
Una frase que, escuchada a tantos metros de altura, adquiere un valor distinto: el de quienes corren una carrera invisible para que el deporte pueda simplemente brillar.