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La provincia de Salamanca se despide de uno de sus negocios centenarios. La mítica Zapatería Martínez, ubicada en el número 20 de la calle Corpus Christi de La Fuente de San Esteban, municipio de la comarca de Ciudad Rodrigo, cierra sus puertas definitivamente tras más de un siglo de historia, calzando a personas de todas las edades y generaciones de familias enteras.

Su actual propietaria, Argelina Sánchez Castaño, se jubila tras 37 años al frente de un negocio que pondrá fin a su actividad el próximo mes de septiembre, tal y como ha dado a conocer a través de un comunicado.

“Ha llegado el momento de cerrar una etapa y de agradecer todo lo que he vivido”, ha expresado Argelina visiblemente emocionada.

A lo que ha añadido: “Esta zapatería ha sido mi vida y la de mi familia. Me siento profundamente agradecida por el cariño y la confianza de tantas personas que han pasado por aquí. No hay mayor satisfacción que la de haber formado parte de la historia de tantas familias del pueblo, de la comarca y de otros muchos puntos de Castilla y León y España”.

Esta fue fundada en 1919 por Luciano Méndez Regalado, "un hombre sencillo, trabajador, con amplios conocimientos en el arte del calzado y pionero en su pueblo en esta industria", como fábrica de alpargatas, abarcas y sandalias.

Una industria propia en la que apostó por una elaboración artesana de gran calidad, basada en materiales duraderos y técnicas avanzadas para la época, tales como el uso de piso de goma, calado, puntura y trenzado en cuero.

Argelina Sánchez en la Zapatería Martínez de La Fuente de San Esteban (Salamanca) Zapatería Martínez

Pasado un tiempo, decidió incorporar a sus talleres la fabricación de botas y calzado fino, modelos con los que consiguió una gran aceptación en provincias como León, Zamora, Cáceres y, por supuesto, Salamanca.

Y así, hasta la llegada de la Guerra Civil Española, cuando, curiosamente, la fábrica vivió uno de sus periodos de mayor actividad, dado que pasó a fabricar botas para el ejército del Bando Nacional.

Ya en 1940, Luciano apostó por expandir su negocio con la apertura de una sucursal en la ciudad de Salamanca, que se mantuvo activa hasta 1995.

Entre tanto, en 1946, lamentablemente, Luciano falleció. Sin embargo, su imperio siguió a flote gracias a sus hijos, ya que, aunque sufrieron en primera persona las dificultades de la posguerra, las cuales les llevaron a cerrar la fábrica, sí consiguieron mantener en pie la tienda de La Fuente de San Esteban.

Primero fue una de las hijas de Luciano quien asumió la gestión de la zapatería, pero después, en 1956, su hermana Teresa y su marido, Andrés Martínez, tomaron el relevo, siendo este último quien realizó una inversión importante con la que consiguió revitalizar el negocio y quien incorporó su apellido al nombre comercial que ha perdurado hasta sus últimos días.

En sus manos estuvo hasta 1988, cuando la tienda pasó a manos de Argelina Sánchez, la esposa de José Andrés Martínez, nieto de Luciano e hijo de Andrés, que, a lo largo de todo este tiempo, no ha hecho otra cosa que hacer evolucionar el negocio hasta convertirlo en lo que es hoy.

Un establecimiento referente en la comarca del campo charro por la calidad de sus productos y su trato cercano, humano y personalizado, siempre por encima de cualquier moda o tendencia, que, además, es entendido como mucho más que un negocio por los vecinos del pueblo, al considerarlo también un punto de encuentro, un lugar de conversación y, en muchos casos, de amistad.

"Cierro tranquila"

Durante las últimas cuatro décadas, la cara visible de la zapatería ha sido Argelina, quien, según reza la misiva, ha sabido mantener vivo el legado familiar con "dedicación, humildad y cercanía, y amoldándose a las nuevas realidades" con la ayuda de su hija Teresa, aunque sin perder la esencia que distingue a esta casa de calzados.

Sin embargo, ha llegado el momento de echar el cierre. Un acontecimiento en sí mismo que, para su actual propietaria, también marca el adiós a una forma de entender el comercio que hoy casi ha desaparecido: "un modelo basado en el conocimiento profundo del producto, en el trato personalizado y en la vocación auténtica de servicio".

"Cierro las puertas tranquila. Me llevo muchos recuerdos que han hecho que cada día mereciera la pena", ha apuntado Argelina.

De este modo, en las próximas semanas se apagará la luz de un negocio histórico que ha iluminado a todo un pueblo. Pero eso sí, dejando una huella imborrable en la memoria, no solo de sus vecinos, sino de los clientes de los diferentes puntos de España que en su día encontraron en la Zapatería Martínez todo un descubrimiento.