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Pedro Gutiérrez Lorenzo 'El Capea' se retira. Pondrá punto final a su paso por los ruedos el próximo 15 de agosto haciendo su último paseíllo vestido de luces, precisamente cuando se cumplan 21 años de la alternativa. Y lo hará, no podía ser de otra manera, en la plaza de toros de Guijuelo, un coso que siempre apostó por el salmantino, donde es muy querido y respetado. Atrás deja 239 corridas de toros vestido de luces.

Pedro 'El Capea' nació en Salamanca en 1988. Hijo del reconocido matador Pedro Gutiérrez Moya 'El Niño de la Capea', ha seguido la tradición familiar en el mundo del toreo. Tras completar sus estudios universitarios, decidió seguir los pasos de su padre y dedicarse al toro.

Debutó con picadores en 2003 y tomó la alternativa como matador el 16 de agosto de 2004 en Málaga, actuando como padrino Javier Conde y como testigo El Juli, lidiando toros de la ganadería de Daniel Ruiz.

Además de su carrera en los ruedos, Pedro Gutiérrez Lorenzo ha estado vinculado a la ganadería familiar, con los hierros 'El Capea', 'San Pelayo' y 'Carmen Lorenzo', fundada por su padre en 1987. Estas ganaderías, de encaste murube, cuyas reses pastan en la finca Espino Rapado en San Pelayo de Guareña, está inscrita en la Unión de Criadores de Toros de Lidia.

Su adiós a los ruedos será el próximo 15 de agosto en Guijuelo, con una ‘encerrona’ donde figurará como único espada, enfrentándose a seis toros de las ganaderías de Victorino Martín, San Pelayo, Domingo Hernández, Carmen Lorenzo, Puerto de San Lorenzo y El Freixo, que regenta Julián López ‘El Juli’.

Salida en hombros de Guijuelo: Miguel Ángel Perera, El Niño de la Capea y Pedro 'El Capea'

Pedro, llega el momento de la despedida. ¿Qué sentimientos te acompañan en esta cuenta atrás tan especial?

Son sentimientos encontrados, porque hay momentos de nostalgia, momentos de toda una vida soñando con una cosa que ahora le decimos adiós. Una cosa tan grande como es el toreo, que para mí lo ha sido todo en mi vida. Es un momento difícil. De hecho, creía que era el momento, pero no quería anunciarlo porque una vez que lo anuncias ya no hay vuelta atrás. Entonces, había un momento de incertidumbre, de esos sentimientos encontrados. Por un lado, la paz interior de saber que he hecho una carrera digna, que han faltado muchos sueños por cumplir, que ha habido otros muchos que se han cumplido. Pero bueno, con la tristeza lógica de que todo con lo que yo soñaba se termina. 

El toreo es una profesión muy sacrificada, ¿cómo ha logrado compaginar su vida familiar con la carrera?

Sacrificada para mí no, porque es lo que me gusta. Mucha gente me dice, qué mérito tienes, sobre todo me lo dicen ahora, al final, que toreas poco y todo el día entrenando y tentando. Yo no le veo mérito, porque es lo que me gusta. Y como es lo que me gusta, para mí no es sacrificio. Torear de salón me gusta, tentar también. O sea, no es que me guste, es que me encanta. Entonces, para mí no es sacrificada. Y la suerte de como vivo en el campo con mi familia y rodeado de toros, es algo que no me ha costado.  

Su padre, Pedro Gutiérrez Moya ‘El Niño de la Capea’, ha sido una figura clave en su vida y también en la historia del toreo. ¿Qué lecciones le ha enseñado que haya aplicado dentro y fuera del ruedo?

Mi padre me ha enseñado lo mucho o poco que sé del toro. De la vida me ha enseñado casi todo lo que sé. Es una persona que, fíjate para casi todos los hijos sus padres son sus ídolos, pues para mí todavía más. Creo que él está orgulloso de cómo he llevado la carrera. Lógicamente, no lo he hablado con él, pero me imagino que nos hubiera encantado tener más éxitos como a todo el mundo. Pero él está feliz, yo lo sé, porque sabe que yo he sido feliz toreando toda mi vida, que he sido capaz de superar muchos miedos, que he sido capaz de llevar la cabeza alta cuando mucha gente me quería pisotear.  Y bueno, está feliz ahora de saber que voy a dejar de correr riesgos en mi profesión, como es el toreo. 

¿Qué papel ha jugado su esposa, también procedente del mundo del toro, y su familia en los momentos más difíciles de su trayectoria?

Tengo la inmensa fortuna de tener una familia unida, de la que yo me siento plenamente feliz y muy bendecido. Tengo a mis padres, tengo a mi hermana, tengo a mi mujer y mis hijos, por supuesto.  Tengo a mis cuñados, que hay momentos muy difíciles de la profesión, no solo por las jornadas y los momentos duros de los golpes.  Sino muchas veces también el tema psicológico. Cuando te hacen de menos, cuando te hacen sentir moralmente por los suelos, esos son los momentos más difíciles. Y la verdad, ahí la familia juega un papel crucial en el cual mi familia no ha podido estar mejor. De hecho, cuando le dije a mi mujer y mis hijos que este año iba a ser el último, lo primero que me dijo la niña, con ocho añitos, ¿pero por qué te retiras, papá? Yo quiero que torees.  Y en ese momento, claro, mi mujer saltó y le dijo, no, déjalo, si es mucho mejor, para que no corra riesgo. Y contestó la niña, pero es que papá es feliz toreando. Que es una contestación muy bonita. Creo que, como lo hablábamos antes, todo, en algún momento de la vida, tiene que llegar a su final. Por desgracia, esta vida es así. 

"Cuando te hacen de menos, cuando te hacen sentir moralmente por los suelos, son los momentos más difíciles. Ahí la familia juega un papel crucial en el cual mi familia no ha podido estar mejor".

¿Cómo le gustaría que sus hijos recuerden su legado como torero y como padre?

Como todo en la vida, una persona que siempre ha mantenido su palabra.  Que siempre ha intentado ir lo más derecho posible por la vida, sin intentar engañar a nadie y, por supuesto, no engañar al toro. Eso es algo que me encantaría que mis hijos, el día de mañana, lo recordaran así. Y, por supuesto, nunca engañarme a mí mismo, que es la mentira más grande que se puede hacer, engañarse a uno mismo. Ese es el legado que me gustaría que les quedara a mis hijos. 

¿Qué aficiones o pasiones tiene fuera del mundo del toro que ahora podrá disfrutar más?

Me apasiona la ganadería, me vuelve loco, la verdad, es algo que también me ilusiona muchísimo. Luego soy muy aficionado a la garrocha, que es otra de mis grandes pasiones. Me encanta la caza, soy muy cazador. Me encanta pasar buenos ratos con amigos, comida, cena, creo que eso a todo el mundo. Tengo la inmensa fortuna de tener muy buenos amigos por todas las partes del mundo, que es una bendición también. Entonces, habrá que disfrutar la vida desde otro prisma. Ahora habrá que verla con otro punto de vista. 

¿Cuál fue la primera vez que se puso delante de un toro y qué recuerda de ese momento?

La primera vez que me puse delante de una becerra, apenas lo recuerdo, creo que tenía cinco años.  Fue un día de mi cumpleaños o de mi santo, con mis padres. Era un niño y he visto las fotos, lloré y todo. Luego, el primer toro que maté en mi vida fue un toro que toreó mi padre a puerta cerrada en Matilla, cuando era propiedad de don Alipio Pérez Tabernero.  Me acuerdo de que lo pinchó una vez o dos y lo llamé ‘Pinchaúvas’. Yo tenía 13 o 14 años y me dijo, toma, mátalo tú, listo.  Y le pegué un espadazo. Fue algo inolvidable para mí. Luego, mi debut en público fue en Ledesma, en un festival con mi gran amigo Domingo López Chávez, que fue quien lio todo para que yo pudiera debutar.  Esos son los primeros recuerdos míos delante de los animales. 

¿Ha vivido alguna situación especialmente divertida o curiosa en los viajes o en las plazas?

Tengo infinidad. Si me pusiera a contar anécdotas... no termino. Tengo muchas, sobre todo en América. Hay muchísimas cosas muy simpáticas, muy anecdóticas. Allí la fiesta, quitando las plazas de primera, es un poco más informal en el sentido de los horarios. Me acuerdo un día en que empezaba la corrida a las cuatro y media, y yo a las cuatro y diez me estaba poniendo la taleguilla y me llamó el empresario, que no fuera, porque no había una persona en la plaza. Y yo decía ¿cómo puede ser? Me dejé la taleguilla puesta y me senté a ver la tele. Y a las seis y media me llamó. Ya está la plaza llena, ven para acá. Entonces dices, esto es irreal. Y es cierto, llegamos a las seis y media y estaba la plaza llena. Existen infinidad de anécdotas de llegar tarde, de viajes... Son muchos los recuerdos que para mí quedan. 

Ha toreado en España, Francia, América... ¿Cómo ha vivido la tauromaquia en tan distintos lugares?

La Tauromaquia en cada sitio se apasionan o la viven de una manera diferente. Al final, lo que yo he vivido después de estos 20 años que van camino de 21 del toreo, es que donde tú te entregas, al final la gente lo percibe. Donde se entrega el toro y se entrega el torero, ahí lo perciben. Lógicamente, tu forma de interpretar la Tauromaquia la valorarán en un sitio más en otro. Pero cuando un hombre es capaz de entregarse con un toro, eso llega en todas partes.

¿Qué compañeros o figuras del toreo han marcado su carrera y qué anécdotas guarda con ellos? Su padre al margen.

Mi primera referencia de niño era ver a los grandiosos toreros de la época de mi padre. De ver a todos los maestros, desde El Viti, que era anterior que mi padre, del que me hablaba mucho del maestro, de Paco Camino, de El Cordobés. Luego, de la época de mi padre, Julio Robles, Paquirri, que me hablaba muchísimo de su amigo Paco, por supuesto su gran amigo Dámaso González. Infinidad de toreros de esa época, figurones como Manzanares. Esa fue la primera referencia que yo tenía en mi cabeza de niño, de admirarlos muchísimo. Luego, posterior ya, un poco más de mi generación, en la que hay muchos toreros a los que he admirado, especialmente al Juli, un referente creo que para todos. Morante de la Puebla.  A todos los que han llegado a figuras, por supuesto, los admiras también. Todos los que han sido capaces de sobreponerse al toro, a las dificultades del toro y a las dificultades del sistema, como ha sido mi cuñado Miguel Ángel Perera, como pueden ser infinidad de toreros que han sido figuras. Es que si me pongo a nombrar voy a dejar a algunos fuera, que no se lo merecen. Todo eso partiendo de la base que respeto y admiro muchísimo a todos los que se ponen delante, porque sé lo que cuesta, pero lógicamente dentro de eso hay algunos a los que se les tiene un punto más. 

El Capea, de tentadero en México CEDIDA

Si tuviera que elegir un solo recuerdo que lo acompañe siempre, ¿cuál sería?

Personal, mi familia, que no tiene precio.  Y taurino, la suerte y la bendición que me ha dado Dios de poder torear con mi padre.  Esas veces, fíjate ahora, hace dos o tres años cuando toreamos en Guijuelo, poder meter yo en el maletero, en uno a mis trastos y en otro los de mi padre. Eso es un regalo de Dios, que no olvidaré nunca. 

¿Qué viene ahora para Pedro Gutiérrez ‘El Capea’ tras colgar el traje de luces?

Supongo que seguiré muy vinculado a la ganadería, que es algo que he estado realizando también, porque no es incompatible el ser torero con la ganadería, ni mucho menos. Seguiré con mi familia. Y no lo sé, siempre cercano al toro, porque es el animal que me ha enamorado, que ha captado toda mi atención en este mundo, y lo que sea, siempre cercano al toro, pero de momento, así a corto plazo, es la ganadería. 

Para terminar, ¿qué mensaje le deja a la afición?

Que vayan el día 15 de agosto a Guijuelo, que voy a intentar en dos horas o dos horas y media que dure la corrida, resumir lo que es mi tauromaquia. Los animo a que vayan, porque creo que, en parte de España, ha faltado verme un poquito más en esta última época de mi carrera. 

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