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Viernes, un día que, por regla general, es sinónimo de alegría en las calles, y más aún cuando el tiempo acompaña. Este 13 de marzo se daban todas las circunstancias para que así fuera pero los salmantinos decidieron quedarse en casa. 

Parece que la sociedad ha hecho caso, al menos en Salamanca, de las recomendaciones de las autoridades, que piden encarecidamente que todo el mundo se quede en casa para que el coronavirus no siga propagándose más de lo que ya lo ha hecho. 

Así, calles desiertas en toda la ciudad, especialmente llamativas en el centro, donde la Plaza Mayor o la Rúa, normalmente un ir y venir de gente, estaban prácticamente vacías. Además, algunos negocios ya habían decidido cerrar, aunque no eran los más abundantes, y para dar a la ciudad un toque más fantasmagórico, en muchos lugares la luz de las farolas dejó de alumbrar. 

Tanto era así, que la situación en la plaza de Anaya, en un horario de tarde, antes de cenar, no existía ningún turista o salmantino paseando. Apenas cinco o seis personas, en silencio, vislumbrando el patrimonio y escuchando un sonido poco habitual en la ciudad, al menos de manera tan nítida, el trinar de los pájaros. 

Eso sí, pese a hacer caso a las autoridades en lo referido al ocio, no parece que estén dispuestos a hacerlo para acudir al supermercado. De momento, siguen acudiendo en masa, por lo que de poco vale el resto.