Domingo García Hospital tiene 71 años y nació en la localidad palentina de Santana de la Peña. Cuando tenía 26 años fue ordenado sacerdote y, desde entonces, ha dedicado su vida a ayudar a los demás.
En 1987 decidió marcharse a Perú. Desde hace 38 años se mueve por los asentamientos humanos intentando ofrecer lo que puede a los que más lo necesitan, ahora en Paita. Todo bajo el paraguas de la Misión Regional de Castilla.
EL ESPAÑOL de Castilla y León charla con él para conocer su historia y la gran labor que lleva a cabo en un país que es muy rico en materias primas pero que está marcado por una pobreza que se palpa en las calles.
“El futuro está difícil”, señala. Sin embargo, su ánimo no decae para continuar realizando una misión encomiable en el país peruano.
Domingo, un sacerdote palentino
“Me defino como una persona tímida. Soy constante. Ahora estamos en una ciudad como es Paita que es zona de pescadores, donde muchas personas acuden pensando que habrá trabajo en el puerto, pero no es la realidad que encuentran. En la Parroquia de San Pedro El Pescador aparecen multitud de nuevas familias con bajos recursos y trabajamos por mejorar su situación a través de nuestros programas sociales. Es complicado, pero seguimos adelante”, asegura Domingo García Hospital.
Nuestro entrevistado nace en la localidad palentina de Santana de la Peña, al norte de la provincia de Palencia. Tiene 71 años y es el mayor de cinco hermanos. Le tocó desde bien joven, con siete, cuidar de las vacas y ovejas familiares.
“A los seis años hice la comunión. Recuerdo que recité una poesía que me marcó, ya por aquel entonces siendo muy pequeño. Decía que quería llegar a mi juventud siendo sacerdote para vivir como Jesús”, nos cuenta.
Con 17 años decide irse al seminario mayor de Palencia para formarse como sacerdote.
En la mina de Guardo, donde trabajó varios veranos, había personas de varios países y religiones. “Es algo que me ayudó mucho para abrirme y para respetar todas las creencias. Cambió mi vida. Comprendí que ser sacerdote no es solo para los católicos, sino para todos nuestros hermanos”, añade.
Sería en 1980 cuando fue ordenado sacerdote por el padre Nicolás Castellanos, fallecido este año, y quien fue impulsor, junto los obispos de Castilla y León en aquella época, de la creación de la Misión Regional de Castilla. Él tenía 26 años y su vida iba a cambiar por completo.
“La religión es una opción de vida. Jesús es clave. Él no estaba en el templo. Recorría diferentes pueblos y se acercaba a las personas, que es lo que busqué hacer yo para intentar ayudar y hacer cosas por los demás”, explica.
38 años en Perú cumpliendo una gran misión
“En 1987, cuando tenía 33 años, decido irme a Perú. Llevo aquí 38 primaveras con la Misión Regional de Castilla, intentando ayudar porque la pobreza y la violencia en el país es extrema”, señala.
Domingo García Hospital en Perú
Comenzaron en la zona del Valle del Río Chira. Lograron 10.000 dólares para ayudar a los campesinos a trabajar de forma asociada y ordenada. Para que lo hicieran unidos, hasta la venta de los productos. Sin embargo, las lluvias del Fenómeno del Niño acabaron con esta iniciativa.
“Hace 12 años que vinimos a Paita, donde principalmente se vive de la pesca que emplea mayoritariamente a hombres. Durante la pandemia, cuando no se pescaba y no había ingresos en las familias, las mujeres se organizaron y crearon Ollas Comunes para cocinar juntas abaratando costes y asegurando, por lo menos, una comida diaria para sus familias”, explica Domingo.
Añade que “empezaron a trabajar con ellas para reforzar la iniciativa” y “descubrir una fuerza y una capacidad impresionantes que son el motor para los cambios necesarios en la lucha contra la desigualdad”, añade.
“Para cooperar nos llegó una ayuda importante desde el Obispado de Palencia y estuvimos dos años comprando víveres que repartíamos entre esas mujeres para que pudieran sobrevivir”, señala.
El palentino destaca la importancia de las colaboraciones con distintas instituciones y empresas de Paita como el Fondo Social del Puerto y la Municipalidad. También, la de algunas españolas, entre ellas Cáritas, Manos Unidas o Palentinas por Perú, e incluso personas particulares y pueblos enteros que vuelcan su solidaridad para que los distintos proyectos sigan en marcha.
“Hemos implementado también cursos de costura, de panadería y repostería, creando un centro de formación profesional. Gracias a esto, las mujeres saldrán con un título profesional reconocido que les ayudará en su inserción laboral”, apunta nuestro protagonista.
Además, desde esta parroquia, con presencia en 50 barrios y con más de 70.000 personas, se han construido un total de 14 capillas que actúan como centro de unión social. También un centro de formación donde personas adultas, que no pudieron recibir educación, pueden obtener sus títulos de Primaria y Secundaria.
Un futuro complicado
“El futuro está difícil. Perú es un país muy rico en materias primas, pero a la mayoría empresas no velan por su comunidad. Solo les interesa aumentar sus beneficios. Aquí, las mujeres trabajan hasta 16 horas para no cobrar ni 300 euros, sobre todo en las fábricas de procesado de pescado”, explica nuestro entrevistado.
Domingo se pone serio para apuntar que el Gobierno de Perú actúa y legisla de espaldas a su pueblo. Por eso es necesaria una intervención que empodere a las personas a través de la formación e impulse nuevas iniciativas, que es en lo trabaja y seguirá trabajando.
El equipo de trabajadoras y voluntarias de la Misión Regional de Castilla que trabaja mano a mano con Domingo García.
“Como objetivo transversal a todos los proyectos trabajamos en red para luchar contra la violencia machista junto a todas las instituciones que se prestan a ello. No nos cansamos de echar una mano al que lo necesita”, apunta Domingo.
“Mirando al futuro, nuestro objetivo pasa por ver a todas las personas como personas y no como objetos para usar”, finaliza el sacerdote.
Un ejemplo de solidaridad de los que pocos quedan.
