Hay pueblos que se lleven el título de mejor para comer, otros para pasar un fin de semana rural y otros que tienen el récord por ser donde más calor hace. Pues bien, Llánaves de la Reina, en plena Montaña Oriental, rozando con Cantabria, tiene el mérito de ser el pueblo donde más nieva en toda Castilla y León. Incluso podría serlo también de España.
Por estas carreteras, cuando el invierno empieza a levantar sus primeras murallas, aparece este pequeño pueblo habitado. A 1.400 metros de altitud y a un paso del famoso Puerto de San Glorio, el que hay que pasar para cruzar a tierras cántabras.
Llánaves es, año tras año, el lugar donde más nieva de Castilla y León, y uno de los que más lo hace en toda España.
Allí vive, con apenas diez vecinos más, Alberto Domínguez García, alcalde pedáneo de la Junta Vecinal por el PP. Lleva solo desde 2023 en el cargo, pero habla del pueblo sabiendo lo que hace, pues ha nacido allí y su infancia la pasó allí.
Ahora siente orgullo, nostalgia y humor. “Llánaves es otro mundo”, dice él ante la llamada de EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León. Y lo es. Especialmente en Navidad.
Casas abiertas
Hoy, el pueblo apenas suma diez habitantes en invierno, aunque hay censados 24, según el INE. Pero Alberto creció en unas Navidades que ya solo sobreviven en su memoria. Eso es lo que queremos conocer, cómo es la Navidad en el pueblo donde más nieva de Castilla y León.
Su madre era la maestra del pueblo de al lado, Portilla de la Reina, y él y sus hermanos dividían las fiestas entre ambas casas.
En Llánaves, recuerda, el frío se metía dentro de las paredes, y el hielo aparecía por dentro de los cristales. Si la carretera quedaba cortada, algo habitual, los niños no se libraban de ir a clase: “la profesora estaba en casa”, bromea. “Eso ahora ya no pasa, ni nieva como antes ni nos quedamos incomunicados.. bueno, a veces sí”.
Pero esa dureza de los inviernos de antes, tenía un plus. Las casas estaban siempre abiertas. “Los vecinos no eran vecinos eran familia”, cuenta con nostalgia.
Imagen de Llánaves
Así, los niños corrían de una cocina a otra cogiendo trozos de turrón, recibiendo regalos que les llevaban los jubilados que volvían al pueblo en vacaciones.
Eran Navidades de nieve hasta la cintura, de cencerros que anunciaban tormenta, de padres y abuelos que cuidaban ganado, de un mundo en el que todo era más pequeño pero todo estaba más lleno. Al más puro estilo de un anuncio navideño.
“Eso lo echaré de menos toda mi vida”, reconoce Alberto.
Como en tantos pueblos de la montaña, la despoblación convirtió la Navidad en silencio. Los hijos se marcharon. Falta trabajo. Calentar una casa cerrada 11 meses es carísimo. Y en los pueblos, cuando falta “el abuelo”, falta el hogar al que volver, asegura el alcalde.
En Nochebuena, muchas veces, no queda nadie en Llánaves.
El hotel, que durante décadas ha sido el centro social del pueblo, tenía antes la Nochevieja más llamativa de la zona, lleno de portugueses que celebraban dos fines de año distintos. Ahora suele cerrar en noviembre. Mantener ese “mastodonte”, como lo llama Alberto, cuesta más que lo que deja.
Los que quedan, incluido él, se preparan para la nieve como para un examen. Porque cuando cae, cae de verdad. Y lo peor no es quedarse sin carretera, sino quedarse sin luz y sin teléfonos. Y eso pasa.
“Hoy todo depende de la electricidad. Hasta las chimeneas tienen motor. Si la nieve te tira un poste… estás solo.”
Los inviernos de los que se habla durante años
Hay nevadas que quedan para la historia y en el pueblo leonés hay unas cuantas en la memoria. Por ejemplo, la del 2015 dejó al pueblo aislado entre 10 y 12 días.
Hubo que entrar desde Cantabria, y después desde León, por presión política, y es aquí tampoco se ponían de acuerdo como ocurre ahora. Los quitanieves avanzaban como barcos abriéndose paso entre dunas congeladas.
Cuando por fin llegó la máquina, aunque nadie saliera del pueblo, todos respiraron distinto.
“Solo verle la luz de los faros a la máquina, ya la cabeza se despeja”, recuerda.
Hay un patrón no escrito, pero que los que viven en Llánaves lo saben perfectamente. Cada cinco años llega la grande. Y cuando llega, la montaña es la que manda. Hay que tener leña, comida, pilas y paciencia.
La nieve cubre el pueblo leonés
Llánaves tiene algo que sorprende a quien nunca lo ha visto. Sus bosques no parecen españoles. Son de esos pueblos que parece que estás en otros países, pero no tienes que moverte.
Son bosques de pino de los años 60, que con nieve recuerdan a un paisaje nórdico, casi a Laponia.
Las fotos nevadas parecen sacadas de Finlandia o de Noruega. Todo esto convierte al pueblo en una postal perfecta, solo hay que ver las imágenes que gentilmente el alcalde ha cedido a este periódico.
Pero este año, tras un gran incendio que arrasó parte del pinar, la magia tendrá cicatrices.El mes de agosto será también recordado, pero en este caso en el libro negro.
Aun así, siguen viniendo nietos y bisnietos de los antiguos vecinos. Se juntan familias de Madrid, Barcelona o Portugal.
Hacen cenas comunitarias en casas frías, improvisan fiestas pequeñas, intentan recuperar lo que vivieron sus abuelos. No todos los años pueden venir, pero cuando vienen, el pueblo revive.
Aunque él, Alberto, pasa la Navidad en León, con su madre y sus sobrinas, admite que nada se compara con una Navidad en Llánaves: “Para una estampa navideña, no hay sitio mejor”.
