El ajedrez es uno de los juegos más antiguos. Todo el mundo lo conoce y casi todos han jugado al menos una vez en la vida. Su evolución ha provocado que haya pasado de ser un simple pasatiempos a convertirse en un deporte intelectual. Aunque el origen del mismo sigue siendo una incógnita hoy en día, todo apunta a que apareció en el siglo VI a raíz de una disputa en el trono de Hind (India) entre los hermanos Gav y Talhand.

Sin embargo, son pocos los que saben que a nivel de Europa este juego tan tradicional comenzó en León, gracias al hallazgo de las figuras de San Genadio que fueron descubiertas en 1923 en el Valle del Silencio.

Estaban en Santiago de Peñalba, un pueblo situado en la cuna del río Oza y corazón de la Tebaida berciana. Asimismo, en el paso del siglo IX al X tuvo el resurgir de una vida eremítica que fue llevada de la mano de un hombre santo llamado Genadio, obispo de Astorga.

Durante un tiempo estuvieron desparecidas y nadie contaba con volver a encontrarlas, pero lo lograron. Fue el investigador Miguel Ángel Nepomuceno quien años más tarde, en 1958, sacó a la luz de nuevo estas piezas que han marcado la historia del ajedrez. Conocidas tradicionalmente como ‘los bolos del Santo’ por la forma enhiesta de las figuras, que se asemejaban a los tradicionales trozos de madera alargada con base plana que utilizan para este juego. 

Los indicios le llevaron hasta el Monasterio de Santiago de Peñalba. Sin embargo, el camino no fue fácil. Muchos eran los que le decían que alguien las había guardado durante todo ese tiempo en una caja de zapatos para evitar que se perdieran o deterioraran y otros no sabían dónde habían ido a parar. Se sabía por los escritos que a San Genadio le gustaba pasar horas de meditación en su cueva del Valle del Silencio. En esos ratos, se concentraba para no dispersar la mente y utilizaba el ajedrez.

Las figuras tienen un origen mozárabe y datan del siglo X, aunque muy probablemente sean del IX. Lo que hace que estén consideradas como las más antiguas de Europa. Todo apunta a que estas figuras son de hueso y el diseño es muy simple. Se trata de dos torres, una de ellas partida por la mitad, un alfil y un caballo. 

Son muchos los que las conocen, pero muy pocos los que han tenido el lujo de poder verlas. Es el párroco de Peñalba de Santiago, Don Antolín, quien a día de hoy se encarga de custodiarlas, tal y como relata a EL ESPAÑOL- Noticias de Castilla y León. Eso sí, de forma temporal, hasta que consigan hacer el museo que tienen previsto para almacenar en él todas las reliquias que custodian desde hace cientos de años. “Quizá en menos de un año se puedan exhibir al público, ahora mismo no”, asegura.

Lo cierto es que son muchas las personas que continuamente le preguntan por ellas. En general, “suelen ser personas que quieren realizar alguna publicación sobre ello o gente entendida”. 

“El ajedrez es un juego intelectual que requiere una mente muy viva e inteligente. Todas esas cualidades se le aplican a San Genadio”, explica. Pese a que estas cuatro joyas históricas no están disponibles, la cueva sí que lo está. En ella se puede contemplar el lugar en el que vivía: “Allí pasó un tiempo y conocía la manera de sobrevivir. Quizá mediante semillas, miel o frutas silvestres”.

Su cueva, pese a no ser la única de la zona dado que era algo “normal” que vivieran ahí en los pueblos de San Pedro de Montes y Peñalba, es la “más grande y conocida”.