Santiago Posteguillo, profesor titular de Historia y galardonado escritor, acaba de publicar su tercer tomo de la saga sobre Julio César y, mira por dónde, en su apasionante obra Los Tres Mundos (Penguin Random House, octubre 2025), nos cuenta un capítulo sobre la inundación del río Nilo ocurrida en el verano del año 53 antes de Cristo, o sea, hace más de 2078 años.

Pues bien, no sé por qué, el parecido con lo ocurrido con la famosa dana en Valencia es profético. Veamos: cuando se descubre la crecida del Nilo a través del Nilómetro y el empleado de turno quiere avisar al máximo responsable, que es el sumo sacerdote, para que se den los avisos oportunos a la población afectada y se tomen las medidas que eviten o aminoren los previsibles daños y perjuicios, se le dice que este ha tenido una copiosa comida y ha dado orden de que no se le moleste.

Mientras tanto, el Nilo se desborda y comienzan a producirse las primeras catástrofes en bienes y personas. Ello hace que el jefe de la guardia acuda al primer asesor ejecutivo del faraón para proponerle la actuación del ejército, a lo que este contesta que si quieren ayuda que la pidan a través del citado sumo sacerdote, aislado en su reservado.

Tanta es la tragedia que la princesa Cleopatra dos días después acude personalmente al lugar de la inundación, donde el pueblo está enfurecido por la falta de información y avisos y total ausencia de socorro a las víctimas con centenares de muertos.

Mientras, el asesor jefe del ejecutivo, un tal Cotino, planea aprovechar la tragedia para cargarse al sumo sacerdote y hacerle responsable de lo ocurrido, pero, no obstante, se ve obligado a acompañar a la princesa en su visita. Si bien, cuando comprueba el enfado y la ira del pueblo, que amenaza con agredirle, sale corriendo para ponerse a salvo ante la estupefacción de todos.

Cleopatra, en nombre de la corona, dialoga con el pueblo y les promete ayuda, lo que calma a la gente en cierto modo, que sigue arremetiendo contra el sumo sacerdote, del que pide su cabeza por su pasividad.

Hasta aquí, la narración de Posteguillo y hasta aquí su parecido con nuestra recentísima realidad en la que, se diga lo que se diga, confluyeron intereses bastardos para conseguir réditos políticos. Igual que hace más de 2.000 años, en el físicamente lejano Nilo, pero tan cercano como precedente de lo ocurrido en Valencia. En definitiva, una vez más, la historia se repite.