El lunes pasado, en San Sebastián, me senté a ciegas en el Kursaal para ver ‘Los domingos’, el tercer largometraje de la ya consagrada Alauda Ruiz de Azúa
Con su primera miniserie, ‘Querer’, nos pone encima de la mesa comportamientos que muchos hemos vivido, directa o indirectamente, a lo largo de los años y ante los cuales no hemos hecho absolutamente nada. Dinámicas de familia que se han silenciado por incómodas y difíciles de gestionar. Cada vez pasa menos, y si no habéis visto la miniserie, os animo a hacerlo.
A los cinco minutos de empezar captó mi atención no solo por la película en sí, sino por la reacción de los espectadores respecto a lo que parecía la trama principal.
En este caso, ‘Los domingos’ parece que nos habla sobre la vocación de una niña de 17 años para ser monja. Pero nada más lejos de la realidad, de hecho, plantea muchos dilemas sobre los que discernir en cuanto a relaciones familiares, egoísmo, soledad, abandono e incluso sexo.
La religión suele sembrar controversia, pero lo cierto es que quien critica no suele haber leído y mucho menos experimentado el tema.
Si has nacido en una familia tradicional y más o menos conservadora en los noventa, los domingos ibas a misa y luego comías con la familia. Independientemente de si fueras religioso o no. Seguramente fuera el único momento en que te reunías con primos, abuelos o tíos. Y ese día, el cinismo salía a relucir. Porque de todos es sabido que en las familias así, no hay problemas. Se ocultan, no se hablan y se gestionan sin apoyo externo como buenamente cada uno pueda.
La película nos sitúa en ese contexto para tratar la relación directa que existe entre quien tiene una necesidad imperiosa de amor por carencias afectivas familiares y el cobijo que aporta la religión ocupando ese lugar.
Conozco a este tipo de personas. Conozco a gente que se ha volcado en la religión como último recurso, por desesperación y por deseo de pertenencia. ¿Quién no va a querer pertenecer a un grupo donde no eres juzgado y se te perdona constantemente cada incoherencia respecto a los valores católicos que, “sin querer”, haces fin de semana sí y fin de semana también?
En muchos casos pienso que se usa la religión como segundo plato. Si todo lo que quería no he sido capaz de conseguirlo, me quedo con eso. Como último recurso. Me resulta egoísta y conformista a partes iguales. Creo que nunca debería ser de esa manera.
Pero también conozco el otro lado. Lo he vivido, por ejemplo, este verano en Málaga en casa de mi amiga C. Pasamos un fin de semana con su familia y creo que nunca he sentido tan de cerca lo sano y reconfortante que puede ser vivir de forma coherente y altruista la religión. Sé lo que es la vocación real, el darse a los demás, sentir que estás aquí para ayudar al prójimo y vivirlo de la mejor de las maneras: siendo consecuente y fiel a uno mismo.
¿Es la familia quien hace que acabes en manos de la Iglesia? ¿Eres tú siendo un despropósito y sintiéndote perdido quien elige a la Iglesia como nueva familia? ¿Por qué se juzga a quien siente la llamada de Dios?
Salimos del Kursaal sabiendo que ‘Los domingos’ plantea varias dicotomías sobre las que divagar, así que nos fuimos a un garito a seguir con el debate. Apuntadlo, ya sea ver la película o el plan completo.
