Dos mil veinticinco será recordado como el “annus horribilis” para el patrimonio natural de España. En dieciséis días de infierno ardieron cuatrocientas mil hectáreas, se produjeron ocho muertes y se calculan unas pérdidas económicas de seiscientos millones de euros, que seguramente sean muchos más. Y lo más terrible es el abatimiento emocional de los habitantes de las poblaciones y tierras incendiadas. Perdieron casas, colmenas, ganado y recuerdos. Los lugares que a muchos acogen desde la infancia son ya campos yermos, negra pesadilla y horror.

Muchos paisajes como el de las Médulas leonesas tardarán siglos en recuperarse. Nuestra generación no volverá a recrearse en la contemplación de sus castaños centenarios. El fuego se ha cebado especialmente con Galicia y Castilla y León. La mayor hecatombe forestal se produjo en estas dos Comunidades, que acumulan el 85,3% de las hectáreas que han ardido en España.

La mayoría de nuestros políticos veraneaban en esas fechas. Tienen derecho como todo español y cuentan con familias, hijos o amigos con los que disfrutar de unos días de asueto. La red social X empezó enseguida a vomitar acusaciones para los gobernantes de Castilla y León. Que si el presidente Fernández Mañueco estaba en Cádiz, que si el consejero Suárez-Quiñones en Gijón, donde al parecer asumía una representación institucional y no un festejo personal. Es doloroso que esta magna tragedia forestal se utilice para la confrontación política. El nivel de manipulación que padece la política española es un vertedero, un inodoro, una escupidera.

Fernández Mañueco interrumpió sus vacaciones y en veinticuatro horas estaba físicamente en la provincia de Zamora. Es lo cierto. No se quedó en Cádiz comiendo un cartuchito de “pescaíto” frito. Que el perolo del fuego de las frituras estaba en Castilla y León. Pedro Sánchez visitó de súbito alguna de las Comunidades afectadas, entre ellas Castilla y León. Sánchez viaja de tapadillo porque ha perdido la calle. Pedro tiene miedo a la ciudadanía que le increpa sin cortapisa ni rubor. Ya aprendió la lección en Paiporta, donde huyó literalmente. Volvió a La Mareta, donde ha vacacionado opíparamente a costa del erario público.

Mañueco también sufrió el desplante de los bomberos forestales, algunos de los cuales se negaron a estrechar su mano durante la visita real a nuestra Comunidad. Pero aguantó el tipo. Quienes ganaron por goleada el partido, como aquel día en Paiporta, fueron los Reyes de España. La Corona en este agosto catastrófico ha sido el verdadero cortafuegos de la ira popular, el bálsamo para el dolor. Los Reyes interrumpieron sus vacaciones en Grecia para arropar al pueblo. Una vez más triunfaron, para rabia del republicano Pedro Sánchez. Los Reyes pasearon triunfalmente entre aplausos, como los que jaleaban en el Madrid novecentista a la castiza Infanta Isabel “La Chata”.

Los afectados por los incendios buscan cabezas para colgar en una pica. Es una forma de resarcirse de la frustración. El fuego orquestado ya llegó a la puerta de las Cortes. Es muy fácil montar una protesta de “atrezzo” con dos docenas de sindicalistas. Que los bomberos forestales lo han pasado muy mal es también una evidencia. La agitación en la calle es muy escandalosa, ya lo intuyó en los años treinta el comunista italiano Antonio Gramsci.

Ahora el consejero Suárez-Quiñones está en el centro del huracán de la polémica. El PP no tiene construido el relato para que el consejero no arda como una tea. Los populares tienen que orquestar ese “storytelling” donde la verdad y solo la verdad brille. Este es su único cortafuegos para que no les carguen con responsabilidades de negligencia y mala gestión en los incendios. Pero la derecha es muy mala construyendo el relato. En comunicación está en el parvulito. Cuando el PP se desprenda del complejo de inferioridad moral respecto de la izquierda lo logrará. Como dice Fernando Savater “La emancipación intelectual es dejar de creer en la superioridad moral de la izquierda”. Populares, anoten.