Se nos han quemado los montes, los parques naturales, algunos pueblos, tres personas y el modelo de gestión forestal de Juan Carlos Suárez-Quiñones. Ahora que parece que, al fin, la cruel oleada de incendios afloja, es el momento de comenzar a pedir explicaciones y responsabilidades. Las explicaciones están previstas para este viernes, cuando comparezca el presidente de la Junta de Castilla y León en las Cortes. Las responsabilidades ni están ni se las espera.
La falta de autocrítica, trufada de victimismo, en la que habitan nuestros políticos se ha convertido en la justificación perfecta ante cualquier responsabilidad por su gestión. Siempre es culpa de otro, de los otros, y nunca consecuencia de las decisiones propias. Si algo ha demostrado esta crisis de los incendios de 2025 es que el modelo de gestión forestal en el que se ha empeñado Suárez-Quiñones en los últimos años no sirve. Tienen razón los sindicatos y las principales organizaciones forestales en exigir la dimisión del consejero de Fomento y Medio Ambiente.
El leonés, que deja como legado su provincia medio arrasada, insistió una y otra vez en la eficacia de este modelo que ha calcinado cientos de miles de hectáreas. Lo defendió con declaraciones en la hemeroteca que le perseguirán toda su vida política, como aquel “mantener el operativo de incendios durante todo el año es absurdo y un despilfarro”, de 2018, e incluso después del anterior desastre de 2022 en la Sierra de la Culebra. Tras el balance final que deje este verano, es imprescindible un cambio de modelo. Y quizá, en una gestión tan identificada con Quiñones, también un cambio de consejero, tocado ya a las puertas de la precampaña electoral.
No es casualidad que no hayamos vuelto a escuchar a Suárez-Quiñones después del desafortunado “tenemos la mala costumbre de comer” en plena situación crítica de su competencia, prolongada durante semanas. En cuanto volvió de Cádiz, Mañueco tomó las riendas y apartó de los focos al consejero. Nadie sabe todavía si porque lo considera chamuscado o solo para reforzar esa imagen de liderazgo que necesita el presidente para encarar el nuevo ciclo electoral en el que peleará por volver a la tranquilidad de la mayoría absoluta, escenario que se aleja tras el desastre natural y humano.
Urge un cambio de modelo de gestión forestal. Este ha fracasado. No sirve la explicación de la excepcionalidad climática cuando los científicos aseguran que, a partir de ahora, la excepcionalidad será habitual como consecuencia del cambio climático. De hecho, es este nuevo escenario climático el que justifica encontrar formas más eficaces de defender nuestro territorio, la identidad y la memoria. Es el reto mayúsculo al que se enfrentan nuestras sociedades. No quisimos evitarlo, ahora toca afrontarlo.
Hay que ponerse a trabajar juntos, políticos y organizaciones forestales. Juntos y no enfrente. Probemos su modelo, a ver si funciona mejor. A ver si funciona. Quizá eso tampoco sea posible si el interlocutor es Juan Carlos Suárez-Quiñones.