Históricamente, Formentera siempre ha sido para gente guapa, con dinero y aura alternativa. O al menos parecía. Es verdad que el dorado de barco no tiene nada que ver con el moreno de piscina. Y te podrán llamar pija, farsante alternativa o lo que sea; pero quien te critica, está viendo tus fotos desde el sofá de su casa, sin aire acondicionado y muriéndose de envidia.

Enamorarse en Formentera es lo mejor que te puede pasar en verano. Aquí puedes prometer amor eterno cada diez minutos sabiendo que probablemente no vuelvas a volver a ver a esa persona nunca jamás en la vida. Es todo muy intenso y, durante el tiempo que dure, muy de verdad. Como todas las cosas que tienen fecha de caducidad conocida.

La magia de llegar de madrugada y darte un baño sin ropa con la luna llena de fondo es complicado de mejorar teniéndolo tan cerca. Despertarte con café recién hecho, quitarte la camiseta y tirarte a aguas cristalinas tiene mucho que ver con algo parecido al paraíso.

Este año Formentera se dirige desde Mallorca y, por lo que sea, han decidido que ya no les interesa que se gaste el dinero en espacios naturales protegidos. Han dejado sin trabajo a los DJs y los tardeos se han convertido en terrazas con niños pidiendo agua y correteando alrededor de gente rarísima que toma chupitos cada dos horas.

La isla tiene las plazas turísticas que tiene, y el intervencionismo está totalmente alejado de la realidad empresarial. Para sorpresa de absolutamente nadie, quien toma las decisiones no sabe lo que está haciendo, porque no solo se está perjudicando a beach clubs, también a taxistas, restauración y comercios. Hacer la temporada en Formentera ya no va a ser tan rentable y veremos cómo solucionan el problema del personal el año que viene. Porque las propinas tampoco van a ser lo mismo.

Quizá el turismo al que aspiran no puede asumir según que gastos. Si han convivido los dos tipos de visitantes durante años respetando incluso temporadas, ¿por qué se toman estas decisiones? Entiendo que no quieran que se convierta en un Ibiza, pero con la legislación que tenían ya se lo estaban asegurando. Y estaba bien. La convivencia entre ambas ya era armónica.

El verano que viene ya no habrá amores de Formentera ni anécdotas que contar durante el resto del año. Habrá otras cosas, supongo. El resto tendremos que buscar otras playas donde poder brindar y enamorarnos para sentir la adrenalina de las primeras veces durante al menos una semana al año.