Hubo charangas el fin de semana pasado en Peñafiel. Estaba de viaje con unos amigos de Madrid por la Ribera y, entre visita y visita a bodegas, paramos en el bar Campo. El bar Campo es un sitio con solera donde te encuentras desde señores con visera y cachaba, tomando claretes a las diez de la mañana, hasta treintañeros almorzando en mitad de la jornada. La gente con la ropa de trabajo, las botas llenas de barro y el palillo en la boca. Siempre hay un comentario entre cómico e hiriente para los forasteros, ¿puede haber algo más auténtico y entrañable?

En los pueblos de Valladolid la hora de almorzar es ambigua, porque depende mucho de la hora a la que hayas empezado a currar, aquí se madruga de verdad. Anotación para los de fuera: almorzar es la comida que haces entre el desayuno y la ingesta de las tres de la tarde. No es un brunch, no es un tentempié, no es un aperitivo. Almorzar es tomarte un plato de torreznos, un poco de oreja rebozada o un cacho de tortilla con una cerveza, un vino y un carajillo o café con chupito. No puedes pedirte el café sin el chupito, es un sacrilegio.

Y ahí fuimos a almorzar, al bar Campo. Donde te puedes pedir desde ese plato de torreznos de verdad (altamente recomendable) hasta unos mejillones en salsa de tomate buenísimos. No hay mejor sitio para unas raciones en la zona antes del mediodía, o al menos, yo no lo conozco. El quinto de cerveza está helado y los vinos entran fácil, ¿qué más se puede pedir? Claro, los de Madrid encantados. Más todavía cuando nos cobraron, les pareció una broma. La conversación derivó en que igual tenemos que replantearnos pedir menos pases con sucedáneo de trufa y reclamar más platos de toda la vida. Huyamos de lo neocastizo y volvamos a lo sencillo y cocinado con receta tradicional, de las de la abuela.

Entre la pandemia y el apagón del otro día, los pueblos han salvado mucha terapia para quien tuvo la suerte de poder irse. Tenemos la memoria muy corta, porque volvimos a la ciudad como ratas; una ciudad donde los alquileres cada vez son más altos y comprar un piso se está haciendo un mundo. Si vives en Valladolid, todavía puedes encontrar tomates que saben a tomate; pero si vives en Madrid el tomate es una mezcla entre agua, pesticidas foráneos y listillos de Chamberí.

Acabamos el recorrido de charangas pidiendo a San Isidro más agua, por lo visto va a ser un buen año. Mis amigos quieren volver pronto, siempre pasa. Repetiremos comida en Orígenes, Curioso o el Taller de Arzuaga. Pero, sobre todo, volveremos a almorzar al bar Campo.