No he cogido ninguna perra con la inmigración. Lo que no tengo intención es de callar y siempre defenderé la justicia social. Lo ha pedido el Papa a todos los católicos y lo que “Roma locuta, causa finita”. Publica esta casa “El cisma de los centros de migrantes en Castilla y León”. Debe ser un cisma tan abultado como el de las ex monjas de Belorado. Pero sin los lingotes de oro.
El Español Noticias de Castilla y León ha difundido que según el CIS, la inmigración es el principal problema de los españoles. Pensé con candidez que el principal mal de España era la división entre españolitos. Estoy anclado en Ortega y Gasset y la España invertebrada.
Recientemente asistí en la Universidad de Valladolid a un debate sobre la inmigración, en el que intervinieron Carmen González Enríquez, catedrática de ciencia política en la UNED e investigadora del Real Instituto Elcano y Miguel Ángel Cortés, exsecretario de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamerica. Mi buen amigo Cortés, irreductible liberal, se mostró partidario de acoger a los migrantes y legalizar cuando proceda en Derecho.
González Enríquez expuso la realidad actual de la inmigración en España. En nuestro país residen de forma legal nueve millones de migrantes, más otros tres hijos de estos que ya nacieron en territorio nacional. Aclaró que en sentido estricto se entiende por migrante a todo aquel no nacido en España, sea cual fuera su país de origen.
La investigadora, con fidedigna estadística, apuntó la verdadera realidad de la contribución de los migrantes a la economía española, sector a sector. Por no hablar de nuestro invierno demográfico, que salva muebles gracias a la natalidad de los foráneos, especialmente hispanoamericanos.
La agricultura intensiva y la extensiva serían insostenibles en España si no se atendieran por migrantes. Eso de doblar el lomo para recoger la fresa, que lo hagan otros. Sin migrantes no habría fresitas con nata montada. Las ovejas y las vacas son unas analfabetas inoportunas que no han leído el calendario gregoriano y producen leche incluso los domingos. Y como en la fiesta dominical los españolitos juegan al tute al calorcito de la estufa del bar, a las ovejas que las ordeñe Abdul.
Los pesados de los abuelitos tienen la mala costumbre de usar andador o necesitan silla de ruedas. Son unos coñazos y unos hipocondriacos. No hay manera de estar solos en casa viendo a Terelu en la tele, con lo entretenidos que están los programas del corazón. Menos mal que está Gisela, que huyó de la dictadura de Maduro y saca a pasear a la abuelita en su silla, tapada con una manta de tartán escocés. Y los ladrillos que los ponga Isael, que el andamio está muy alto.
González apabulló con las cifras. España no podría atender a los noventa y cuatro millones de turistas que anualmente recibe, si no fuera por la mano de obra migrante. El turismo internacional aportó ciento veintiséis mil millones de euros en 2024 , más del 13% de la riqueza del país.
A los españoles se nos ha hecho un arco de iglesia trabajar los domingos y festivos. Pero nos gusta salir a tomar vinitos y tapas. Los empresarios de hostelería no encuentran mano de obra nacional. Gracias a Elsa, a Rachid, a Josué podemos seguir gritando en las barras: “¡Una cañita muy fría, una de champi y otra de bravas!” Ah, si alguno me retira la palabra por cantar las verdades del barquero y condena a cubrir mi cabeza con un fez marroquí , me vendrá muy bien para falsear los cuatro pelos que me quedan. Anulado el viaje a Turquía.