Hablando de educación tenemos dos opciones con respecto al reparto de la jornada. La jornada partida donde las clases se reparten entre la mañana y la tarde y la jornada continua o única donde todas las clases se desarrollan en horario de mañana.

Esto siempre ha estado en el epicentro de uno de los huracanes educativos más polémicos, con voces a favor y en contra de ambas posibilidades.

Al final, la última decisión la tienen los padres, que son los que elegirán en qué centro estudiará su hijo.

Hablando de datos, suelen hacerse encuestas anuales para averiguar el tipo de jornada que tienen los centros por comunidades autónomas, por etapas, por niveles socioeconómicos de las familias y muchos parámetros más que complican los resultados.

Si hablamos de educación infantil y primaria en casi todas las comunidades gana la jornada única con un porcentaje bastante elevado respeto de la jornada partida, aproximadamente un 80% de los alumnos la cursan. En educación secundaria es algo más bajo, estamos hablando de algo menos del 75%, pero aun así sigue siendo muy elevado.

Con respecto a los niveles socioeconómicos, si hablamos de alumnos desfavorecidos los datos son claros. Cuanto mayor tiempo pasen en el centro escolar mayor será su rendimiento y menor será la brecha de desigualdad.

En estos casos quizás prima la cantidad a la calidad, pero aún así siguen saliendo beneficiados.

Si seguimos manejando datos, podemos decir que, aunque no hay muchos estudios sobre la repercusión en el aprendizaje de los alumnos, los que han salido a la luz coinciden en que suele haber un mayor fracaso educativo en alumnos pertenecientes a colegios con jornada única. Dato que choca frontalmente con los resultados PISA, que no aprecia diferencia alguna ni relación entre sus resultados y ambos tipos de jornada.

Uno de los factores que se suelen utilizar para potenciar la jornada continua es que a primera hora de la tarde los picos de atención son los más bajos del día, porque aumenta la somnolencia.

Sin embargo, hay expertos que se oponen de forma tajante a esto y dicen que ese pico se da al final de la mañana en la jornada continua.

Claramente, aquí habría que separar infantil y primaria de secundaria, porque en los adolescentes el patrón del sueño cambia y se retrasa.

Finalmente, ¿qué conclusiones podemos sacar…? Ninguna.

Después de analizar miles de estudios, datos y condiciones vemos que unos chocan con otros llevándose la contraria continuamente.

No quiero pensar en la posible manipulación de los datos para aconsejar una u otra jornada. Pero sí me llama la atención que es imposible tener apuntes certeros y concretos.

Desde mi punto de vista, cada alumno es un mundo, totalmente diferente a su compañero de al lado. Así que, así debería ser el análisis, uno por uno.

Podremos analizar su personalidad, edad, nivel socioeconómico, género, capacidad de concentración y estudio llegando a conclusiones certeras donde podremos ver qué es mejor para nuestro hijo. Ahí sí encontraremos el éxito.

Claramente esta utopía es inviable, no se puede hacer un estudio personalizado niño por niño. Por lo que dejamos ese trabajo a los padres que deben ver cómo es su hijo y decidir qué es lo mejor para él.

Esto raramente pasa, porque en una familia priman los horarios de entrada y de salida de los progenitores en sus empleos, las extraescolares, las particulares y después el horario escolar de sus hijos.

Con lo cual no hay debate, cada padre y madre que decida. Pero que no olviden que es algo importante para su hijo y que deberían de tomárselo muy en serio porque elegir mal puede perjudicar a largo plazo el futuro académico de su retoño.