En lo político, hemos pasado en Castilla y León de ser unos absolutos desconocidos a abrir cada día los telediarios nacionales. Y no precisamente para bien. Juan Vicente Herrera permaneció al frente de la Junta de Castilla y León la friolera de casi veinte años y, aun así, su nombre y su cara resultaban desconocidos para la mayoría de los españoles.

Lo que Herrera no consiguió en cuatro lustros lo ha logrado en pocos meses esta collera singular que conforman Alfonso Fernández Mañueco y Juan García-Gallardo. Los españoles no solo saben ahora quién es el presidente del ejecutivo regional, sino que también conocen con bastante detalle al vicepresidente, máquina fecunda en alumbrar titulares periodísticos.

Mañueco y García-Gallardo recuerdan a Pepe Gotera y Otilio, los famosos protagonistas de aquellas historietas de Francisco Ibáñez que tanto deleitaron a los adolescentes de varias generaciones. El ‘protocolo fantasma’ sobre el aborto o el caso del congreso provincial de Salamanca son tal que aquellas disparatadas “chapuzas a domicilio” de los entrañables personajes del cómic de Ibáñez.

A García-Gallardo se le fue la mano con el pimentón del aborto. Las malas lenguas tratan a menudo de ridiculizarlo comparándolo con un títere de guiñol. Se dice de él que su única función es la de mover los labios para que no se note mucho que el que habla por detrás es el ventrílocuo Abascal. Sin embargo, sospecho que muchas de sus estridencias verbales son realmente cosecha propia, fruto, sin duda, de su bisoñez política.

Guste o no, Gallardo es una persona coherente con su ideario político. Al mismo tiempo, es un ingenuo que dice lo que piensa, cuando todo el mundo sabe que la política consiste a menudo en lo contrario. Y para colmo, lo dice mal, porque la oratoria parlamentaria tampoco está entre sus mejores virtudes o quizás no se prepara los asuntos como debiera.

Al PP de Castilla y León en general, y a Fernández Mañueco en particular, le incomodan sobremanera estas salidas de tono de García-Gallardo. Es visible el temblor de canillas que recorre al Grupo del PP en las Cortes regionales cada vez que García-Gallardo toma el micrófono para responder a la oposición. Los procuradores populares agachan la cabeza y se miran de reojo esperando lo peor. Porque cuando Gallardo abre la boca la polémica y el titular periodístico están prácticamente asegurados.

La inexperiencia política de Gallardo le ha impedido ver las consecuencias de su radicalismo. La polémica sobre el aborto se ha saldado finalmente con la derrota de Vox, que se ha visto obligado a recular cuando Santiago Abascal intuyó que estaba en juego la continuidad del pacto de gobierno en Castilla y León.

Hasta ahora se pensaba que el PP era rehén de Vox. Sin embargo, tras esta polémica sobre el aborto parece que sucede lo contrario. Y es que las cosas han cambiado mucho en las últimas semanas, ante la inminencia de los comicios municipales y la incertidumbre de las generales.

El peligro de la ruptura del pacto en Castilla y León no interesa ni a Vox ni a Fernández Mañueco, pero sí al PP nacional. Cada vez son más las voces en Génova, 13, que apuestan por romper con las huestes de Abascal para que Feijóo concurra a las elecciones liberado del estigma del gobierno con Vox en Castilla y León.

La posibilidad de que la comunidad autónoma celebre autonómicas de nuevo el 28 de mayo es muy real. El problema es qué hacer con Alfonso Fernández Mañueco, que es a quien compete convocarlas. Esa decisión drástica conllevaría buscar a algún candidato o candidata con posibilidades de lograr para el PP una victoria similar a la de Juanma Moreno en Andalucía.

La figura política de Mañueco no parece ya la más adecuada a tenor de los resultados que ha cosechado en las dos últimas convocatorias, que le obligaron a pactar primero con Ciudadanos y ahora con Vox. Los nombres para sustituirlo en esas hipotéticas elecciones autonómicas comienzan a sonar ya en los mentideros políticos madrileños. Algunos de esos sustitutos residen actualmente en la comunidad autónoma, otros están fuera.

Si se piensa fríamente, la reedición de las autonómicas sólo tiene beneficios para Feijóo y ningún aspecto negativo. Con un candidato adecuado y la tradicional fuerza del PP en el ámbito rural las posibilidades de mejorar con creces los resultados electorales en Castilla y León son muy elevadas.

El escollo, claro, es el propio Alfonso Fernández Mañueco, que, paradójicamente, es a quien corresponde convocarlas. Y, a día de hoy, no parece que esté muy por la labor de pegarse un tiro en el pie. Así pues, entre el pacto autonómico con Vox y el culebrón del congreso provincial de Salamanca (con el severo reproche ayer de la jueza al líder nacional del PP por no comparecer mientras se paseaba por Fitur retransmitido en directo), Mañueco se ha convertido en un incómodo jarrón chino para Núñez Feijóo.