-La tierra para quien se la trabaja, como decían los anarquistas auténticos –me dice mi amigo, soriano de Tierras Altas, hombre curtido en las mil batallas perdidas de esos movimientos sociales que a la vuelta de tantas derrotas han cambiado de estrategia-.

Compartimos un almuerzo reparador tras una paseata durita por un escenario tan intenso y agreste como magnífico, tremendo en su soledad, ese que Machado cantó con versos que le brotaron de los hondones del alma: “Allá las Tierras Altas/ por donde traza el Duero su curva de ballesta/ […] mi corazón está vagando, en sueños”.

Han cambiado de estrategia, y se sienten seguros. “Esta vez, si”. No manejan estudios demoscópicos, porque carecen de posibles económicos (“y si los tuviéramos tampoco los gastaríamos en eso”), ni se toman al pie de la letra las estadísticas. “Nos orientamos por el viento que viene de cara y nos guiamos por los barruntos”

Mi amigo tiene la oreja pegada al suelo y sabe, uno por uno, lo que cada paisano votará, si es que vota, en estos dominios del abandono, ya en Arévalo de la Sierra, ya en Fuentes de Magaña, ya en Suellacabras, sobre medio centenar de habitantes reales los dos primeros, menos de veinte el tercero, caseríos malparados y con las casutañas de los alrededores para los restos.

“Abonecé” –me dice con sonrisa cómplice, sabedor de mi gusto por los sorianismos, y con esa palabra el santo se me fue al cielo de las voces perdidas, recordando que hace años, muchos años, que no escucho “aonecé” en los pueblos comarcanos de Béjar, como mi abuela me maliciaba para señalar que cuando yo salía de la cama ella ya tenía la jornada hecha.

Mi amigo me devuelve a la realidad con una palmada en el hombro; y sigue, repitiendo la palabra con que me traspuso: “abonecé y me dí a la labor de las elecciones. Como hay Dios, que estas no se nos escapan”.           

Hombre inteligente, con esa inteligencia avisada y astuta de la gente del campo, no me abruma con una ristra de datos demográficos desoladores, por desgracia ciertos, sino que lleva la conversación por donde de antemano me sabe ganado para la causa:

-¿Te acuerdas de Kennedy?

-¿Kennedy? El presidente norteamericano, pero a qué viene esto.

-No, hombre, me refiero a aquel alcalde eterno de Almazán, que iba a lo kennedy, mandamás con UCD, patrón con ADEI y jefe con AP, que ya nos cruzábamos apuestas a ver si también lo sería con el PSOE.

-Claro que me acuerdo de Kennedy, un fenómeno. Hasta que él irrumpió en la alcaldía, en Almazán se daban los toros en una portátil, montada en el campo de San Francisco, donde se alza la nueva.

-Eso es, en 1980, Kennedy era un tío, daba sopas con ondas a estos. Por si lo has olvidado:  la plaza se construyó en dos meses, y ahí continua, no hay Cristo que la hunda; dos meses, eh, dos mee ses (zaraballea, que es el sorianismo para cuando uno se trabuca la lengua), costó dieeee ciooocho miiii llones de pesetas (apenas ciento diez mil euros), y no coooo mo esa carreee  tera (bebe un vaso de agua, el tercero, y el zaraballeo se le va)  de los diablos  por la que tus habrás venido esta mañana (la Autovía del Duero), empezada en el siglo pasado y que al paso de carreta que llevan las obras se adentrará en el siguiente. ¿Tienes presente su aforo?

-Creo que por encima  de cinco mil personas.

-Cinco mil quinientas largas. Almazán rondaba entonces los seis mil paisanos, y todos pensábamos, ilusionados con la democracia y entontados  con la autonomía, que iríamos para arriba. Así que una plaza con ese aforo se nos figuró prudente. Pues nuestro gozo en un pozo; crecimiento al revés: poco más de cuatro mil habitantes, la economía por los suelos, y bajando …

La comparativa de la plaza de toros, en la que yo no había caído, me deja sin palabras.

-Esto es lo que en Soria nos ha traído el progreso. Por eso hemos dado el paso adelante de saltar a la arena política. Si tú fueras soriano –concluye-, ¿a qué nos votarías?

(Con la respuesta a punto de teclado, suena el teléfono con insistencia: que me estoy retrasando, que mande el artículo. Vaya por Dios, no puedo continuar).