Frente a mi balcón, hoy se han presentado dos hechos diferentes pero con un denominador común: la Filosofía. Si al atardecer del día pude visionar un programa sobre la figura del filósofo Emilio Lledó, a esa misma hora llegaba también la noticia del fallecimiento de otro  filósofo:  Antonio Escohotado. 

No voy a hacer la típica reseña sobre el pensamiento filosófico de cada uno de ellos, volcado en las fuentes griegas uno, y en la libertad del pensamiento frente a ideologías totalitarias el otro. Lo que más me llama la atención de ambos es su capacidad reflexiva, su inteligencia analizadora de seres, de los acontecimientos que rodean la vida del hombre y sobre la vida misma. Y esta es la labor de la Filosofía: ser "desveladora" de la realidad. Para ello necesitamos hombres y mujeres que, entregados a esa labor, nos hagan partícipes de sus reflexiones para salir de la caverna en la que nos encontramos.

El Mito de la Caverna de Platón. ¡Cuánta verdad y actualidad en sus enseñanzas! Seguimos empeñados en hacer de las sombras la única realidad, porque la comodidad  de la estancia en el fondo de la caverna, donde no existe más esfuerzo que visionar en la oscuridad la película de la vida que nos proyectan, no es comparable con la lucha por salir a la luz de la verdad.

Es una tarea difícil, costosa, exigente, arriesgada, que no tiene cabida en los presupuestos  con los que nos empeñamos en vivir. "Sobre-vivimos" sin hincar los pies en la tierra firme para tomar impulso y ascender la "escarpada cuesta"  que nos permite llegar a ver la luz del sol, requiere esfuerzo y disciplina mental.

Hemos desterrado la reflexión y a aquellos que nos pueden ayudar a encontrar el camino para salir de las sombras: los filósofos. Esta afirmación no es gratuita cuando se puede comprobar el abandono en que se encuentra en los planes de estudio. Ni la Filosofía como tal, ni la Historia de la Filosofía (Filosofía de todas formas), están presentes en unos planes de estudio medianamente razonables. 

Y este abandono es producto de muchas cosas. Es cierto que la clase política o dirigentes del país en sus determinadas épocas han ido abandonando el gusto por la Filosofía, es decir, por la reflexión ordenada y coherente (¡ingenuo de mí hablar de coherencia!); pero también es cierto que la sociedad tampoco está sintiendo la necesidad de filosofar, de reflexionar ordenadamente.

Cuando una sociedad no siente necesidad de algo es por dos razones: o porque está llena de ella, o porque su falta es tal que su cuerpo no precisa de tal alimento. La "anorexia intelectual" se ha hecho presente en el común de los mortales y esto es un motivo más de alarma nacional. El mismo Escohotado decía hablando de los jóvenes como reflejo de lo que hay en la sociedad: "Es una generación que aún no ha cortado el cordón umbilical y sigue en el útero materno. Estoy un poco asustado con su pasividad. Creo que es invertebrada, consentida y que su voluntad es residual".

¡Triste situación! Pero sorprendernos de esta reacción de la sociedad sería un tanto hipócrita. Cuando lo tenemos todo o casi todo, cuando nuestro espíritu está con sobrepeso de materialidad, cuando estamos tan apegados al suelo que somos incapaces de sobrevolar por encima de la cotidianeidad, no podemos llamarnos a engaño: la reflexión es inútil. Sobra buscar razones explicativas de nuestra existencia, solo procuramos que nos lo den explicado. La Filosofía se hace prescindible e inútil  ante  nuestra ceguera mental.

Un filósofo actual (Javier Gomá), de forma acertada, compara la Filosofía como una portería de aquellas casas antiguas a las que se acudía para preguntar sobre cuestiones varias que atañían al barrio. En los anuncios sobre alquileres de viviendas u otras cuestiones, se solía colocar al final la frase "razón, portería". 

De eso se trata, de que exista esa "portería" donde hombres como Emilio Lledó, Antonio Escohotado  y  otros muchos nos "den razón" de nuestra existencia, nos ayuden a encontrar el sentido de esta, a quitar el velo que oculta la auténtica realidad y "des-velar" la verdad, a pensar. En definitiva, a salir de las estancias oscuras de la caverna.

Por eso, si queremos que esta sociedad no esté ocupada por seres de existencia opaca, si queremos que nos formemos en la búsqueda de la razón de las cosas, en la lucha por encontrar sentido a nuestra existencia más allá de la utilidad, volvamos a dar la oportunidad a los jóvenes a enfrentarse a aquellos que tuvieron siempre presente que lo más importante del hombre es ser, existencia vivida en plenitud en la búsqueda de la verdad.

Si se opta por lo contrario, no solo se estarán "fabricando" seres maleables al antojo del que manda, sino que también se estará hurtando una posibilidad de desarrollo personal a muchas generaciones y de esto tendrán que dar cuenta a la historia, porque a sus conciencias, desgraciadamente, nada les afecta.