Ay, chiquilla. Iba a decirte que en qué momento tan convulso y peligroso te ha tocado vivir. Pero entraríamos en ese debate que nos engaña y separa de la víctima. Siempre.

El sexo llevado a ese terreno de violencia y dominación donde el animal devora a su presa para satisfacer su 'yo' más oscuro. Donde sólo importa mi deseo y mi ahora. Donde el ser humano vuelve a la caverna. En ese cóctel explosivo que consumen muchos jóvenes donde se mezclan el porno y el bombardeo constante de la importancia del sexo. El sexo como amo y señor. El sexo por todos los lados.

La ausencia absoluta de libertad interior. 

Hemos perdido el norte, chiquilla. Desde esa tribuna de odio en la que se ha convertido Twitter, asisto impotente al baile de razones y argumentos que acompañan al terror, como si el terror en sí mismo no fuera suficiente, como si no pudiéramos aislarlo y juzgarlo sin más.

Ay, chiquilla. Te miro a través de mis ojos. A kilómetros de distancia. Te siento a través de mi dolor, que es el tuyo. Te abrazo, te consuelo y me consuelo desde mis oraciones.

Cojo tu mano. Cierro los ojos y cojo tu mano. Desde aquí. Con el amor de una madre que llora el terror ejercido sobre otros hijos, otros padres. Y lloro. Lloro, chiquilla. Lloro tu miedo. Y quisiera abrazarte.

No somos capaces de aislar los actos más aberrantes contra menores para que el mal no tenga escapatoria. Para que no haya lugar a la interpretación. Y así, el mal se hace fuerte. Impune. Porque encuentra quien le abra la puerta al relativismo más inmoral y abyecto.

Si yo pudiera... Si yo pudiera borrar de un plumazo tu memoria. Si yo pudiera. Pero no puedo. 

El silencio de los corderos. Tu voz, la de tus padres, sepultada entre el ruido de las opiniones de todos los demás. 

     No debio dejarle llegar tan tarde a casa

     No debieron permitirle volver en tren a esas horas siendo una cría

    Pues antes no pasaba esto

    Esto es culpa de la libertad de hoy en día

    El problema es que se les da demasiados derechos

Duerme, descansa. Respira. Quédate con nosotros. No te vayas. Vive. Vuelve a soñar. Llora. Ama. Ojalá puedas vivir sin miedo algún día. No sé muy bien cómo. 

Hay cierto recelo travestido de intelectualidad en hacer algo tan simple como aislar y diferenciar el bien del mal. En no dejar que el terror disponga de una sola rendija a través de la cual compartir las causas que lo llevan a la autoría de sus actos.

Pero en esta España de caínes y abeles, que no es sino la misma de siempre, nos cuesta aislar nuestros prejuicios frente a la aberración. 

Porque tu dolor puede pasarle factura al político de turno. Así que nuestra mente busca la rendija por la que lanzar una disimulada muleta al servidor púbico que suavice las preguntas que lo interrogan desde cualquier punto del país: ¿qué coños estáis haciendo que cada día hay más violaciones y agresiones a nuestros hijos?

Un Juez ha ordenado retirar una guía que se distribuía en las aulas de primaria y de la ESO en un colegio público de Getafe. "Apaga la tele y enciende tu clítoris". La prostitución de la niñez bajo la mentira del progreso. Los padres en un continuo paseíllo hacia los juzgados para defenderse de un Estado podrido que dice proteger a nuestros hijos mejor que nosotros mismos mientras crece un 30% las denuncias por violaciones.

El engaño perverso del empoderamiento de la juventud en el umbral de la niñez haciendo omnipresente el sexo como algo ajeno a una madurez necesaria. La victoria de la posmodernidad basada en el sexo y los sexos, por encima de la razón. 

Y qué más dan los datos de criminalidad, chiquilla. Si nadie va a asumir que esto falla. Mañana hablaremos de que ha subido la luz o de que Casado quiere tumbar a Ayuso. Sociedad enferma que no se paraliza para exigir cambios ante un goteo cada vez mayor de tortura infantil y juvenil. 

Mañana ya no serás titular, chiquilla. Otro titular, otra cortina de humo, tapará nuestras vergüenzas como sociedad. El humo tras el cual se perderá la impotencia y se desdibujará nuestra ira.

Yo me acordaré de ti. Estoy ahí, contigo. Te pienso. Te acompaño. Te pido perdón. Perdón por no acertar con las palabras adecuadas desde esta humilde tribuna para poder ser revulsivo que ponga encima de la mesa que el sistema no funciona. 

Si pudiera borrar de un plumazo tus heridas y tu recuerdo de aquella noche. Si yo pudiera.