La fuerza de la democracia se mide, no solo en el libre ejercicio de la representación que los políticos reciben tras unas elecciones, no solo en la soberano  e independiente ejercicio del gobierno que sale de las urnas, la fuerza de la democracia se mide también por la capacidad que tiene ésta de ejercer una fuerza centrífuga sobre los ciudadanos para hacerlos girar alrededor de una urna.

La democracia no es responsable de no atraer con esa fuerza a cuantos más electores sean posibles, es la democracia pues, una víctima pasiva, una engañada más por el ejercicio de la actual política.

Si algo demostró las elecciones de la Comunidad de Madrid de este año es que la acción política es la causante de ejercer en el ciudadano esa fuerza; ayer en Madrid fue Ayuso que centrifugó los datos electorales, datos hasta ahora nunca vistos y que atrajo alrededor de las urnas a la mayoría del electorado.

En esta acción no se sabe si fue la necesidad o el miedo, el conocimiento de lo bueno y lo malo dela idoneidad del candidato o candidatos, esto da igual, Zenon de Citio ha hecho de la necesidad virtud en la figura de Ayuso, estoicamente los ciudadanos eligieron y la democracia se hizo fuerte con un índice de participación, como digo, nunca visto hasta ahora, más de un 76%.

Lo que extraemos de este superficial análisis (la diferencia es tan apabullante que no se necesario uno más profundo) es que un candidato unido a un buen gobierno (los ciudadanos con su voto decidieron que el de Ayuso ha sido bueno) ha centrifugado para sí el voto. Pero realmente Ayuso era buen candidato, o quizás el defecto estaba  enfrente.

Buen gobierno y candidato adecuado es un dueto que a nivel nacional, hoy, ningún partido puede ofrecer: unos fracasan por ambas circunstancias; el PSOE gobierno  y candidato que ya le vaticinan perdedor.

En otros partidos no hay política que pueda ejercer de fuerza de atracción para un proceso electoral a nivel nacional que se vaticina por muchos en la primera mitad del 22.

El PP ha tenido la oportunidad de demostrar su fuerza política en las comunidades en las que manda o comanda con distintos y dispares resultados, salvo en Madrid, en los territorios en los que gobierna no han demostrado nada, son tan anodinos como Sánchez. Y aquella fuerza recogida en Madrid alguien la está gastando en intentar arrancar un motor que no combustiona bien y el que gira la llave de tanto fallido arranque ahogará al final el motor.

La fuerza centrípeta que emana de unos y otros partidos, están expulsando el voto a los extremos y van a conseguir una vez más, que la democracia pierda de nuevo que la abstención vuelva a aumentar sus números; yo solo espero que el estoicismo se adueñe del electorado a nivel nacional y hagamos de la necesidad virtud para superar a un gobierno, el de Sánchez, avasallado por sus necesidades, necesidades nada virtuosas.