Pablo Iglesias ha empezado su peregrinaje como opinador sin partido por los distintos medios de comunicación. De momento, su primer artículo en CTXT no ha provocado grandes convulsiones en el panorama mediático nacional.

Es imposible que lo provoque porque el ex líder de Podemos no es un analista ni nunca lo ha sido. Su papel, fuera del Gobierno y dentro de él, siempre ha sido el de un doctrinario, un agitador de ideas y propagandista de un modo de ver la política más que de un diseccionador de la realidad aunque con un punto de vista de izquierdas, eso sí.

La gracia que tuvo, pues, en sus primeras apariciones mediáticas y la fuerza que le sobrevino después tras sus sucesivos éxitos políticos han desaparecido. Por eso, en su primer artículo periodístico de esta nueva etapa no aporta nada novedoso, porque hablar del “peligro” de que VOX y el PP lleguen al poder, poniendo al país al borde del fascismo, no es un análisis, sino una proclama como las que hace la extrema izquierda y/o separatista un día sí y otro también en el Parlamento.

La aportación original y de interés de Pablo Iglesias habrían sido unas Memorias de su paso por el Gobierno, donde contase la verdad sobre sus coincidencias y disensiones con Pedro Sánchez. Al menos, a falta de análisis habríamos tenido un testimonio único que sólo él podría dar.

A falta de eso, por muy eficaz que sea su papel de agitador, sobre todo cuando vuelva a esa televisión que tan bien domina, su rol queda reducido al de un ideólogo de izquierdas, sin poder orgánico, o sea, como un Juan Carlos Monedero, otrora referente político de esa misma izquierda.

Así que vamos a oír hablar mucho de Pablo Iglesias cuando recupere sus púlpitos de antaño y acumule otros nuevos. Pero no serán los suyos unos análisis que haya que seguir para entender la realidad sino unas soflamas de alguien que tuvo el poder y ahora sólo le queda el querer de seguir siendo lo que fue aunque de otra manera.