No es para ponerse transcendente o casi filosófico, pero la muerte que es el fin de la vida invita a ello. Y no olvidemos la osmosis entre vivos y muertos hasta el extremo de que los muertos también tienen vida y siguen existiendo pues, como dijo Cicerón"La vida de los muertos permanece en el recuerdo de los vivos" 

También Isabel Allende dice algo parecido, siglos después, "La muerte no existe. La gente solo se muere cuando se la olvida. Si tu me recuerdas, yo seguiré contigo".


Y no son solo frases, más o menos brillantes, sino la forma de interpretar la estrecha vinculación entre dos etapas de nuestra vida o nuestra muerte. Ya que estamos viviendo y al mismo tiempo muriendo, aunque esto suene tétrico y trágico y alguien dirá: "toca madera".

Pero ¿qué pensar sino de tragedias como la de Afganistán o mucho más próximas como las pateras de emigrantes que huyen del hambre y la violencia?. Tanto en un caso como en otro, la tragedia no es inventada sino real y sos sobrecoge por su dimensión que parece no tener límites.

Ahora, se plantea una vez más la vigencia y aplicación efectiva, del derecho humano a emigrar del propio país reconocido en la Declaración Universal de 1948. Y si esto es así, ¿por sior qué no se arbitran medios para su efectividad?. 

Se dirá que es la pregunta del millón. Pero no es a mi juicio por razones humanitarias, que también, por lo que hay que ayudar a estas personas, sino y esto es lo más importante, porque están ejerciendo un derecho humano y como y tal, la ONU, debería ampararlas con todos sus medios.

Algo, bastante, están haciendo países como el nuestro en el caso de Afganistán, sin embargo en el de los emigrantes de las pateras o saltando la valla en Ceuta o Melilla, ya es otro cantar. Aquí falta mucho camino por recorrer y la muerte se entrelaza en los cuerpos, muchas veces  niños, de tantos infelices que quieren retardar el momento de pasar al recuerdo. Y que, aunque no lo sepan, están, además, en su legítimo derecho.