No es que no haya temas sobre los que tratar. Al contrario. La actualidad es riquísima en asuntos a los que sacarle punta. Lo malo es que según lo que digas incurres en la neoinquisición de lo políticamente correcto y andas pisando, como quien dice, un campo de minas lingüístico.

Un ejemplo del cuidado a tener con el lenguaje lo tenemos en la suspensión de los festejos taurinos en Gijón, aprovechando que sendos toros a ser lidiados se llamaban, respectivamente, Feminista y Nigeriano. ¡Qué oportunidad de censura por parte de la alcaldesa de la localidad el que se quisiese matar a animales con esos nombres! La oportunidad, cogida al vuelo, no hubiese sido posible con toros llamados, por ejemplo, Conservador y Español, cuya muerte no habría tenido pegas desde el punto de vista semántico.

Un porcentaje nada despreciable del diccionario de la RAE está prácticamente vetado por la corrección lingüística de hoy día. Y tampoco se respetan los dichos y modismos del acervo popular, pues ya no puede afirmarse de nadie que trabaja como un negro o que le engañan como a un chino, ni que nos hallamos ante algún obstáculo que no se lo salta un gitano ni que debamos estar al tanto porque hay moros en la costa.



Hoy día hay que estar al tanto, pues, con lo que se dice, cosa que no ocurría en tiempos de Julio Verne, la mitad de cuya obra no se imprimiría en la actualidad por racista, o como le acaba de pasar a Agatha Christie, cuya famosa novela Diez negritos ha debido de cambiar de título en Francia.

Algo parecido le está ocurriendo al clásico texto de John Gray Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, que ha ayudado a cientos de miles de parejas a resolver sus problemas de comunicación basándose en la diferente idiosincrasia de ambos sexos, distinción abominable para muchos hoy día.

Como se ve, ni lo más evidente se contextualiza, explicando sus razones históricas o de otro tipo para entender las restricciones del lenguaje. Tampoco cabe decir aquí, como en otros casos, que esto en los países serios no ocurriría, pues ya hemos visto ejemplos de Francia y Estados Unidos, donde no se andan con chiquitas a la hora de censurar lo que se debe decir.

No me negarán, pues, con lo explicado hasta aquí, que lo de escribir se está poniendo más difícil cada día.