Nunca un pobre ha sacado de la pobreza a otro pobre, salvo que le toque la lotería o encuentre una mina de oro u opte por dedicarse a actividades ilegales. Para poder luchar contra la pobreza hay que disponer de recursos, ser rico o ser misericordioso o compasivo. En primer lugar ser consciente de las necesidades del prójimo para poder empezar a hacer algo. Henry Ford afirmaba que "tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, tienes razón"... A día de hoy toca hacer.



No son mejores los pobres que los ricos. Ni tienen una predisposición igual o superior para mejorar el mundo que les rodea. Hay ricos buenos y malos como hay pobres generosos y ruines. La riqueza no es mala ni es buena es una gran herramienta cuando se emplea en ayudar a los demás.



El mal llamado progresismo de izquierda o modernismo, como dicen en América, los enemigos del champú y del jabón, entre otros de signo similar, siempre se han apropiado del derecho a despojar al que tiene para repartirlo entre los demás, pero ¿después qué hacemos? ¿Más de lo mismo y a quién? Es muy fácil vivir de un populismo vacío de contenido y presentarse como adalid de los pobres o desfavorecidos para que les voten, repartir la pobreza y conseguir así una mayor masa de votantes para beneficio propio y sostenerse en el poder.



La solución no es esa. Creando pobreza no se crea riqueza. La riqueza se crea si las personas se levantan cada mañana pensando en "¿qué puedo hacer para mejorar mi vida?" sin tener que robárselo a otro. Al final la suma hace que la sociedad sea mejor.



En España tenemos un panorama muy cercano al absurdo, nada es lo que parece y nadie juega el papel que le corresponde en todos los niveles sociales. Wiston Churchill afirmaba que "el problema de nuestra época consiste en que sus hombes no quieren ser útiles sino importantes". Llevamos aguantando el llamado "decenio de los irresponsables" sin que nadie haga nada para remediarlo. No es corrupción es la irresponsabilidad de la sociedad la que nos ha llevado donde estamos.



La proliferación de listillos, de liantes, de tontos útiles, de comparsas de cofradía, etc. Personas ellas al final huecas y con pocas ganas de trabajar que se venden al que les echa un poco de alpiste acompañado de un falso progresismo barnizado de buenismo. Nos han hecho tragar con la zafiedad y la mugre que campea por todas partes y a todos los niveles. Hemos asistido al espectáculo de ver diputados, presuntamente drogados o no, durmiendo en el congreso de los diputados y a muchas más irreverencias y soeces. Diputados o senadores que no saben ni escribir sin faltas de ortografía lo que nos hace pensar que tampoco sabrán leer o entender los documentos que se les presentan.



Nos hacen vivir con una zafiedad moral y material con la que algunos se les ve encantados aunque no sepan a donde van. El retroceso intelectual y de la influencia de las personas con sentido común, es decir, las razonables que razonan verdaderamente cultas ha hecho que campen los incautos bien intencionados mostrando una indignación precocinada que no es la real. Jacinto Benavente escribió que "es tan fea la envidia que siempre anda por el mundo disfrazada, y nunca más odiosa que cuando pretende disfrazarse de justicia".



Parece que los valores se pueden comprar en los centros comerciales. Se ha perdido la visión común de país que no es más que la de la idea de unidad, de patria y del bien común. Idea fundamental para que los ciudadanos salgan de cualquier crisis. Se infantilizan un día sí y otro también los grandes hechos y hazañas de nuestra historia, como si gobernar un país hubiera sido un juego de la videoconsola. Personas que no saben gobernar su casa ni sus cuentas, que carecen del valor y el temple necesario se atreven a ser presidentes de lo que sea, sin valer para serlo ni de su comunidad de escalera. Son los que se atreven a juzgar la historia y lo que ha hecho España a través de los siglos. Cuando un barco zarpaba quedaba cortada toda comunicación y la misión se cumplía o no dependiendo de la cuadratura de los atributos de los tripulantes o soldados... Cuadratura de la que se carece hoy en muchos casos. No quedan ya personas capaces de tener ni diez minutos buenos.



En pocas palabras despreciados todos los valores que nos podían quedar, ni siquiera se ha impuesto una visión de altura, la toma de conciencia del momento en que vivimos, ni una cierta preocupación por el futuro. Tan sólo una ignorancia reconducida por unos pocos que van de listos sin nada en las alforjas. Inmersos en el absurdo vamos camino de un caldo de cultivo de ambiciones mezquinas y sórdidas. Una nueva ocasión para medrar en la que no se ofrece nada salvo la rapiña pura y dura para las malas personas esta vez a costa de una plandemia además de los españoles.



España siempre ha sido una gran nación, construida día a día por una raza de personas duras, impávidas y creativas; bastaría con abandonar la realidad virtual en la que nos tienen sumergidos y desenmascarar a quienes intentan destruir nuestra cultura y nuestra convivencia en paz. Sun Tzu señalaba que hay unas reglas de la guerra que conviene no olvidar como es que nunca hay que jugar en el terreno del enemigo ni darle facilidades. Es imprudente acudir allí donde se nos está esperando, es decir actuar como esperan que actuemos. De momento son minoría los que se preocupan más de cumplir deberes que de reclamar derechos.