En la época de mis abuelos sufrieron la crisis del 29 y, acto seguido, la guerra incivil a la que nos abocaron las dos Españas que se crean fruto del germen de la mentira y el odio. En aquel momento, mientras los unos y los otros, como la cizaña, se enredaban en ahogar al adversario, nuestros mayores se dedicaban a trabajar, a sufrir, a perder la vida deslomándose en el trabajo para dar de comer a la prole. Eran pobres, eran duros, eran felices y era humildes.

Nuestros padres, vivieron de niños la guerra y luego les tocó la reconstrucción, el engrandecimiento de esa España que sus padres rompieron y volvieron a hacer andar, pero a ellos les tocaba, nuevamente con sufrimiento, con esfuerzo, perdiendo la vida en dejar a sus hijos una España de prosperidad y grande, muy grande, que era capaz, ya con la ayuda de algunos más jóvenes, de olvidar las dos Españas, perdonar, mirar adelante y darnos una democracia, una libertad y una España, ahora sí grande y libre.

Algunos vivimos de niños los estertores del franquismo y, sobre todo, comprobamos los esfuerzos de nuestros padres poder devolver algo grande a nuestra historia, vivimos la transición, la grandeza de corazón de todos, la violencia de ETA, la fortaleza del Estado. Unos estábamos haciendo el servicio militar cuando, intentaron torcer el rumbo. El primer miedo e ilusión por el gobierno del PSOE, comprobamos la decepción, la corrupción y la llegada de Aznar, no para salir de una depresión económica, sino como ilusión de regeneración de la política, ¡ilusos de nosotros!

Cogimos el testigo de nuestros padres y abuelos, comenzamos a construir sobre la herencia y creamos el político profesional, que no ha hecho nada en su vida que no sea política, los partidos corruptos -unos y otros-, llenos de mierda la vida con la corrupción social bajo el eslogan de vale más el que más tiene y se trata de tener por cualquier medio, olvidamos los valores del esfuerzo, de la sobriedad, de la cultura, de la unidad, de la familia, del trabajo y, nuestros hijos, aprendieron que el esfuerzo no sirve para nada, que se gana más en una telebasura, en una empresa pirata que estudiando, que no sirve de nada saber mucho, sino tener muchos títulos, que no vale saber historia, sino inglés, que Dios es una filfa y que lo que se les dio era por obligación y no vale nada.



Ahora, con esa generación de inconsistentes intelectuales, límites mentales, engreídos y fatuos vanidosos de la nada, que viven de la foto, del segundo en Instagram y del like de las redes, que nosotros y nuestros errores hemos amamantado, nos hemos de enfrentar a una epidemia que no sólo se lleva a nuestros padres y abuelos sin poderlos despedir, sin un adiós cariñoso y un beso en la frente, sino en una bolsa negra apilada en un mortuorio improvisado, con un número, como un número son en el telediario cuando valoramos si son muchos o pocos, en lugar de recordar al yayo o a la mamá que nos dejaron.

Esos jóvenes, o no tanto, pero a los que no les llegó el fruto del trabajo y si la transmisión de valores mal realizada, son los encargados de encarar el futuro.



La sociedad necesita, ahora, más que nunca, líderes, personas serias, firmes, que se apliquen a sí mismos las medidas antes de hacerlo a los demás, que sean humildes, transparentes, sinceros, honrados y que sean capaces de transmitir que vienen momentos en los que habremos de trabajar muy duro, que volveremos a dejar la piel por avanzar, que el esfuerzo grande tendrá pequeñas recompensas, pero que el único camino es la fuerza y el trabajo, que se dejen de políticas de medio pelo, de recuperar medidas e ideologías caducas y que ya se demostraron ineficaces, que la lucha debe de ser en una única dirección, sin perder libertades, sin perder derechos, sin dejar de criticar, saber sumar y avanzar.

Huye de los lideres de papel, de los que prometen el oro sin esfuerzo, la gloria sin sacrificio o la grandeza sin libertad, ellos fueron el cáncer de nuestro pasadoy recordando, ensalzando y amando lo que nuestros padres y abuelos nos han dado y que nadie puede quitar, la vida, la cultura y la fe en nosotros mismos.