Ahora, con motivo de la pandemia del COVI 19 y debido a que el tiempo no cuenta más que para crearnos inquietudes sobre el tiempo que durará este encierro por decreto, revolvemos papeles escritos, disquetes, cds y demás cosas archivadas encontrándonos que, en todos los tiempos, los políticos nunca han tenido en cuenta los derechos de los ciudadanos que, con sus votos (aunque siempre manejados por leyes absurdas) le han aupado al poder.

Estos señores, una vez sentados en la poltrona, hacen y deshacen acorde con sus intereses: económicos, de agradecimiento por favores recibidos o simplemente porque a determinadas horas dejan el bastón de mando descansando tranquilamente en un paragüero.

Total, que no cumple con esa sagrada obligación de proteger a aquellos ciudadanos que tienen bajo la capa de su poder que cada vez es más extenso. Siempre se decantan por los que más peso específico tienen en la sociedad en la que viven, porque de alguna manera les pueden poner las peras al cuarto.

Al respecto les voy a relatar lo que viví en Valladolid hace unos 20 años en la capital de la Comunidad de Castilla y León cuando comenzaron la construcción de los aparcamientos municipales de la Plaza del Ejército que, tras negociar con el Ministerio de Defensa la enajenación de los mismos, pasaron a propiedad del Ayuntamiento de Valladolid para posteriormente negociar la propiedad, no de manera definitiva sino por un espacio de muchos años que, parecieron muchos en principio, pero que finalmente no pasaban de dos generaciones.

Todo comenzó con unas pintadas en la acera amplia de la izquierda del Paseo de Zorrilla en dirección al matadero, realizadas con spray de colores verde y rojo que nos extrañó ver una tarde cuando regresamos a nuestra casa a comer.

En aquellas fechas escribí este artículo que, como otros muchos, nunca llegaron a ver la luz porque no era fácil que los medios de comunicación de entonces publicaran algo que podía poner en “la picota” al poder establecido.

Hoy puede analizarse de manera secuencial como la moral va bajando y el estrés va aumentando a medida que las horas de encierro pasan sin saber lo que van a durar, Nos quedan días duros que no todo ser humano va a poder resistir. Y eso fue justamente lo que un servidor de ustedes sufrió

Allá voy:

De haber creído en los Santos Inocentes, posiblemente la noche del 28 de diciembre y la madrugada del día siguiente, no la hubiera pasado “en vela” y cabreado, por culpa de los trabajos de una compañía de perforaciones que con sucursales en Valladolid, Palencia y Salamanca se dedica a contravenir las más elementales normas de convivencia humana, el descanso nocturno, si no que hubiera tomado la inocentada con espíritu deportivo.

Porque inocente fui al creer, cuando finalizado mi trabajo regresaba a casa a eso de las 22,00 horas, que los trabajos que continuaban desde las 8,00 de la mañana, pararían cuando llegara la hora prudencial de dormir, que ahora verdaderamente no se sabe cual es.

Como a las 8,00 A.M teníamos que estar en nuestro trabajo, a las 00,00 de la noche nos fuimos a dormir, pero nos resultó imposible porque, prácticamente debajo de la ventana de mi dormitorio el camión que proporcionaba energía a la máquina perforadora rugía como si de un Fórmula 1 se tratara.

Me vestí nuevamente y bajé a ver que sucedía. Todo normal. Los tres obreros del día continuaban realizando su trabajo, carentes de protección acústica, a voz en grito, puesto que no había manera de entenderse por el ruido de ese motor acelerado a tope, embutidos en sus polares de protección ante los -4ºC bajo cero que marcaba el termómetro de El Corte Inglés.

A las 2,00 de la mañana llamo al 092 donde una voz femenina atiende mi denuncia y me dice que lo pondrá en conocimiento de su oficial.

A las 3,00 de la madrugada como los trabajos siguen, reitero mi llamada a lo que la voz femenina me dice que ya han enviado a la patrulla para que se informe si tienen permiso de trabajo.

De las 3,00 a las 4,00 de la madrugada, estoy alucinando sobre quien puede "conceder un permiso para trabajar a esas horas de la madrugada". No encuentro la solución. Mi stress crece ante la inoperancia de un servicio que pagamos todos los vallisoletanos.

A las 4,00 de la madrugada reitero mi llamada y ya la fémina agente se incomoda cuando sugiero la posibilidad de llamar a casa de su jefe o al Alcalde de nuestra ciudad. Me dice que espere (imagino que sería para anotar mi teléfono) y me dice que ya ha tomado nota.

Los trabajos continúan durante toda la noche. Naturalmente por mi mente pasaron todos los acontecimientos que hemos vivido los vallisoletanos en este año que está a punto de terminar y la verdad es que el balance...???.

Ahora comprendo lo que se sufre ante la impotencia.

Comenzaron a darme pena: primero mi familia y yo, por tener que pasar una noche en vela sin justificación posible; la policía municipal femenina que ha de atender unas quejas que no va a solucionar; el oficial de policía municipal que no sé si las quejas le llegaron; los obreros que son explotados por una empresa para que acaben los trabajos a esas horas y con esas temperaturas.

Y como la pena a la vez me iba increpando, volví a llamar a las 7,45 AM de la mañana para denunciar nuevamente que los trabajos continuaban, pero ya la policía femenina era otra (había efectuado el relevo a las 7,00 horas) quien me sugirió que ya nada haría porque cuando la patrulla llegara ya estaban en horario de trabajo y nada se podía hacer. No obstante me informó de que habían sido denunciados por la patrulla a las 4,45 de la madrugada.

A las 8,00 de la mañana la empresa retiró sus camiones y allí quedaron parte de los tubos incrustados en la acera de la confluencia de las calles Arzobispo Ardanaz y Primo de Ribera.

Finalmente, una sugerencia: Si ven merodeando cerca de sus viviendas a una pareja de jóvenes (chico y chica) con aparatos de medir y que llenan la acera de números pintados a spray de diferentes colores, ¡¡TIEMBLEN!! ya que de inmediato viene la perforadora.