Este lunes se emite la semifinal de MasterChef 8, la edición más atípica de todas las emitidas hasta ahora como consecuencia de la crisis sanitaria del coronavirus. Tal como conocimos hace dos semanas, los aspirantes vivieron la cuarentena viviendo juntos en una casa, aislados, mientras esperaban que las grabaciones se pudiesen retomar.

Tras la expulsión la pasada semana de Juana, concursante querida por todos, nos encontramos una entrega en la que Iván, Andy, José Mari, Ana, Alberto y Luna pelearán codo a codo por colarse en la final. Lo de pelear es en sentido figurado, pero conociendo ya como conocemos a los semifinalistas, sabemos que también puede ser algo literal. Y es que este año la rivalidad (y casi la enemistad) ha estado más presente que nunca en las cocinas de Televisión Española.

¿Tiene que caer bien el ganador de ‘MasterChef’?

Para el público de casa, MasterChef es un programa en el que resulta difícil juzgar el trabajo de los aspirantes. Tú puedes ver un buen o un mal cocinado y emplatado, pero realmente no sabes si eso que se está presentando en la mesa está sabroso o no.

Los espectadores sí pueden, sin embargo, trazar vínculos emocionales con los concursantes y su forma de ser, o su historia personal (en esta temporada resultó conmovedora la historia de Michael, el americano al que su familia dio de lado por homosexual).

Y en ese sentido, destaca cómo en esta temporada 8 hay tres finalistas que no caen muy bien, ya que su forma de entender el concurso ha sido muy áspera, excesivamente calculadora y con poco compañerismo. Hablamos de José Mari, Iván y Andy.

Iván y Andy desde el primer día se llevaron mal. A Andy no le gustaba su compañero “por su prepotencia y chulería. Hasta que no esté fuera no voy a estar a gusto”, decía mirando a cámara, mostrando una sonrisa pícara. Entre ellos los cuchillos han volado de forma metafórica día sí, día también, y se han desafiado cada vez que pueden.

También ha dejado mucho que desear José Mari, alguien a quien la polémica Saray tildó de “oscuro y mala persona”. Semana a semana José Mari demostraba que para ganar casi todo vale, y más, cuando tienes un pin de la inmunidad como fue su caso.

El día que Michael fue capitán y él estaba inmune hizo todo lo posible por sabotear a su equipo, haciendo preguntas durante el cocinado hasta un punto asfixiante, y desoyendo después las indicaciones que el estadounidense le daba. Además, se echó de cómplice a Andy, que terminó de sacar a Michael de sus casillas. Encima, si Andy hacía algo mal, José Mari se quejaba al capitán.

José Mari saboteó a Michael y encima lo llamó 'drama queen'

Una estrategia cruel y sin sentido; Michael no era en absoluto el rival más fuerte de la edición, y no hacía falta sacar la artillería pesada para sacarlo del concurso, tal como pasó en aquella entrega, durante la prueba de eliminación. Encima, José Mari tuvo la osadía de tildar a Michael de “drama queen”, obviando su saboteo. Los jueces le llegaron a tirar de la oreja, señalando que había estado “más pendiente de ponerle la zancadilla a Michael que de las elaboraciones”.

Alberto y Luna

‘MasterChef’ no es ‘Gran Hermano’

Con todo esto, como espectador, me pregunto que hasta qué punto puede resultar emocionante que un concursante que llegue hasta la final pisando cabezas resulte ganador del formato. MasterChef no es un concurso de convivencia, no es Gran Hermano, ni tiene que ganar el más simpático.

Sin embargo, en esta edición hemos visto un justo talento culinario entre los aspirantes y muchas ganas de ser el protagonista de la acción, de centrar todos los comentarios, de quedar por encima de el de al lado sea al precio que sea.

Nada sería más interesante que una final con Andy e Iván, los grandes enemigos

Luna, Ana y Alberto tienen así un perfil más dulce para ganar, caen mejor, dejando a un lado su cocinado. El público se puede sentir identificados con ellos, incluso por cuestiones amorosas. Ana y Luna tienen tan poca maldad que esta semana empiezan con el delantal negro, pues la semana pasada dieron instrucciones a Andy en la prueba de eliminación. “No entiendo por qué hacemos un favor a Andy, le echamos un cable si tampoco es santo de nuestra devoción el pollito” decía Ana, dejando en evidencia la poca maldad que tiene, pues ayuda incluso al que no le cae bien.

No obstante, como espectáculo televisivo, nada sería más emocionante que un duelo final con Iván y Andy, los dos grandes rivales de la edición, peleando codo a codo por proclamarse ganadores.