Desde aquel jueves 23 de enero en el que empezaron a aparecer distintos vídeos en redes sociales que imitaban el grito de “¡Estefaaaanía!” dado por Christopher después de ver cómo su novia Fani había caído en la tentación con Rubén, quedaba más que claro que La isla de las tentaciones era un fenómeno que había traspasado la pantalla.

Ese mismo fin de semana, además, durante la gala de los Goya 2020, este mismo grito fue replicado durante el anuncio de las nominadas a mejor actriz, lo que provocó que las presentadoras no pudieran disimular una pequeña risa. 

Y ya el domingo, durante la segunda gala de Operación Triunfo, aprovechando que una de las concursantes se llama Nía (diminutivo de Estefanía), el famoso grito también se coló en el programa dejando un poco desencajada a la joven ya que no tienen noticias del exterior.

Dos nuevos ejemplos que daban aún más fuerza al fenómeno. No obstante, lo que realmente me hizo descubrir de primera mano qué dimensión había adquirido el reality presentado por Mónica Naranjo, ya que a veces se vive en la burbuja de Twitter, fueron dos historias mucho más mundanas.

El pasado viernes, en algo tan socializador y en ocasiones bastante representativo de la sociedad como es viajar en BlaBlaCar, un chico que viajaba junto a mí hasta Extremadura, cansado de las teorías de la conspiración que venía contando el conductor, se ponía sus 'airpods' para ver algo en su móvil.

Ya cuando paramos, teniendo la intuición de que miraba vídeos de La isla de las tentaciones, le pregunté qué era aquello que veía. “A lo mejor te parece una tontería, pero es un programa que echan ahora en Telecinco”, contestó como avergonzandose. 

Pero, lo mejor estaba por llegar. Este fin de semana se celebraba en Almendralejo, mi ‘pueblo’, Las Candelas, una fiesta de interés turístico regional en el que en más de 80 hogueras repartidas por la ciudad se queman las Pantarujas, personajes hechos de tela, cartón o papel que representan los malos espíritus.

Y he ahí, para mi sorpresa, cuando me encontré con que un grupo de adolescentes rodeaba una hoguera que estaba protagonizada por nada más y nada menos que Christofer. Eso sí, bautizado en este caso como Tristofer.

Era la prueba física de que La isla de las tentaciones se ha convertido ya en un programa que marcará a toda una generación, a esa de los 13 a 24 años que cada martes y jueves le dan hasta un 50% de cuota de pantalla. Una generación que, como ocurre con la de Confianza ciega y su "Jo, Nube, tía", recordarán con nostalgia en un futuro, a sus 30 y 40 años, ese "¡Estefaaanía".

Del humor al acoso

En este caso, no obstante, también empecé a ser consciente de la delgada línea que existe entre el humor más viral y la crueldad. Algo que venía a corroborar el hecho de que el joven haya tenido que pedir una baja laboral debido a que varias personas han acudido a su lugar de trabajo a recordarle el famoso grito. 

De momento no sabemos cómo el joven se está tomando esta repentina fama ya que no se ha pronunciado públicamente. No obstante, este mismo viernes 7 de febrero, concederá su primera entrevista a El Debate de las Tentaciones.

Será entonces cuando descubramos de primera mano hasta qué punto está afectado por lo que ha pasado durante las últimas, o si realmente quiere aprovecharlo para convertirse en un personaje más del universo Telecinco.