Después de 10 episodios, Fariña dice adiós a los espectadores este miércoles. Lo hace después de haberse convertido en todo un fenómeno que marca el camino de cómo se debe hacer la ficción en España. Un reguero de ideas que ha ido dejando caer y que demuestra que en España se pueden hacer series de televisión con nombres y apellidos.

Dejando atrás aquella época en la que se hacían series familiares, la ficción daba un nuevo paso en nuestro país cuando se olvidaron de los desayunos alrededor de la mesa, de contentar a niños y abuelos y de encerrarse en platós antinaturales de televisión. La ficción en nuestro país avanzó a pasos agigantados en estos últimos años. Pero, quizá sin querer, Fariña ha marcado un escalón importante en la forma de hacer ficción en nuestra televisión.

Aunque se han tomado temas muy reales en las creaciones de estos últimos años, Fariña utiliza el género informativo, documental y divulgativo como nunca se había hecho antes. Sin miedo a la represalia, algo que generó dudas en un principio cuando abordaron la serie, han utilizado nombres reales a la hora de plasmar la historia del narcotráfico en Galicia en los años 80.

Sólo hay que dar un paso atrás en el tiempo, hasta Velvet, para ver cómo han cambiado las cosas. Viniendo de la misma productora y de la misma cadena, en la serie sobre las galerías de moda no se habló en ningún momento del contexto político que vivía el país, en plena dictadura, por aquello de dejar el resultado bonito.

Un caso más claro es el de La embajada, de nuevo de la misma cadena y de la misma productora. Aunque esta serie de televisión intentó contar una historia política real, no terminó de atreverse a la hora de hacer una serie real. Y eso le jugó una mala pasada a la producción. Un miedo que parece haber dejado atrás en Fariña.

El buen gusto a la hora de hacer frente a la producción de la serie hizo que se escogiese a actores gallegos para hacer mucho más realista la historia. Este simple acto de fe ha dado a la serie un gran salto de calidad y ha demostrado que no hace falta grandes nombres mediáticos para crear un producto final convincente para la audiencia.

Hay que valorar la persecución de Antena 3 de este tipo de historias y el buen ojo creativo de la cadena

Hay que reconocer que el empujón mediático que tuvo la serie de televisión tras el secuestro del libro Fariña ha sido muy importante para que la ficción haya funcionado de esta manera. Era muy morboso eso de ver la serie del “libro prohibido”. Pero, lo que puede parecer aprovecharse de las circunstancias ha sido realmente la consecuencia de que Antena 3 haya apostado por esta producción cuando muy pocos conocían este título. Por eso hay que valorar la persecución de Antena 3 de este tipo de historias y el buen ojo creativo de la cadena.

El público pide historias reales, tanto en el drama como en la comedia. Por eso lo local es lo que más funciona en la comedia y el enclave histórico es lo que mejor funciona en el drama. El público español quiere conocer la historia no contada de su país. De ahí que series como El Príncipe en Telecinco, Allí abajo en Antena 3 o Cuéntame cómo pasó en TVE sean y hayan sido grandes buques de la ficción con mucho tirón en nuestra televisión.

Fariña pide más Fariña. Y eso no quiere decir que la serie tenga una segunda temporada. Fariña pide más series como Fariña. Ha sido la droga de la temporada y ha enganchado demasiado a los espectadores. Por eso hay que buscar nuevas dosis en la potente historia que tiene nuestro país más allá de las series de época o de los reyes del pasado.