Durante muchos años, el cine siempre ha mirado por encima del hombro a la televisión. Producciones efímeras que permitían actores que nunca se codean con la pequeña pantalla por tiempos de producción. La casa de papel es un buen tortazo para el cine, para aquellos que siempre creyeron que las series de televisión tendrían algo que envidiar a las películas.

“La hermana menor del cine”, dicen de la televisión. No hay nada más que ver las primeras producciones puestas en marcha por Movistar+ para darse cuenta de que hay muchos que siguen pensando así de la pequeña pantalla. Sus primeros títulos fueron encargados a directores y productoras de cine. Pero se han dado cuenta que su llamada de atención no se ha producido hasta que han anunciado la continuación de Velvet.

Un rodaje cinematográfico con un principio y un final marcado

Y es que el que no se haya dado cuenta de la proyección profesional que supone “la nueva tele”, no está en este mundo. La casa de papel es un claro ejemplo de este concepto. Un rodaje cinematográfico que se extenderá por la programación de Antena 3 durante varias semanas, con un principio y un final marcado, una trama cardiaca y un embalaje cuidado que da gusto desenvolver.

Puede que La casa de papel no engalane edificios de la Puerta del Sol con su publicidad. Pero son este tipo de series las que han conseguido posicionar a España como un claro referente en cuanto a ficción internacional. Y es que esta producción es una de las más arriesgadas que se han visto en la televisión española. Siguiendo la estela de Vis a Vis, La casa de papel sigue dejando claro que otro tipo de series son posibles.

Este tipo de series son las que han posicionado a España como referente de ficción internacional

Divagaciones a un lado, La casa de papel es una serie de televisión que mezcla riesgo y potencia a partes iguales. Y es que las series que conceden más poder a una de las dos partes tienen un futuro algo desigual. Quizá Pulsaciones era demasiado arriesgada para los tiempos que corren y Velvet era un producto muy potente pero que suponía poca hazaña para Antena 3. Es de ser valientes el saber hacer series de éxito sin dejar nada al azar y, todavía así, seguir apostando por el riesgo.

Puede que el tirarse a la piscina mantenga a la serie lejos de los 4 millones de espectadores en sus próximos episodios. Su trama no es tan fácil de seguir como la historia de amor entre Paula Echevarría y Miguel Ángel Silvestre. Sin embargo, le confiere a la cadena un carácter rompedor que sigue otorgando a Series Atresmedia la medalla del triunfo en cuanto a marca España.

Su banda sonora es una actor más en esta historia

Quizá de una serie lo primero que se destaca son las interpretaciones, la fotografía o el guión. Si hay algo que le otorga a La casa de papel un toque de calidad es la música. Su banda sonora es un actor más en esta historia. Concede tensión, alegría, tristeza y nervio cuando la escena lo permite. Es un perfecto compañero de viaje en esta historia que tendrá que convencer a los espectadores, sin aburrirles, durante una veintena de episodios.

Si bien el riesgo lo pone la historia, La casa de papel es potente en cuanto a un reparto que funciona, de esos guiones de éxito que permiten que cada espectador se sienta identificado con uno de ellos. Es potente en cuanto a una escenografía claustrofóbica que obsesiona y llega a ser conocida para el público. Es potente en cuanto a una imagen fresca y cautivadora que permite un ritmo sin altibajos para no desenganchar. La casa de papel es una droga y cada escena supone una dosis mejor suministrada que la anterior.

La casa de papel es una droga y cada escena supone una dosis mejor suministrada que la anterior

A pesar de que destacarán papeles como el de Úrsula Corberó, Alba Flores y Pedro Alonso, La casa de papel es un trabajo de equipo en el que no desentona ninguna de las caras. La nueva serie de Antena 3 es un paso más en la ficción española. Es una risa, una carcajada y un golpecito en la espalda al cine que se está haciendo en nuestro país. Querido cine, empieza a acostumbrarte a mirarle el culo a la televisión porque la pequeña pantalla corre mucho más deprisa.