Que me disculpen. ¿Dónde está Mónica Naranjo? Tal vez es que me la perdí mientras iba al baño. ¿En serio que lo de Antena 3 de este martes no era un remake de Sorpresa, sorpresa? Entonces me estoy perdiendo. Y me estoy perdiendo mucho. 

Sinceramente, no entiendo cómo una cadena referente en el mundo de la ficción a nivel internacional; una cadena que ha sido capaz de posicionar la marca series españolas como un gran mercado emergente en el que pesar; ha sido capaz de crear un esperpento como El amor está en el aire. No lo entiendo.

Por ese gran teatro de Antena 3 se pasearon durante años los tacones de Isabel Gemio. El nuevo programa de Antena 3 intentaba recuperar con su particular tono familiar aquel formato que tan buenas alegrías le dio en el pasado. Lo ha hecho insultando a su predecesor y volviendo a dejar en entredicho el grave probelma que tiene Antena 3 en el área de entretenimiento más allá de Tu cara me suena.

Desde el primer minuto, desde el primer paso que Juan y Medio daba por aquel plató, El amor está en el aire ya saba síntomas de lo que estábamos a punto de ver. Una historia mal hilada con un montaje estrepitosamente mal hecho que dejaba a Cámbiame premium, el último de su especie, como un buen producto. 

Un formato de sorpresas necesita la magia del directo. El nervio que hace que el espectador conecte con la historia, con la reacción (sin cortes) de los protagonistas y con los buenos errores de los conductores que harían del formato algo más natural. El amor está en el aire está atado a un palo que mantiene al formato tieso, sin manera de soltarse y sin forma de jugar con el espectador. Un formato de sorpresas con este diferido tan mal envuelto. 

El programa monta una boda que más parece un capítulo extra de Casados a primera vista. Una declaración de amor en medio de una película. Pero lo que parece que no saben es que esto ya lo vimos en algún momento de nuestras vidas. E Isabel Gemio no hubiese tenido ningún problema en colarse en estas citas directo. Un vídeo en el que resumir el momento no es ni chicha ni limoná. Un formato que no hace saltar la chispa de la emoción. Juega, eso sí, con el morbo de las pruebas de paternidad de las que creíamos que nos habíamos escapado hace ya años en la televisión. 

Juan y Medio está cómodo en el formato. Tal vez demasiado. Si bien es cierto que el presentador se levantó de la silla del centro del plató en contadas ocasiones. Y sólo lo hacía para sentarse en otra silla. Aunque correcto en forma, el conductor del programa apenas entraba en la emoción de las historias. A su lado, una Ares Teixidó que, si no se puede decir que ha estado correcta en su estreno, estaba impostada, poco natural y demasiado reutilizada en cualquier situación que salía del plató. Algo así como un 'todo en uno' de los carteros de Hay una cosa que te quiero decir.

Antena 3 intenta con este formato llegar a un público al que sólo Telecinco es capaz de tener en su regazo. Pero no lo hará con un programa de televisión que se queda antiguo incluso para lo antiguo. Un programa de televisión que se ha quedado encasillado, sin adaptarse a los nuevos lenguajes televisivos que se hablan hoy en día. Tiene delante a Gran Hermano, un programa que vive el directo como si se les escapase la vida. El amor está en el aire se le escapa la vida mientras pasa por delante el directo.