Por mucho que me duela, tengo que hablar en pasado de esa Cuatro por la que babeaba, por la que me rendía. Esa Cuatro que fue arriesgada joven, viva y, sobre todo, valiente. Cuatro tenía miedo a muy pocas cosas, y eso se notaba en su parrilla, sus contenidos y su forma de contar. Cuatro me rompió el corazón. Me enamoré. Pero me la cambiaron.



Por estrategia o no, Cuatro pasó de ser la enemiga de las privadas por su incuestionable crecimiento en los últimos años a la hermana pequeña de una de ella. O segundona, más bien. Cuatro se ha convertido en el segundo plato, en el plan B, en el amigo al que llamas cuando no tienes otro plan.



La compra de Telecinco dejó clara su intención al poco tiempo de hacerse efectiva. El baile de rostros, ficciones y equipos no tardó en llegar. Sin embargo, no fue hasta que ambas cadenas unirían su base de informativos cuando nos dimos cuenta de que la Cuatro que nos trajo Perdidos en directo había dejado de existir.



Ya no eres la misma. Te noto rara, le dije. Pero no me hizo caso. No me escuchó. Antes eras muy amiga de Noche Hache, de Gabilondo, de Callejeros, de Concha Garcia Campoy. Y no eras un canal gafapasta. Nos trajiste Pekín Express, Supermodelo o Factor X sin perder tu esencia. Pero, de pronto, cambiaste.

Ser guay no significa mezclar 'Adán y Eva' con las tarjetas opacas en un debate

Cuatro es ahora una cadena secundaria. Hasta que Telecinco no se asegura el liderazgo del mes nadie se acuerda de Cuatro. Es la cadena que emite el partido de fútbol menos importante, el que poco interesa. España ya no juega en Cuatro. Es otra liga. Es la cadena que permitió que algo como Dreamland saliese a la luz (tras una gran cantidad de humo). Es la cadena que se fulmina temporadas de algunas series en tres días, esperando que los espectadores aguanten hasta las 3 de la mañana. Ya no eres guay Cuatro. Porque ser guay no es ser capaz de mezclar en una mesa política un debate sobre Adan y Eva con tarjetas opacas.



Con pequeñas píldoras, a veces intentas recordarme que todavía sigues siendo la misma. Me has hecho reír a carcajadas con ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, me has devuelto la confianza con Jesús Cintora y me han intentado conquistar con el chester de Risto Mejide o En la caja. Sin embargo, pocos se han dado cuenta de las grandes joyas que se esconden todavía en tu parrilla. Y es que, por mucho que me duela decir esto, si Hermano Mayor, En la caja o Viajando con chester los emitiese tu principal competidor, la cadena verde, habrían sido un pelotazo de crítica y audiencia. Tú te tienes que conformar con que estén por encima de tu media de audiencia. Y no porque seas nueva o la última en llegar. Porque defraudaste a muchos durante mucho tiempo. Y a mí me rompiste el corazón.

Ahora me estás mandando ramos de rosas y cajas de bombones que espero que no estén envenenados. Has roto con el protocolo con Adán y Eva y te has mostrado pícara con Killer Karaoke. Sólo te pido que no juegues conmigo y sigas jugando en esta línea. Vuélveme a enamorar, Cuatro.