San Sebastián
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Dicen que es mejor dejar reposar las ideas, como el pan o el vino. En cierta manera, es lo que ha sucedido con La Ruta. Considerada una de las mejores ficciones de 2022, al obtener el Ondas y el Feroz a la mejor serie dramática, su segunda temporada llega a Atresplayer el 26 de octubre.

La Ruta. Vol. 2: Ibiza se sitúa tres años después de lo sucedido al final de la primera tanda, llevando la trama a la ciudad insular en 1996. La manera en la que Clara Botas y Roberto Martín Maiztegui, los guionistas, deciden jugar con la narrativa de mirar desde el presente hacia atrás cambia en esta segunda parte.

Mientras que la primera tanda era una cronología a la inversa, Vol. 2: Ibiza opta por narrar dos historias paralelas que se ambientan en etapas diferentes y que, además, narran hechos distintos que logran retroalimentarse.

[Crítica basada en el primer episodio que ha podido visionarse en la 73ª edición del Festival de San Sebastián]

Por un lado, está el presente de la ficción, esa Ibiza de 1996 en la que Marc Ribó (Álex Monner) se ha consolidado como uno de los DJ más cotizados de la zona. Verá amenazada su posición por la llegada a la isla de los promotores ingleses, que traerán sus propias fiestas, sus propios DJs y su propio público.

Un acontecimiento provocará que la trama vaya hacia atrás y se sitúe en la Ibiza de 1971, cuando el protagonista apenas tenía siete años y justo el año previo a que sus padres muriesen en un trágico accidente de avión.

Imagen de 'La Ruta. Vol. 2: Ibiza'. Atresmedia

En esta línea temporal, el protagonismo pasa a esos padres que se mencionaban en la primera etapa. Es aquí donde, una vez más, la ficción dirigida por Borja Soler innova, logrando ese extraño equilibrio entre el pasado y el presente y en el que ambos se retroalimentan.

Ahora bien, el hilo conductor sigue siendo Álex Monner, quien continúa teniendo el máximo protagonismo. Por un lado, mostrando la madurez de un Marc que está entrando en la treintena y se encuentra de bruces con una nueva realidad que le obligará a replantearse sus prioridades.

Imagen de 'La Ruta. Vol. 2: Ibiza'. Atresmedia

Por el otro, encarna a su padre con la misma edad, cuando llegó a la isla con deseos aspiracionales, de convertirse en un empresario de construcciones, cuya visionaria intuición le hace prever que Ibiza será algo más que el refugio de hippies y prófugos de la justicia.

Si bien el título de la serie es una clara referencia a la ruta del Bakalao, esta segunda tanda es más bien la ruta hacia enfrentarse a una realidad que tiene más que ver con aceptar la adultez, especialmente por parte del Marc de 1996. Los jóvenes ya no los son tanto y las fiestas hasta el amanecer cobran otro matiz.

En ese sentido, es fascinante cómo una trama paralela muestra la influencia de los padres en el destino de sus hijos, tanto estando presentes como ausentes. Más allá de rellenar los huecos que se intuían en la primera temporada, la parte ambientada en la Ibiza de 1971 deja entrever una especie de catarsis personal a la que está destinado el protagonista.

Imagen de 'La Ruta. Vol. 2: Ibiza'.

En esa Ibiza de 1971, se ven los cimientos que consolidaron a la isla como la capital del ocio y las fiestas, un lugar donde había oportunidad de desarrollo. Como subtexto, una crítica social sutil, la cual es casi como un eco que puede llegar a la mirada actual.

Esta segunda tanda pone de manifiesto cómo el proceso de gentrificación y turistificación de Ibiza ha dejado una región atrapada en el dilema de depender del sector servicios, del turismo o de la fiesta. De cómo lo auténtico corre el riesgo de ser reemplazado.

Esta segunda temporada ambiciona con ser más arriesgada y compleja. Con música que sabe llevar a esos años 90, La Ruta. Vol. 2: Ibiza es una clara aspirante a una de las ficciones más comentadas del circuito seriéfilo de este año.