Homus servus populis
Una de las muchas y excelentes descripciones sobre la evolución del Homo Sapiens y el desarrollo de la civilización humana que se recogen en el libro Sapiens escrito por Yuval Noah Harari, versa sobre los mitos creados y compartidos que han tenido una enorme influencia en esa evolución.
En este sentido, se apunta a que gran parte del éxito del Homo Sapiens, como única especie humana que logró sobrevivir, se debe a la capacidad de cooperación a gran escala que fue desarrollada a través de la creación y compartición de mitos que servían de aglutinadores para intereses y causas comunes, tales como el dinero, la religión y el imperio.
Sirva esta breve introducción para reflexionar sobre el devenir de los sistemas políticos y las derivas populistas que estamos presenciado en muchos países auto-catalogados como democráticos pero que en la realidad distan mucho de desarrollar una auténtica cultura democrática, pluralista y libre, ya que la conquista del poder a cualquier precio y el sometimiento de sociedad parecen los objetivos que priman por encima de todo.
Las promesas y visiones patrióticas, tanto de nacionalismos como de repúblicas idílicas, están siendo utilizadas como ingredientes para alienar a la sociedad al estilo “sapiens” del mito compartido arrastrando a las masas hacia los objetivos que promueven los políticos populistas para su propio beneficio distando mucho del bien común.
Estamos inmersos en sistemas políticos y económicos que se asemejan bastante a religiones dirigidas por líderes que apelan a las emociones y a creencias, otorgando al Estado un halo sobreprotector del individuo, en lugar de centrarse en políticas que propicien que la sociedad crezca en valores individuales tales como la educación, capacidad de esfuerzo, desarrollo profesional y mejora del bienestar social.
Es cierto que el hombre siempre ha tenido tendencia, y mucho más en las sociedades desarrolladas dotadas de un mínimo de bienestar social, a exigir a que, por encima del esfuerzo individual y de trabajo que tiene que realizar, el Estado tiene la obligación de proveerle una cobertura lo cual, siendo objetivamente plausible, no deja de ser un elemento de riesgo dentro del juego encuadrado en la falaz mordida política.
La lucha cultural, de la que se viene hablando mucho últimamente, debería centrarse en desintoxicar en gran medida a la sociedad del arrastre pernicioso que se está produciendo por el imperativo de ideologías con tintes supremacistas que prometen el Edén y minan el espíritu crítico, tanto a nivel individual como colectivo.
Es el momento de que las partidocracias instauradas en muchos países se regeneren para que los intereses puramente ideológicos y partidistas dejen paso a una representación más personalizada de la sociedad en los parlamentos y gobiernos, de tal forma que velen y trabajen realmente en objetivos que sirvan para solucionar problemas concretos y mejorar la calidad de vida de todos.
En este contexto, incluso no sería disparatado decir que los partidos políticos de hoy en día podrían encuadrarse y asemejarse mucho en la categoría de los mitos compartidos de Homo Sapiens, donde el partido está en un nivel de valoración, apreciación y poder muy por encima de las personas que lo integran.
Cabe preguntarse pues, si en la regeneración de la democracia que tanto se necesita, debería primar mucho más los valores individuales para que podamos elegir y designar directamente a personas realmente válidas para que nos gobiernen y no a puros mitos colectivos e ideológicos enquistados en el sistema y que se nutren de él en un modus operandi parasitario.
Por tanto, si deseamos que la sociedad progrese en el refuerzo de los valores individuales y colectivos, los mitos compartidos que Homo Sapiens ha ido creando en su evolución deben ser tratados, tanto a nivel individual como de la clase dirigente, con espíritu crítico y muy cuidadosamente, evitando un uso puramente interesado dirigido más bien a contentar, facilitar y consolidar al Homo Servus.