Negocios oscuros tras las mascarillas

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Cuando aún hay mucha crisis que gestionar, y muchas valoraciones por realizar, en torno al coronavirus Covid-19, hay dos sensaciones que ya se han asentado entre la mayoría de la los ciudadanos, por un lado lo peligroso que resulta que un país, en exclusiva, se irrogue el rol de fabricante mundial de cualesquiera componentes, por muy barata que sea su mano de obra; y por otro lado que la Sanidad española estaba falta de los necesarios recursos para gestionar una pandemia sanitaria como la que nos ha llegado, todo ello tras años de unos recortes que se han rebelado como temerarios.

La profesionalidad de los sanitarios españoles ha hecho que se enfrenten, sin desmayo, a esta crisis sin los medios adecuados (mascarillas, trajes de protección, test, respiradores, etc…), lo cual ha supuesto unos grados de contagio, entre ellos, muy elevados sobre la generalidad de la población, hasta el extremo de llegar a suponer el 15% del total de los afectados sintomáticos totales.

La conjunción de la falta de los medios necesarios y el hecho que la fabricación de los mismos, mayoritariamente, proceda de China ha llevado al mercado a una sobresaturación de demanda que hecho aparecer a mercenarios de todo tipo que han subastado lotes y requisado aviones cargados de respiradores o mascarillas, aflorando intermediarios de otros ámbitos llegados al comercio sanitario atraídos por plusvalías con crecimientos logarítmicos.

¿Cuál es la necesidad de que el Gobierno de España recurra a una sociedad sin actividad desde 2017, ni presentar cuentas ante la AEAT, a pesar de lo cual seguía manteniendo su NIF, que además no acredita ninguna experiencia en el sector sanitario? Soluciones de Gestión y Apoyo de Empresas S.L., compañía radicada en Zaragoza aparentemente especializada en infraestructuras en países africanos, como Túnez o Mauritania, cuyo último proyecto fue la ejecución de una central eléctrica en Angola hace tres años, fue ‘seleccionada’ para la compra de ocho millones de mascarillas en los peores momentos de la crisis en España.

Las razones por las cuales el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, bajo la responsabilidad de José Luis Ábalos, encargase al ente público “Puertos del Estado”, dependiente de su gestión, la gestión de compra de ocho millones de mascarillas, en plena crisis del coronavirus, a través de una empresa no especializada en el sector, sin nexo directo con China, ni actividad desde 2007, investigada por corrupción por la Guardia Civil en relación a sus actividades en Angola y, además, vinculada con el empresario José Ángel Escorial, quien aparece con dos sociedades “off shore” en Malta, dentro de los conocidos como 'Paradise Papers', se escapan al raciocinio del común de los ciudadanos, sin embargo, sin duda, existirán razones de peso que lo hayan aconsejado y posiblemente las causas de ello tendrán que ver con el bien común… aunque no atinemos a imaginarlas, ni vislumbrarlas.

Pero el dudoso sistema de compra parece repetirse en el caso del encargo de cuatro importantes lotes de productos de protección procedentes de China, por un valor de hasta 263 millones de euros, a través de otra empresa, denominada FCS Select Products S.L. con un capital social de tan solo 3.000 euros, sin empleados en 2018, con beneficio fiscal declarado inferior a los 70.000 euros y con uno de cuyos administradores habiéndose declarado culpable de un delito de estafa agravada en 2016, aceptando la condena de diez meses de cárcel y el pago de una responsabilidad civil, evitando la pena solicitada por el Fiscal que ascendía a cuatro años de prisión.

Desde el Gobierno se deberían despejar dudas tan clamorosas como las que se desprenden de unas formas de hacer tan cuestionables como las aquí reseñadas.

Una crisis como ésta, tan dolorosa por sí misma que cada día, acumula un número de víctimas mortales que multiplica por dos, tres, cuatro, cinco… e incluso seis, la cifra de los fallecidos en los atentados del 11-M de 2004 en Madrid, y cuyo acumulado, en España, ya es siete veces superior a los muertos el 11-S de 2001 en New York, debería concitar lo mejor de cada uno de nosotros, para ayudar y arrimar el hombro, o al menos evitar hacer de ella el caldo de cultivo de las ambiciones y miserias de quienes solo ven ella la oportunidad para unos negocios demasiado oscuros y ocultos.