Brindis a Fernando Simón

Fernando Simón.

Allá por el 31 de diciembre, sonaron los clarines y timbales en la plaza. Brindábamos y nos deseábamos Feliz Año mientras nos besábamos y abrazábamos. Como los toreros inexpertos, ajenos al cuatreño que íbamos a tener que lidiar. ¡Cómo nos puede cambiar la vida en un suspiro! Y se abrió la puerta de chiqueros.

Salió distraído y manso, pero con el peligro que solo los grandes aficionados saben ver. Mirón y despistado, algunos en el tendido no percibieron el riesgo. Coqueteando con el tendido, el Maestro lo recibió. Verónicas, chiquelinas, gaoneras, navarras, delantales, revoleras y para terminar una larga cambiada. ¡Ay esa larga cambiada final! ¡Cuántos problemas nos iban a traer! En fin, la historia se escribe a partir de pequeños o grandes hitos. Y así nos fue a todos.

El toro era manso, pero llevaba peligro, pero de verdad. En el tercio de banderillas hubo que regalarle de las negras, pero aún así algunos solo quisieron ver en él su falta de casta. Todavía algún necio afirmaba: “Aquí no va a pasar nada”. Y vaya si pasó. Pasó lo que sucede cuando los que más tienen que conocer el comportamiento de un toro son los primeros que le niegan su respeto. ¡Hasta el rabo todo es toro! Dicen los castizos. Pero el olvido de nuestra historia es la causa de nuestro Karma. Y así siguió la lidia.

Como si nada fuera a suceder que sí que sucedió. En los tendidos algunos avispados ya criticaron al Maestro, apuntando su falta de entendimiento con el animal que estaba lidiando. Como diría el “Doctor” Emilio Muñoz, era un “auténtico tío” con imagen de corderito manso. ¿Cuántos toreros tienen que morir en plaza para que nos demos cuenta que un toro siempre es un toro? Naturales, derechazos, pases de pecho, estatutarios… y cuando el toro parecía que no lo era, el pitón rasgó la taleguilla y penetró el muslo.

Entonces todos gritaron: ¡ay! Pero ya era tarde, la sangre regó nuestra amada España sin más reacción que encomendarnos a las artes del cirujano taurino. Todos se miraron con incredulidad. No se entendía el exceso de confianza del torero. Ahora todos tenían claro que el toro era manso y por tanto que era peligroso.

Le quiero dedicar el siguiente toro, con el permiso de la presidencia, a Fernando Simón. Va por usted, Maestro. Espero que se haya recuperado bien de la cornada y que pueda volver pronto a los ruedos. ¡Casi nos hace perder la afición a todos! Nunca comprendimos como lidió al primero de su lote. Cosas de la vida Maestro. ¡Va por usted y por España!