La cuotas en el poder

.

La realidad del día a día de las cuitas de los partidos políticos hace tiempo que se impuso, como prioridad, en la constitución de cualquier Gobierno, en España y allende nuestras fronteras, a izquierda o derecha del espectro político, alejando de la realidad la aproximación a aquella cita de “El Gobierno de los mejores” en expresión muchas veces repetida pero casi nunca aplicada, cuyo origen está en la esencia de teóricos del pensamiento helénico clásico, como Platón y Aristóteles.

Desde un planteamiento filosófico básico el “Gobierno” debería concitar a quiénes fueran expresión de lo mejor de cada sociedad, tanto desde la esencia, como desde su capacidad de aplicar lo mejor del conocimiento, de la teoría a la práctica.

Pero la realidad, dura como piedra berroqueña, es que el componente esencial a la hora de designar un Gobierno, no es la elección de los mejores, o más cualificados, según las competencias a poner a su cargo, sino los equilibrios para que las diferentes familias, o clanes, captados para recabar el necesario apoyo para conseguir el poder, tengan expresión en él a base de encontrar hueco y acomodo entre los sillones disponibles, aunque siempre existirá la posibilidad de dividir lo que siempre fue un ministerio, en dos o tres… ¡faltaría más!.

Los componentes a utilizar en la coctelera a través de la que constituir un Gobierno parece que no tienen nada que ver con las capacidades contrastadas de sus posibles candidatos a integrantes, sino que se sustancian en base a cómo contentar a un mayor espectro dentro de los aparatos partitocráticos de la formaciones políticas que lo compongan, con sensibilidades por territorios geográficos, contrapesos en los diferentes ejecutivas, favores pendientes de pago, filias y no fobias.

Esta afirmación concierne a cualesquiera color político e incluso país, pero escribiendo estas líneas en el marco de la primavera del año 2020 en España, es evidente que los ejemplos más potentes, y notables, deben estar enmarcados en este momento y, quizás, no hay mejor ejemplo al respecto que el del actual ministro de Sanidad, Salvador Illa. 

Le ha correspondido lidiar con la mayor crisis sanitaria conocida en los últimos cien años, al frente de una responsabilidad que parecía bastante improbable a la vista de su “curriculum vitae”, pues accedió al cargo no acreditando ningún conocimiento especial relacionado con ello, sino procediendo desde el campo académico de la filosofía. Su única experiencia laboral es la de haber sido profesor universitario durante cuatro años (2012/2016) y desempeñar cargos políticos debido a su militancia (alcalde de la Roca del Vallés desde 1995 al 2005, en la Generalitat de Cataluña del 2005 al 2009, en el Ayuntamiento de Barcelona de 2010 a 2017 y como secretario de Organización del PSC-PSOE, bajo el liderazgo de Miquel Iceta del 2017 al 2019).

Fue designado como ministro de Sanidad por Pedro Sánchez, pero igual lo podría haber sido para Administración Territorial o Educación, porque se trataba de encontrar el hueco para los equilibrios necesarios, no designar al más capaz para determinada responsabilidad en concreto.

Lo verdaderamente aterrador es que si en lugar de ser él quien desempeñara el cargo de secretario general del PSC, hubiera sido otra persona, ese otro sería hoy el ministro de Sanidad de España… ¡fuera de cualquier signo de meritocracia!

Pero en este mismo Gobierno, del que hablamos por ser el vigente, hay algunos otros casos que responden al mismo sistema de elección. La misma falta de experiencia previa en la gestión del Sr. Illa se puede hacer extensible al Sr. Rodríguez Uribes, también filósofo de formación académica, como aquel, profesor universitario durante algunos años y, luego, siempre ligado al desempeño de puestos de designación política (Director General de Apoyo a las Víctimas por Terrorismo de 2006 a 2011, miembro de la Comisión Ejecutiva del PSOE desde 2017, Delegado del Gobierno en Madrid en 2018, etc). El nexo con la cultura o el deporte del Sr. Rodríguez Uribes, no parece muy evidente, más allá de su afición futbolística a determinado club.

Igual se podría decir de su Secretaria de Estado, Irene Lozano, periodista en sus orígenes, ex-diputada de UPyD en el Congreso de los diputados, desde 2011 a 2015, cuya formación política abandonó después de perder la «primarias» frente a Andrés Herzog, tras la retirada política de Rosa Díez, para recalar finalmente en un cargo gubernamental por la vía del PSOE, aún lejos de lo que sus expectativas proyectasen, sin que su experiencia, o inexperencia, en cargos de gestión fuera determinante para ello, igual que su falta de vínculo con el mundo deportivo y su casuística.

El poder no se distribuye entre los mejores para gestionarlo o administrarlo, sino en cuotas partes según los apoyos recabados para obtenerlo, evitando que la afirmación de Aristóteles de “los que saben, hacen” se sustancie.