Adiós, Chatín

Arturo Fernández.

No iremos estas ferias a ver a Arturo. Lo siento por mi madre, por mí también, claro, pero sobre todo por ella. Se nos van yendo los mitos fundantes de una época, tanto de teatro como personales. Lina Morgan y Arturo Fernández aparecen fuertemente apegados a mi familia, a la casa, a los primeros espectáculos, teatro de ferias, estrenos anuales, hiperactividad, coherencia y risas y valentía. Dos currantes que han desarrollado lo más y mejor de ellos mismos desde una clase y un estilo propio que está por encima de sus personajes.



Lina y Arturo son Lina y Arturo. Punto. Y lo son no sólo por el estilo propio y la forma particular de actuar en cada papel, sino por el desarrollo que de su espíritu han plasmado creando un personaje alter-ego en la segunda mitad de sus carreras y además plasmar su personalidad contra-corriente más allá de la profesión. Características estas más brillantes, si cabe, en un sector que de la subvención hace ideología y elige a títeres sin cultura ni principios para, cual juguetes rotos, usar para gloria y propaganda de la productora de turno.



Lina y Arturo, como sabemos, no caen bien por ahí arriba pero sí son adorados por la audiencia. La Morgan no tiene calle en Madrid, por ejemplo, pero sí un teatro comprado con esfuerzo que ha hecho mucho por compañías de distinto presupuesto. Si Lina es símbolo de Madrid, Arturo lo es de Asturias. Mis Madriles y mi Gijón se aúnan así ejemplares en mi vida uniéndose por vía materna a mi memoria sentimental.



Vimos a Arturo en todas las plazas, con su chaqué y acompañado de la miss de turno en escenarios, estuvimos juntos en la trena, por truhanes, en esa joyita del cine patrio que protagonizaba con el genio Rabal y cuya escena de la “Zarzamora” vi incesantemente entre risas. Pero antes, mucho antes, conocí a Arturo de la mano de uno de los directores más interesantes del cine español, Julio Coll, haciendo cine negro y retrato social, como es el esbozo y reflejo sutil de la prostitución masculina española en las costas bravas del primer desarrollismo.



Arturo se ha trabajado la carrera, la persona y se ha hecho un icono de sí mismo, al igual que Lina. Me ha gustado incluir a esta pareja en un día como hoy porque para mí son inseparables. Gracias a ambos por su verdad. Me tomaré una sidra en Gijón dentro de nada para brindar por el maestro. Gracias.