El valor de tu tiempo

El valor de tu tiempo

Un maestro atendiendo a un sollozante niño que, tras recibir un suspenso en un examen, argumentaba ante su profesor que no tenía tiempo para estudiar lo necesario y que esa era la causa de no conseguir sacar buenas notas.

La línea argumental empleada por ese pequeño estudiante, la hemos oído mucho en nuestra vida, incluso la habremos utilizado en alguna ocasión… ¡No tengo tiempo!, quizás para esas gestiones que siguen pendientes o como argumento esgrimido para no ir al gimnasio a pesar de pagar la cuota todos meses.

Sin embargo… ¡Sí tenemos tiempo!, y ademas todos el mismo: 24 horas al día, 7 días a la semana.

Somos los dueños absolutos de lo que hacer, y lo que no, con esas 24 horas que forman cada uno de nuestros días, lo que hagamos en cada una de ellas, y en la totalidad de cada día, depende, exclusivamente, de nosotros.

Stephen Covey es uno de los autores y expertos más reputados, a nivel mundial en “la gestión del tiempo”, siendo muy célebre su matriz desarrollada en cuatro cuadrantes en la que contrapone las variables de lo urgente y lo importante, tanto en más, como en menos, en ambos casos.

El primer cuadrante enfrenta lo urgente y lo importante. Las tareas aquí recogidas no pueden ser pospuestas y, debido a la necesidad de ser atendidas, nos generarán sensación de ir “detrás de las acontecimientos” y nos harán vernos a nosotros mismos como unos “apagafuegos”, pudiendo aparecer el “stress” y cierta sensación de cansancio (averías o accidentes serían ejemplos).

El segundo cuadrante es muy interesante, y nos orientará hacia la planificación, serán tareas no urgentes, pero sí muy importantes, como cuidar la salud (revisiones para la prevención), el bienestar, la cultura, la formación, networking, relaciones sociales, hacer algo deporte con una programación que sea regular en nuestra agenda, etc… Este cuadrante Covey lo identificaba con la felicidad.

El tercer cuadrante contrapone las cosas que carecen de importancia pero se presentan como urgentes, protagonizadas por cualquier tipo interrupción en tu tarea, como llamadas telefónicas o visitas inesperadas.

Y en el cuarto cuadrante aparecerán todas aquellas cuestiones que ni son importantes, ni urgentes, al cual Stephen Covey le denomina como el “cuadrante inútil” y ejemplos de ellas serían navegar por internet sin objetivo claro, ver la TV para dejar pasar el tiempo, entrar y salir constantemente en redes sociales, revisar una vez y otra el correo electrónico, etc…

La mayor aportación de esta herramienta de Stephen Covey para “la gestión del tiempo” es la ayuda que presta para identificar aquellas tareas que forman parte del “segundo cuadrante”, que son aquellas en las que nos debemos centrar, priorizándolas con visión de largo plazo.

Personalmente me ha sido muy útil, en mi propia experiencia, imaginarme las 24 horas de cada día como una especie de mueble que tuviera veinticuatro cajones, de tal modo que cada uno de ellos lo pudiera dedicar a aquellas tareas, que de forma totalmente consciente, haya decidido priorizar para cada momento de cada jornada, desde las necesarias horas de sueño, a las que tenga que dedicar a mi actividad profesional, a cuestiones domésticas, a la formación, al descanso, al deporte, a la cultura, a relaciones sociales, etc…

Al margen de tener identificadas las tareas que entendemos prioritarias y su organización temporal, será muy importante ser consciente de la aparición de lo que podemos llamar “ladrones de tiempo”, sean en forma de interrupciones inesperadas, llamadas de teléfono, el correo electrónico, las redes sociales, Internet o las reuniones improductivas.

En el mundo profesional, el exceso de reuniones, muchas veces con duraciones excesivas, representan otro importante “ladrón de tiempo” y se debería recordar que la eficacia de las mismas es inversamente proporcional a su duración. En la planificación de cualquier reunión, y en su convocatoria, debería estar claro su tiempo de duración, el objetivo concreto de la misma, y el orden del día; realizándose un cierre de la misma que recogiera el plan de acción a desarrollar a partir de ella.

No se trata de vivir nuestro día a día totalmente sujeto a una agenda prefijada, pero si decides optar dejarte llevar durante un tiempo o unas horas, sí que seas consciente de aquellas cosas que dejarás de hacer como contrapartida. La decisión que tomes será acertada si eres consciente de tu elección y de su coste de oportunidad.

Decía Stephen Covey que “no soy producto de mis circunstancias. Soy producto de mis decisiones” y una decisión principal de cada persona tiene que ver con “la gestión del tiempo”, que es un rasgo característico en quienes consiguen hacer lo que realmente quieren hacer.

Hagas lo que hagas, consigas lo que consigas, se responsable y no digas, como aquel alumno a su profesor… ¡No tengo tiempo!, porque tiempo sí que tenemos cada uno de nosotros, y en nuestra capacidad está decidir en que emplearlo y cómo. Es tu decisión.