La pérdida de poder

Theresa May regresa al interior de Downing Street tras hacer el anuncio de dimisión.

Julio César, dotado del poder omnímodo del que gozaba en el año 44 a.c. fue asesinado, dentro del Foro, en las inmediaciones del Teatro de Pompeyo, por un grupo de próximos a su Gobierno y senadores, entre los cuales su cercano Bruto fue uno de los que clavó su puñal en él, desgarrando sus entrañas, aún dando tiempo al Emperador a pronunciar su célebre: “¡Bruto, hijo mío, también tú!” (et tu quoque Brute fili mi!).

De los magnicidios de Abraham Lincoln (1865), John Fitzgerald Kennedy (1963), Olof Palme (1986) e incluso del “papa” Juan Pablo I (Albino Luciani) fallecido (1978) a los treinta y tres días de su elección bajo un manto de  excesivo silencio bañado en un mar de amplias teorías conspirativas, poco se sabe, siendo lo único cierto que en todos sus casos habría que tener un importante acceso a ellos y no cualquiera lo pudo tener.

Truncar el ejercicio del poder parece el vínculo entre esta serie de casos mencionados, pero hoy la sociedad contemporánea ha destilado mecanismos más sibilinos para desalojar del poder a quien lo ostenta, sin asesinato de por medio, y con mucha frecuencia, por no decir que siempre, el origen de esas acciones está en las cercanías de la víctima, lo cual acertadamente llegó a expresar Winston Churchill, cuando a un joven, e inexperto, parlamentario le dijo aquello de: “Nuestros adversarios están enfrente, nuestros enemigos atrás”, escenificando las posiciones que ocupan en el Parlamento británico quienes ejercen el poder y la oposición, frente a frente.

El argumento de la cita anterior fue ampliamente respaldado y remarcado por otros dos veteranos de la política europea, por una parte Konrad Adenauer: “Hay tres tipos de enemigos, los enemigos a secas, los enemigos mortales y los compañeros de partido”; y por otra Giulio Andreotti: “En la vida hay amigos, conocidos, adversarios, enemigos y compañeros de partido”. Afirmaciones que vienen a remarcar el conocido  dicho español: “Cuídame de mis amigos, que de mis enemigos ya me cuido yo”.

Hace casi 29 años, el 22/11/1990, dimitió quién fue conocida como “la dama de hierro”, después de gobernar Reino Unido once años, desde 1979, tras al desgaste de sus aciertos y sus fallos, pero como en el caso de Julio Cesar, más de veinte siglos antes, la “puñalada final” fue asestada por sus propios, hasta el extremo de que el reconocido ‘thatcherista’ Edward Leigh afirmó que “al menos la apuñalaron de frente, y no por la espalda”, en una cita con más realidad que alegoría.

La segunda mujer que ha desempeñado el puesto de primer ministro británico desde el número diez de Downing Street, Theresa May, ha acabado por tener el mismo final político que su admirada “Maggy”, si bien en un tiempo mucho más breve, de apenas 36 meses, frente a los 132 de aquella, aunque la comparación entre las fotografías del inicio y final de su periodo sí parecen separadas por más de una década.

¿Que tendrá el poder que todos quienes lo llegan a ocupar se aferran a ello convirtiendo su permanencia, en él, en único afán de su día a día?

¿Se está en política para ayudar a cambiar las cosas o solamente para conseguir un status, del que vivir cuando se abandone su desempeño?

¿Cuántas veces la agenda política se manipula en función de los intereses personales de quienes desempeñan el poder, por encima del interés de los ciudadanos?

"Preguntas, son solo preguntas… pero la paradoja es lo ocurrido con una mujer, política británica reconocida europeísta, contraria al 'brexit' antes de la votación del referéndum del 23 de junio de 2016, que admitió acceder a la jefatura del Gobierno de Reino Unido, sustituyendo a David Cameron, asumiendo canalizar el camino de su país hacia el divorcio con la Unión Europea, para finalmente sucumbir por su propia incapacidad para lograr un acuerdo que fuera respaldado por su Parlamento, donde ha terminado por no tener ni el apoyo de su propio partido, aunque de nuevo hay en el horizonte nuevos candidatos a su puesto, como el ‘pro-brexit’ Boris Jhonson, deslumbrados por los oropeles del cargo aunque solo sea para desempeñarlo unos meses, siempre será el camino para ser el próximo ex-premier, porque eso es de lo que se trata, ¿verdad?: antes ser, que hacer; aunque sea asumiendo la, inevitable y segura, pérdida del poder".